Quien es una / un catalán?
Jordi González Castelló. Barcelona.
/ 09/16/2012
Durante muchos años la respuesta a la pregunta "¿quién es una / un catalán?" Era "una / un catalán es quien vive y trabaja en Catalunya". Sin embargo, la época en la que se necesitaba aumentar demográficamente Cataluña haciendo una asimilación indiscriminada, especialmente con los inmigrantes de otras regiones de España, ya ha pasado. Actualmente, nos encontramos en un momento muy particular. La identificación con ser catalán o no a través de esta afirmación ya no es válida, en parte, porque hay personas que conscientemente ya no quieren someterse a esta asimilación, y, por otro lado, porque han surgido movimientos xenófobos que no están De acuerdo con esta conversión masificada. Pero el problema de identidad no acaba en estos dos bandos. La globalización cultural y la movilidad han difuminado o mezclado de forma espectacular los límites lingüísticos, demográficos o políticos, y esto complica cada vez más dar respuesta a la pregunta formulada. En este escrito intentaré responder a la cuestión "quién es una / un catalán?" Teniendo en cuenta la situación actual y con un estilo analítico. Estoy convencido de que para hablar de Cataluña como nación debe poder delimitar quiénes son los catalanes y es por eso que hay que saber quién puede ser candidato, de lo contrario haríamos referencia a un trozo de territorio más o menos políticamente definido oa un ente abstracto que engloba tradiciones, historia y lengua. Creo que para que Cataluña no sea o acabe siendo una palabra sin referente, es sensato materializarla con catalanes.
Antes de empezar este análisis deberemos preguntarse si, en realidad, tiene sentido formular esta pregunta. En primer lugar, hay críticos que pueden cuestionar si merece la pena definir como catalanes a humanos que tienen pocas o ninguna diferencia genética con los castellanos, los franceses o los inuit, por ejemplo. Esta consideración surge porque la identidad que estamos tratando no es una cuestión a nivel físico, sino psicológico. A nivel físico no es necesario compartimentar la identidad, todos somos humanos y no es pertinente hacer divisiones. La divergencia es importante a nivel psicológico y tiene un radio mucho más reducido, tanto que incluso podemos considerarnos poseedores de una identidad no compartida por nadie más. En segundo lugar, también cabe preguntarse si es necesario que una identidad tenga reconocimiento político, es decir, estado propio. La respuesta a esta consideración vuelve a ser la mente. Para muchas personas tener una nacionalidad que se corresponde a otra identidad supone una anomalía, molesta para algunos, esquizofrénica insostenible para otros. Es obvio que esta situación no es la óptima para nadie. Lo ideal sería que cada uno tuviera en un plano político (pe el pasaporte) el reflejo de su identidad colectiva. En tercer lugar, se puede llegar a pensar que la identidad es un problema psicológico, pero cualquier persona con un mínimo de conocimientos de sociología o psicología sabe que la identidad es un problema, no cuando se la posee, sino cuando no la tiene. En consecuencia, debemos procurar que todos puedan concluir sabiendo quién es. La identidad, entonces, es una necesidad humana que ayuda a reagrupar personas, orientarse en el mundo y que está basada en la mente. Por tanto, cualquier impedimento para formalizarla es un agravio inaceptable.
Para averiguar "quién es una / un catalán?" Estableceré una serie de afirmaciones que nos servirán para descartar situaciones concretas. Como las situaciones pueden sen infinitas, me centraré en las más comunes y, en mi opinión, más importantes de las que he sido testigo. Así pues, podemos distinguir los siguientes supuestos: "es catalán quien" ...
1. Vive y / o trabaja en Cataluña. Como ya he dicho antes esta afirmación está en desuso por su debilidad. Hay gente que ha venido a vivir a Cataluña por cuestiones personales o laborales y no quiere saber nada de su cultura o historia. Inmigrantes que hablan su lengua, que no se interesan por lo que pasa aquí y que en algunos casos incluso quisieran volver a su país de origen. Quien vive y trabaja en Catalunya y se considera catalán no es por la actividad que desarrolla sino por algo más.
