Poner todos los huevos en la misma cesta conduce, al más ligero vaivén, al estropicio. En España fue el pinchazo de la burbuja del ladrillo; en Chipre, estos días, el colapso del sistema financiero, encarnado en un sector bancario casi ocho veces mayor que el PIB nacional (17.000 millones). La sobredimensión de ambos sectores, o el de la Administración en Grecia con la consiguiente deuda pública, requería soluciones excepcionales, pero las recetas para reducirlo no han sido las mismas y a Chipre le ha tocado la peor: una quita del 37,5% a los depósitos superiores a los 100.000 euros a cambio de un rescate de 10.000 millones que evite la bancarrota del país.
“El crecimiento desmesurado [de los bancos] equivale a un exceso de grasa. Pero, mientras que en Irlanda o Portugal se ha puesto a dieta al enfermo, en Grecia incluso se le han aplicado varias, aquí han optado por la cirugía, por cortar por lo sano”, explica Andreas Parasjos, director del seminario Kathimerini.
De los dos bancos locales más afectados por la crisis, uno, el Laiki Bank, ha muerto por sobrepeso mórbido, por seguir con la comparación, y sólo le sobrevivirán los depósitos inferiores a 100.000, que serán endosados al Banco de Chipre. A su vez este, el mayor del país, someterá obligatoriamente a un lifting a sus depósitos no garantizados, los de más de 100.000 euros. El banco central confirmó hoy la quita del 37,5% del total que se convertirá en acciones del banco, sin apenas valor líquido. Sin embargo, esta quita podría ser superior, pues un 22,5 % será “congelado” durante 90 días, a cuyo término y dependiendo de la recapitalización del banco, será convertido también en acciones o, en caso favorable, devuelto a los depositantes. Finalmente, el 40 % restante arrojará intereses como hasta ahora, más un incremento de diez puntos básico, pero su devolución "en breve tiempo" dependerá de la evolución económica del banco.
Cómo Chipre cavó su propia tumba tiene mucho que ver con la geografía y la política, y con los convulsos avatares de la Europa del Este y los Balcanes en las postrimerías del pasado siglo. Tras un primer desembarco de libaneses en los ochenta –en plena guerra civil en el país de los cedros-, los rusos hicieron su aparición en los noventa.
“Por los impuestos; los altos intereses, el buen clima y la religión [ortodoxa], Chipre era el lugar indicado para los rusos ricos. Un depósito de cinco millones de euros, por ejemplo, te daba 250.000 euros de intereses al año, unos 20.000 al mes. Así que, tras el colapso de la Unión Soviética, los cachorros de la nomenklatura se dejaron caer por aquí”, cuenta Parasjos.
“Ya con los libaneses había empezado a formarse una red de abogados e intermediarios financieros especialistas en legalizar cualquier suma, aunque resulta imposible calcular qué tanto por ciento de lo que entraba correspondía a dinero negro. La llegada masiva de rusos contribuyó a perfeccionarla. Chipre cuenta hoy con los mejores especialistas de Europa en esta tarea”, añade Parasjos. Tarea que desafía a la imaginación más perversa: blanqueo de dinero procedente del tráfico de armas, drogas, de redes de personas… “Todo lo que te puedas imaginar y algo más”, asiente entre sonrisas.
“A la par que los rusos, llegaron los serbios, mucho más peligrosos”, recuerda un responsable de la división internacional del Laiki Bank bajo la condición de anonimato. De esa época data el envío a Chipre de 1,7 millardos de dólares, en maletas de dinero y lingotes de oro, ordenado por el entonces presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, que pretendía burlar las sanciones de la ONU para seguir armando a los paramilitares serbobosnios y financiando las campañas contra la mayoría albanesa en Kosovo. El dictador se llevó a la tumba el secreto de sus millones chipriotas.
“Los chipriotas que trabajaban en el sector se hicieron millonarios, y todo ese dinero que entraba fue a parar mayoritariamente a dos grandes bancos, el Laiki y el Banco de Chipre”, continúa Parasjos. “Una nueva casta financiera sustituyó a la aristocracia tradicional de las 50 familias más ricas y se hizo con el juego económico, pero también con la llave de la vida política: esta nueva clase financia a los partidos, y estos a su vez la miman”. De esas conexiones da fe el dinero desviado por el régimen de Belgrado, que entró en la isla presuntamente a través de ocho compañías offshore registradas por el bufete de abogados del entonces presidente Tasos Papadópulos.
A comienzos de este siglo el volumen de los bancos chipriotas reventaba las costuras de su propio hábitat y pedía cancha. Empezó la expansión a Grecia, Bulgaria, Rumanía, incluso Rusia o Serbia, donde el Laiki Bank adquirió en 2006 el Centrobanka de Belgrado, sospechoso también de blanqueo de capitales. Pero el crecimiento internacional se dio de bruces en 2012 con la reestructuración de la deuda griega, en la que “los bancos chipriotas perdieron 50.200 millones de euros; hoy el Laiki tiene una deuda de 9.200 millones”, explica Parasjos. “Fue un derrumbe natural, los bancos murieron aplastados bajo su peso”. Es decir, por su propio éxito.
De lo que queda ahora en sus cámaras acorazadas nadie tiene constancia. Una comisión de investigación formada por tres jueces con plenos poderes estudiará a partir del martes el funcionamiento de los bancos entre 2006 y el 23 de marzo de 2013, y con especial atención la presunta salida masiva de capital en los días previos a la primera reunión de las autoridades chipriotas con el Eurogrupo, en la que se acordó una tasa a todos los depósitos bancarios y que luego el Parlamento rechazó.
http://economia.elpais.com/economia/2013/03/30/actualidad/1364657397_245133.html