Las tropas mercenarias del rey de Castilla y Aragón hicieron lo que acostumbraban en cuantos lugares pisaban: Abusar en la guerra y en la paz de quienes nada tenían que ver con los conflictos sacro-dinásticos, hasta tal extremo que en 1640 los campesinos y segadores de Girona se amotinaron y a golpe de rabia, hambre y hoz llegaron a tomar Barcelona, asesinando al Conde de Cardona, Virrey de Catalunya.
En principio, el patriciado urbano catalán vio la rebelión con buenos ojos y trató, como Artur Mas, de ponerse a la cabeza del movimiento, pero atisbando que los acontecimientos desbordarían sus objetivos y que la chusma pobretona se podría hacer con el poder, decidió en Barcelona poner a Catalunya bajo el yugo de la monarquía francesa.
Entusiasmado Richelieu por tan genial decisión, Luis XIII fue coronado como Luis I de Catalunya y las tropas francesas entraron a saco en el Principado, robando, rapiñando, imponiendo cargos y productos franceses y aboliendo todos los derechos y constituciones del mismo, lo que sumió al país en uno de los periodos más tristes de su historia.
Detesto a las víctimas que respetan a sus verdugos.