Nazionalonanistas endogámicos.
Cuando alguien es más gregario que individualista, lo es porque sabe que su personalidad es tan paupérrima que siente la necesidad de llenarla a través de unirse con otras personalidades igual de deficientes, creyendo que así puede crear una gran personalidad colectiva que cubra sus insuficiencias personales.
Lo único que consigue es pertenecer a una parcela cuyo núcleo es un egoísmo exacerbado que coarta las libertades individuales con unas fronteras que lindan con un populismo palurdo y trasnochado.
Si tiene un mundo interior rico, pletórico de virtudes, no necesita enorgullecerse de pertenecer a nadie que no sea a sí mismo y, por lo tanto, no trata de refugiarse en la soberbia de pertenecer a un territorio, que ha fin de cuentas, esa pertenencia no ha sido fruto de sus logros, sino del simple azar.
La libertad no consiste en pertenecer a determinado territorio, sino en desvincularse de cualquier destino programado por otros, ya que cuando alguien vive la vida que otros le han planificado, se convierte en esclavo de sus necedades.
Como dijo no recuerdo quien, el nacionalismo es como una ventosidad; sólo le gusta a quien se la echa.