2. Quien sabe y / o utiliza el catalán. Para los defensores de la lengua, esta afirmación siempre ha sido el plato fuerte de la reivindicación catalanista. Sin embargo, este supuesto tiene muchas fisuras. Hay casos de personas que han aprendido y hacen uso de la lengua catalana a diario, pero que no se sienten, de catalanes. También hay nacidos en Cataluña que viven en el extranjero y que no sólo no hacen uso, sino que también la llegan a perder en parte o totalmente. Paralelamente, a la creación artística y literaria hay un debate inacabable que discrimina a quienes no hacen uso del catalán en su obra, pero la consideración de creadores no catalanes es injusta. La identidad no la puede dar un agente externo ni una institución, sino que se le debe adjudicar uno mismo. Obviamente, la vinculación de la lengua catalana con la identificación es muy fuerte e incluso recomendable pero no es, en ningún caso, determinante. Como ejemplo podríamos citar un caso de una persona nacida en Cataluña, que sabe y hace uso del catalán pero escribe en otra lengua, ya que uno de sus progenitores es de otra nacionalidad y por lo tanto puede preferir expresarse en otra lengua.
3. Quien ha nacido en Cataluña. Este supuesto es quizás el más insostenible, ya que el nacimiento es un acontecimiento arbitrario, aunque para algunos pueda ser un vínculo ineludible con la tierra. Estos casos parecen más una licencia patriótica de un sentimentalismo carca que un hecho relevante.
4. Quien desciende de catalanes. A primera vista, esta afirmación podría ser válida. Sin embargo, es inaceptable por una sencilla razón: se basa en hechos físicos y no psicológicos, y como he dicho antes la identidad es un hecho psicológico. Esta afirmación llevaría a la xenofobia, que en el caso catalán sería aún más un absurdo, ya que no hay un paradigma genético que lo defina. Físicamente somos una mezcla racial en mayor o menor grado. Dejando de lado la cuestión física, podríamos pensar que personas que se consideraban catalanes y que tuvieron que emigrar a México oa Cuba, por ejemplo, los hijos de estos no serán catalanes si ellos mismos no se consideran.
5. Todas las anteriores. Se podría pensar que una persona de descendencia catalana, nacido en Cataluña, que sabe y usa el catalán y, además, vive y trabaja en Catalunya es ya un catalán. Nada más lejos de la realidad. No se puede negar que una persona inmersa en una situación como ésta pueda fácilmente sentirse catalán, pero esto no siempre sucede. Se puede sentirse más cercano a otra identidad, conocerla, estudiarla e irse a vivir con quienes la representan. La identidad no se transmite ni se contagia.
6. Ninguna de las anteriores. Aunque esto supone una negación a las situaciones más comunes en las que se considera una persona como catalana, por darse el caso de que alguien asuma la identidad catalana. Sin embargo, esto es muy improbable y si alguien lo asume es porque, además, acabará hablando, viviendo, trabajando, o teniendo descendencia vinculada con Cataluña. Contrario sería más bien una empatía temporal que una identificación permanente.
Así pues, no tenemos todavía ninguna respuesta a la pregunta planteada. Como ya he mencionado, la identidad es un estado psicológico que no puede ser otorgado por otros sino que es un estado que se toma conciencia de una forma firme y permanente. La forma más plausible de hacer patente esta identidad es su proyección en el plano sociopolítico con el deseo de querer que la identidad sea representada, o en otras palabras, quiso que la catalanidad tenga Estado propio. Este firme deseo es la afirmación de la identidad de uno mismo sin ambigüedades. Entonces, la respuesta a "quién es una / un catalán?" Es "un catalán es quien tiene el estatus de catalán".
A raíz de esta afirmación se pueden extraer dos conclusiones importantes. La primera es que la identidad es excluyente al mismo nivel (no la confundimos con el término "discriminatoria"). Si una persona se identifica como catalán no se puede identificar con ningún otro. Uno puede tener simpatías pero una persona no puede ser dos cosas a un mismo nivel a la vez. Por ejemplo, una persona puede ser catalán, punk, de la tercera edad y de derechas, pero no francés, español o armenio, si no es de familia mixta. La segunda conclusión es que, si no existe un Estado catalán, nadie puede ser catalán. Esta afirmación es muy extrema y por muchos inaceptable. Sin embargo, se puede argumentar de la siguiente manera: que un catalán es quien tiene el estatus de catalán no quiere decir que una persona no pueda identificarse como tal para que no tenga Estado propio. Quiere decir que su identidad es latente pero no materializada, invisible, o mejor dicho, no es respetada ni aceptada por los demás. Quedarse en un estado latente es posible y suficiente para algunos, pero un estado latente es quedarse en un estado nebuloso, diluido y peligroso por su debilidad en agentes externos. En conclusión, quien quiera ser catalán deberá no sólo de identificarse, deberá ir más allá.