No quiero parecer grosero, pero todo eso ya lo sabía, aunque discrepo en parte porque si hubo un momento en el que la iglesia estuvo desprestigiada y cerca del precipicio en España fue cuando se salió de la dictadura, porque la iglesia era por entonces el menor de nuestros problemas y porque no nos olvidábamos de cómo había llevado bajo palio en tantas ocasiones al momio.
Lo que he intentado decir (y parece que he fallado malamente) es que resulta incluso tendencioso clamar contra las subvenciones que se les entregan a las organizaciones sindicales y a los partidos políticos, mientras nada se dice de las mucho más cuantiosas subvenciones que se lleva todos los años la secta católica.
Si una asociación queda, según se desprende de lo que dicen algunos, en entredicho por recibir subvenciones públicas, digo yo que quedará cien millones de veces más desprestigiada la que recibe diez mil millones que la que recibe cien. ¿O es que sólo está mal visto que se subvencione el asociacionismo político y sindical, pero no el asociacionismo sectario-religioso?
¿Que hay que abrir un debate sobre las subvenciones públicas? Pues muy bien, ábrase entonces, pero pónganse sobre la mesa todas las viandas, desde las ensaladas hasta los postres pasando por los mariscos, las carnes y los pescados, y no sólo el chocolate del loro que representan las subvenciones a los sindicatos y a los partidos políticos.
Yo, desde luego, tengo muy claro que la religión es la principal enemiga del progreso, y si pudiese elegir dónde destinar parte de mis impuestos sería para financiar asociaciones de tipo social y nunca las de tipo sectario-religioso. Especialmente en un país como el nuestro, en el que la sociedad civil está PÉSIMAMENTE organizada (y así nos va, así nos torean los politicastros).