Absolutamente de acuerdo con lo de parar pero no estacionar. Obviamente no es lo mismo, aunque a veces es difícil demostrar tus intenciones. También es cierto que las intenciones del que pone la multa son en esta ocasión, evidentes... Una multita más, ¡qué bien!
Insisto en que no me han puesto jamás ni una multa y mira que he aparcado mal cantidad de veces en mi vida, pero tengo que reconocer que -a riesgo de que las feministas radicales se me echen encima- he usado mis "armas de mujer" en forma de lagrimitas de cocodrilo que siempre han ablandado el corazoncito del munipa. ¡Ay de mi como venga unA munipa un día! Me casca la multa fijo, jajajaaa.
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Y el tercer caso, hombre, si me dices que hay una pendiente de la leche que acaba en una curva y un indicador de 80Km/h... pues me lo dices todo. ¡Todas las papeletas para que haya alguien o un rádar! Es por precaución, los conductores deberían frenar, y si no lo hacen, pues multa. Las leyes son para cumplirlas. (La que me va a caer por meterme en estos fangosos y resbaladizos temas)
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Retomo tus última palabras para concluir también mi post: ...sí, claro..., ¡¡Claro que sí hacen un servicio al público!! Las más de las veces pasa su labor desapercibida, es ninguneada, por muchos incluso vilipendiada, pero están "ahí" y la aplastante mayoría de ellos cumplen su labor y la hacen bien además.
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Karlibatallita o Batallicones: Cuando era niña, allá por el año 1977, ya el siglo pasado, volviendo de la parada del autobus del cole a mi casa, me ví envuelta en una revuelta callejera, manifestación proetarra, que terminó como el rosario de la aurora, barricadas con maderas y bolsones de basura enormes; pelotas de goma en una dirección y piedras y cócteles -de los que no se beben en eventos festivos- en la dirección contraria. Con los innombrables de corbata -y éso que yo nunca he tenido corbata- me escondí acuclillada como pude bajo el dintel de un portal de mi calle, aterrorizada, viendo por entre mis dedos, cómo peleaban en indescriptible batalla campal -hay que vivirlo en persona- esperando que llegara la calma.
Un policía me vio y vino en mi auxilio. Con su escudo me protegió y me preguntó qué demontres hacía allí, pero no se apartó de mi lado ni un segundo hasta que llegaron refuerzos que disolvieron finalmente la exageradísima interpretación de libertad que tienen algunos. Posteriormente me acompañó a casa.
Moraleja: Es de bien nacidos ser agradecidos: ¡Viva la Policía!
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Desgraciadamente hay más batallitas similares, pero aquélla me marcó de por vida. Quizá por éso, les tengo un profundo respeto y admiración.
Un saludo cordial
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.