Estamos mal, pero podemos llegar a estar mucho peor aún.
Esta trilogia del terror que conforma el IV Reich económico,denuncia y pone de manifiesto el gran fraude que implica la política de recortes y cuales son sus verdaderos objetivos finales.
Todo depende de nosotros mismos, una parte importantísima de nuestra problemática la tenemos en nuestras mismas manos y la oportunidad en los primeros comicios que se celebren, nuestro voto ó la ausencia del mismo tienen mucho que decir al respecto.
Ikea-Kifisos, en Atenas, podría ser Ikea-Ribas Madrid o el nuevo Ikea-Sabadell. Las parejas que miran los sofás Ektorp, los sillones Poang, las pequeñas hamacas infantiles Svinga para "las personas mas importantes el mundo" son las clases medias post emergentes del sur europeo. Los carteles del Fiat cinquecento rojo cargado de muebles sin montar son un signo retro de modernidad que el sur europeo contemplaba con humor nostálgico antes de la crisis. Más que ninguna otra marca multinacional, Ikea resume el sueño de la convergencia con la Europa del norte: eficiencia escandinava con cara humana, un minimalismo Bauhaus que acabaría con el kitsch católico u ortodoxo. La república independiente de su casa en una Europa homogénea bajo la bandera de la moneda única. Y, por supuesto, una Europa de salarios dignos, convenios colectivos y de diálogo al estilo de Suecia.
Por eso, la huelga en el Ikea en Kifisos (Atenas) el pasado 20 de noviembre tras la decisión de la multinacional sueca de imponer unilateralmente un recorte del 11% de los salarios de sus 450 trabajadores, es un momento simbólico en la crisis. "Ikea ha sido lo mejorcito que hay para los que llevamos tiempo trabajando -explica Anthi, 58 años, que trabaja en la sección de armarios-. Pero los que entran ahora ni llegan a 400 euros". Anthi lleva ocho años en Ikea y, ahora, por preferencia, trabaja a tiempo parcial. Cobraba 600 euros al mes por una jornada de cuatro horas diarias. Ahora serán 554. "En otras empresas están recortando el 30%", dice. "A mi marido le acaban de cortar el 28% y si tienes en cuenta todos los impuestos que hay ahora, nuestros ingresos mensuales han caído de 3.000 a 1.750 en dos años; tenemos hijos y estamos pagando una hipoteca de 750 euros", indica. "Los que trabajamos ocho horas aguantamos", añade Mariana, que trabaja a jornada completa -ocho horas diarias- en el departamento de muebles de cocina. Cobraba 800 euros mensuales, que ahora se verán reducidos a 712.
Tanto Anthi como Mariana firmaron el nuevo contrato que Fourlis -la empresa griega que gestiona la franquicia de Ikea en Grecia- les presentó a principios de noviembre con el ultimátum de firmar o marcharse. Al aniquilar el convenio colectivo, Ikea en Grecia, como muchas otras empresas multinacionales y nacionales, cumplía con los deseos de la Troika, el grupo de acreedores europeos -más el FMI- que acaba de exigir al gobierno una radical reforma laboral.
Bajo el nuevo memorándum, se elimina el sistema de negociación colectiva, se amplía el régimen de despido libre y se recorta el salario mínimo el 19% en un sólo año. Desde cuatro euros la hora a 3,30 para trabajadores manuales y desde 746 a 603 euros mensuales para trabajadores de cuello blanco a jornada completa.
Aunque Anthi y Mariana la apoyaron pasivamente, los trabajadores que secundaron la huelga en Ikea-Kifisos con la fuerza de quien no tiene nada que perder fueron los nuevos contratados a tiempo parcial. "El día de la huelga daba la casualidad que estaba comprando en Ikea y hablé con un tipo de unos 45 años que trabajaba cuatro horas al día y cobraba 480 euros al mes antes del recorte", dijo Mariana Roumelioti, parada de Atenas, que tuiteó la la huelga. "Sé como funciona porque a mi me echaron de mi empresa hace seis meses", añadió.
La veintena de trabajadores que se negó a firmar el nuevo contrato fueron despedidos por Fourlis-Ikea la semana pasada. "Pasando de largo al convenio, la Ikea griega no sólo ha violado estándares laborales internacionales sino también ha traicionado sus propios valores y principios de dialogo", advirtió la organización internacional de sindicatos Uni Global.
No es el primer problema de imagen que tiene últimamente Ikea, creada en un pequeño pueblo del interior sueco en 1943 por Ingvar Kamprad (ahora, de 86 años), actualmente la empresa de muebles y diseño de interior más grande del planeta. El mes pasado tuvo que pedir disculpas al trascender que había usado mano de obra carcelaria en sus talleres de la ex RDA entre 1960 y 1990. Los beneficios globales de Ikea en el 2011 se elevaron un el 10,3%, hasta 2.970 millones.
Pero, como insiste Anthi, Ikea "es de lo mejorcito" en Grecia. Vodafone, cuyos beneficios globales rebasan los 8.000 millones, aprovecha las reformas también: "Yo estoy cobrando unos 700 euros, pero los que entran reciben 400", explica un joven dependiente de la oficina que la multinacional de telefonía móvil tiene en la plaza Omonia.
Los días de las campañas por la Generación 700 antes de la crisis (protestas por el salario medio de jóvenes en aquel entonces) ya se recuerdan en Atenas con añoranza. "Hay gente que antes de la crisis vivía razonablemente bien y que ahora sus ingresos han caído el 80%", apunta Gikas Hardovelis, de Eurobank. Y ahora viene lo peor. El Instituto de Trabajo prevé que la caída del poder adquisitivo del trabajador medio griego del 2011 al 2012 sea de otro 21,2%
Esto es lo que la Troika había recetado. Los recortes salariales son un componente imprescindible de la devaluación interna que los países del sur europeo deben llevar a cabo para recuperar la competitividad perdida. Pero no queda claro que el proceso esté funcionando muy bien para empresas dependientes del mercado interno como Fourlis-Ikea.
Las ventas de Ikea en Grecia han caído el 11,7% desde 2009. Para la dirección de Fourlis, esto justifica los recortes de salarios. Y de ahí se va desplegando la death spiral (espiral de la muerte) que arrastra todo hacia el infierno en Grecia. "Están recortando los precios como nunca antes", dice Anthi, mientras enseña un guardarropa, el Pax Lyngdal, de oferta a 527,96 euros. Barato pero no lo suficiente cuando te acaban de recortar el sueldo. "Nosotros tenemos descuento pero tampoco compramos", añade. Sin salarios y sin crédito, no hay consumo y, como reza el eslogan de Ikea, consumers mean business.
Días después de la huelga, las mujeres que compraban en Ikea-Kifisos parecían haberse lanzado en busca del espíritu de las navidades perdidas, tiempos de muebles rococó y vírgenes bizantinas, interiores más reconfortantes que la fría estética Ikea. Todas compraban velas Glimma a 3,5 euros la caja de cien.