Que sepas que si no le tiro a mi padre de las orejas el día de su cumpleaños, la batalla de San Quintín se queda en una partida de canicas, no te digo más, jajaaaa
Si yo soy ya vieja para cambiar la sana costumbre de alargar las orejas una vez al año, te puedes imaginar mi padre. No te lo creerás, cuando le he ido a despertar hoy por la mañana, cuando ya estaba despejadito, me ha dicho: "hoy orejas, orejas y muchas". Y encima le gusta que se las deje rojas, que me da hasta pena...
Sí, lo sé, somos raros, he tenido buen maestro. ¿No dicen que de tal palo tal astilla? Pues eso.
Si tu sobrina, -si es española- se queda con cara rara, cómo se quedarán los míos que son guiris, jajajaaaaa. Conozco la sensación que me describes de perplejidad. La primera vez que le estiré de las orejas al Barbudín, me ocurrió exactamente lo mismo: "Pero... ¿qué haces?", como intentando apartarse. Y luego él quería estirármelas a mí y yo intentando explicarle que no, que tenía que esperar hasta mi cumpleaños, y él que nones, que ahora...
Un saludo cordial
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.