Con toda franqueza, muy poco. Tomás de Mer- cado nació en Sevilla en 1530 y falleció en 1576, al contraer una grave enfermedad en un barco mientras viajaba entre España y México. Sus restos mor- tales fueron arrojados al mar frente a la costa de San Juan de Ullúa (Veracruz). Sin embargo, a veces no se requiere una profusión de fechas concretas y hechos biográficos detallados para alumbrar las claves que nos ayuden a desentrañar los entresijos del pensa- miento de una persona: ¿Por qué Tomás de Mercado centró su atención en unos temas y no en otros? ¿De qué corrientes de pensamiento y autores fue deu- dor? ¿Por qué interpretó la realidad económica de su tiempo de la forma en que lo hizo y no bajo otros postulados? ¿Por qué un clérigo dominico del siglo XVI reflexionó sobre cuestiones económicas (el fun- cionamiento de los mercados de bienes y moneta- rios, el comercio, el aumento de los precios, la usura, etc.); y, además con originalidad, inteligencia y agu- deza? En resumen: ¿Cuál es la biografía intelectual de Tomás de Mercado, a partir de la que reflexiona sobre aspectos básicos de la economía hispana del siglo XVI, siendo su obra el resultado de la simbiosis entre su esquema analítico y la realidad?
Las coordenadas básicas de su pensamiento filo- sófico y económico están definidas por su condición de teólogo, escolástico y dominico, con una sólida formación doctrinal y universitaria, miembro de la Escuela de Salamanca; y a la vez hombre cosmo- polita y viajero, perfecto conocedor de la realidad hispana (Sevilla, Salamanca) e indiana (México). Estamos, por tanto, ante un economista poliédrico y único en su época: un escolástico tardío, conocedor de primera mano del mundo real, y que vivió en los dos observatorios privilegiados del panorama eco- nómico del siglo XVI: Sevilla y México.
La principal connotación cultural e ideológica de Tomás de Mercado, aunque de tan obvia se olvida y minusvalora, es que era un clérigo: era miembro de una orden mendicante (los dominicos) y su for- mación fue eminentemente escolástica; en aquel entonces difícilmente podía ser de otra forma. En consecuencia, el ideario filosófico y económico de Mercado, al igual que el del conjunto de doctores escolásticos, se asentaba en diferentes cimientos: la Biblia, la Patrística, el Derecho Canónico, la filosofía griega y el Derecho Romano. Los referentes intelec- tuales de Tomás de Mercado, como puede obser- varse, son los propios de un doctor escolástico de la orden dominica.
De esta manera, el acervo intelectual del que se nutre Mercado hunde sus raíces en la tradición, pero su espíritu cosmopolita, su apertura mental al mun- do que le rodea y la decisión de plasmar sus ideas en castellano y no en latín, hicieron de él un escolásti- co distinto y, hasta cierto punto, un hombre-puente
entre la escolástica tardía y las nuevas corrientes de pensamiento que alumbraba el Renacimiento.
Distintas ciudades marcaron el itinerario vital e intelectual de Tomás de Mercado. En México en- cauzó su vocación religiosa e inició y desarrolló su carrera académica. En Salamanca maduró su pensa- miento y, a través del Convento de San Esteban y de la Universidad, entró en contacto con el legado más puro de Francisco de Vitoria y de Domingo de Soto. Pero si hay una ciudad significativa en la biografía de Mercado, ésta es Sevilla. No tanto por ser su lugar de nacimiento, sino porque la Sevilla del XVI consti- tuye el marco de referencia de su obra magna: Suma de Tratos y Contratos.
El dominico sevillano es un testigo directo de cómo el comercio indiano transforma económica, social y culturalmente la capital hispalense. En este caso, el desarrollo comercial y financiero es la pa- lanca que impulsa el dinamismo social y el renaci- miento cultural. Esta secuencia, inadvertida u olvi- dada, fue apuntada con pluma maestra por Antonio Domínguez Ortiz en el que sigue siendo un estudio insustituible sobre la Sevilla de aquella época (Orto y ocaso de Sevilla): «Hemos concentrado nuestra atención en las manifestaciones externas más bri- llantes del Siglo de Oro: el Arte, la Ciencia, la Li- teratura, y no hemos parado bastantes mientes en el substratum, en el cimiento humilde y sólido que sostiene todo este edificio; pues claro está que sin la acumulación de riquezas que se realizó en Sevilla; ni hubiesen existido tantos Mecenas espléndidos, ni se hubiesen podido costear tantas obras magníficas, y más de un genio hubiere quedado sumergido en el olvido; nuestros escritores y artistas han sido estu- diados con todo el cariño que merecen, pero nues- tros artesanos, industriales y financieros, han mere- cido escasa atención».
Quien tiene dinero tiene en su bolsillo a quienes no lo tienen