El campo de cebollas
El campo de cebollas
Hace ya unos años, mucho antes de que iniciara mi afición por la bolsa, me contaron una historia de un hortelano que plantó un campo de cebollas. Llegó la cosecha y con el mercado de la cebolla hundido, tuvo que roturar el campo sin vender una sola cebolla. Pero lejos de desanimarse, para el año siguiente plantó otro campo de cebollas, el doble de grande que el anterior, pero solo pudo vender el 10% de las cebollas cosechadas que no cubrieron gastos de producción. Volvió a plantar otro campo el doble de grande que el anterior, y de nuevo se quedaron la mayor parte de las cebollas en el campo por falta de compradores. Plantó por cuarta vez un nuevo campo de cebollas en doble de grande que el anterior, ocho veces mas grande que el primer campo plantado, y en esta ocasión, sin saber porque las cebollas alcanzaron unos precios que nunca se habían visto, el hortelano recogió y vendió todas sus cebollas, y acumuló una cantidad de dinero muy superior a lo imaginado, que le resarció de todas las frustraciones y penalidades económicas de los años anteriores.
Con esto no quiero animar a nadie a plantar cebollas, ni mucho menos a invertir todos sus ahorros en una plantación de cebollas. Pero la historia del hortelano nos ilustra sobre el esfuerzo que hay que hacer y el riesgo que se asume para llevar a buen puerto un proyecto. En el campo, en la industria, en el comercio y en cualquier otro sector de la economía, por lo general se requieren grandes inversiones de trabajo y de dinero para tratar de conseguir algún beneficio.
La bolsa tiene la virtud de permitirnos invertir nuestro dinero sin esfuerzo, podemos ganar dinero o perder nuestros ahorros sin dolores de espalda, ni largas jornadas de trabajo y dedicación a un proyecto interminable. Los agricultores y otros sectores productivos, a menudo pierden el dinero invertido en proyectos frustrados, y también su trabajo, su esfuerzo físico y mental se pierden con cada proyecto fracasado. Pero siempre queda algo, cada contratiempo templa nuestra capacidad de resistencia y nos prepara para la asunción de nuevos retos en los que invertir nuestro dinero, nuestro esfuerzo y nuestras ilusiones, con renovadas experiencias y con un poco más de sabiduría, la que nos regala la vida, grabada a fuego.
Como decía, la bolsa tiene la virtud de permitirnos invertir nuestro dinero sin arriesgar nuestro trabajo. Los pequeños ahorradores como usted y como yo, podemos acercarnos a la bolsa con tiento, seleccionar una serie de valores de alta calidad y confeccionar con ellos una cartera de inversión a largo plazo que probablemente nos dará los mayores beneficios con el mínimo esfuerzo.
La bolsa española, en su conjunto se cotiza actualmente por la mitad del preció máximo alcanzado en 2007, existen muchos valores de calidad cuyo precio actual se ha situado muy por debajo de la mitad de sus máximos. En estos momentos podemos elegir muchos valores de las bolsas españolas que presentan altos niveles de beneficio en comparación con el precio que se paga por sus acciones en bolsa. Podemos observar varios valores con unos niveles de rendimiento por dividendos superiores al 10%, y muchos otros por encima del 7%.
Invertir en bolsa siempre supone un riesgo, pero mucho menor y con muchas más posibilidades de control que la inversión en un campo de cebollas, o cualquier otro sector productivo.
La bolsa nos permite diversificar, picotear entre las mejores empresas del mercado e invertir nuestro dinero en muy diversos sectores o actividades productivas. De tal forma que no invertiremos solo en cebollas, con lo que nuestro riesgo disminuye por efecto de la diversidad.
Invertir en bolsa en estos momentos, en valores de calidad, con PER inferior a 15 y rendimiento por dividendos por encima del 5%, supone invertir en un momento en que las empresas cotizan a precios bajos, con grandes posibilidades de obtener ganancias a medio y largo plazo en concepto de plusvalías y rendimientos por dividendos. Lo normal, lo que históricamente se ha venido repitiendo, es que las bolsas superen algún día sus anteriores máximos, y cuando esto ocurra, una cartera que se iniciara con los precios de compra actuales, podría alcanzar una revalorización del 200% entre plusvalías y rendimientos por dividendos. Las bolsas volverán a superar sus propios máximos, lo que no sabemos es cuando. Lo normal es que ocurra en un espacio de tiempo entre 3 y 10 años desde el último máximo establecido, pero nadie lo sabe.
Hoy mismo se comenta en los periódicos que los grandes capitostes de las empresas cotizadas en el Ibex, a lo largo del mes de agosto han invertido considerables sumas de dinero en la compra de acciones de las empresas que ellos mismos gestionan. Algunos lo consideran como un gesto de solidaridad con la propia empresa, pero no es así. Ellos saben mejor que nadie que los precios están muy bajos, y compran acciones a precio de saldo, con una confianza próxima a la certeza de que van a obtener grandes beneficios. Si creyesen que van a seguir bajando mucho más, se esperarían para comprar más barato. Desgraciadamente son poco o nada solidarios, pero son listos y saben mejor que nadie el terreno que pisan.
Si invirtiéramos en bolsa a día de hoy un dinero que calculamos que no vamos a necesitar en los próximos 5 años. Por reducción al absurdo, en el caso de que la situación económica dentro de unos años fuera mucho peor que la actual, tampoco abríamos perdido nada del otro mundo. Sería una nimiedad comparada con la desastrosa situación económica y social a la que tendríamos que hacer frente.
Y por cierto, lo que nadie cuenta de la historia del campo de cebollas es que hubo un vecino hortelano, que observaba con detenimiento las actuaciones del plantador de cebollas. Admirado por la tenacidad de su vecino llegó a la conclusión de que después de tres años de cosechas fallidas, tal vez era la hora de invertir fuerte en la plantación de cebollas, y plantó un campo el doble de grande que el del cebollero vecino, por el que obtuvo unas ganancias inmensas, sin haber perdido nada en los 3 primeros años de observación y seguimiento. Pero el segundo horticultor habla poco y en voz baja. Nadie le escucha y casi nadie sabe de sus aciertos.
Miquel Sentandreu
Autor de “El pequeño inversor”. Ed. Obrapropia. Valencia. España.
Fuente: www.obrapropia.com