Es que las guardias de farmacia son (no siempre pero a menudo) una verdadera tortura.
Vamos a ver, los casos verdaderamente urgentes, que se encuentran fatal, van al hospital. Eso está clarísimo. La mayoría de los casos que se atienden en farmacia de guardia, son olvidos, despistes, personas con insomnio que vienen a pasar el rato (te lo aseguro que de estos me he encontrado muchos en mi vida laboral), y te tocan la moral pero a dos manos, buffff...
Y luego los "enamorados" de aquí te pillo, aquí te cepillo, jajaaaaa. Algunos vienen con mucha prisa y no son tan molestos y otros más de estilo sibarita, que se tiran media hora para comprar la gomita de su elección, que si ese sabor no me gusta, que si esa textura le resulta desagradable a mi chica... ¡La madre que los trajo!, grrrrr. Y mientras tanto, ves cómo la cola va aumentando con personas que igual sí que necesitan un medicamento de verdad. No veas lo cabreada que me ponía con estos niñatos.
Ya en mis tiempos, se puso pronto la ventanilla de dispensación nocturna, pero me he tragado alguna guardia de puertas abiertas y no te imaginas la "chusma" que te puede entrar: Drogadictos con recetas robadas, más falsificadas que un billete de seis euros y encima discutiendo que sí es legal y que le des la droga de turno a la voz de ya, jeringuilla en mano, navaja o lo que se tercie. Ladronzuelos que te quieren hacer un "apaño" en la caja, mujeres que acompañan a alguien y aprovechan -mientras estás dispensando- a robar productos de mostrador...
En aquella farmacia de las afueras duré poco tiempo, no llegó a tres meses. Fue una experiencia de vida que no me gustaría volver a repetir jamás.
Sí, recuerdo fines de semana de simposium, reuniones colegiales, charlas informativas, cursillos de actualización, por supuesto todo fuera del horario laboral. ¡Agotador!
Por algo me fui al laboratorio alemán. Allí se trabajaba muy duro, pero con un horario estricto y lo mismo que te digo que no podías llegar un minuto tarde, no te quedabas un minuto de más, salvo que tú quisieras, claro y aún así, no todos los días, solo cuando el jefe también se quedaba. Fueron los años laborales de boticaria más felices de mi vida, buen sueldo, bastante mejor que el español de aquella época, buen horario, trabajo maravilloso y aparatología de primera.
Algunos van al médico, les da un diagnóstico seguro, fiable y luego van a la farmacia a que les expliques qué les ha contado el galeno, porque no le han entendido de la Misa la media y no se han atrevido a preguntar. O que les ha recetado algo y vienen y te preguntan si hay algo mejor, jajjaaaaa. O más barato, si es que no entra en la S.S. ¡De traca! Y si lo que le ha recetado, lo encuentran demasiado barato, te preguntan si les hará algo. En fin, podría escribir un anecdotario de quince tomos, jajaaaa
Tampoco me han devuelto nada, pero no lo voy a dejar así. En Septiembre, vuelvo al ataque, a reclamar, que me digan por qué. La menda no lo deja, no perdona porque bastante perdió su padre en vida, como para que no le devuelvan ahora lo que ha pagado por adelantado. ¡Ni de coña, vamos! Deben de andar pelados estos de Hacienda, como los bancos... ¡Pobrecicos!
Un abrazo fuerte
¡Sed felices!
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.