Buenas a todos.
A estas alturas parece claro que China va a convertirse de forma inminente en el nuevo director de orquesta de la economía mundial.
EEUU intenta a malas penas detener ese avance recurriendo a medidas proteccionistas y a cualquier otra argucia que su actual liderazgo (y su extravagante y esperpéntico presidente) en materia económica y monetaria le permiten, aunque sea realmente un gigante con los pies de barro.
Una vez aceptada sin dudar la tremenda pujanza de la economía de China en todos los ámbitos, debemos preguntarnos qué consecuencias puede tener para el resto de ciudadanos del mundo que el gigante asiático acabe imponiendo su modelo económico, laboral y social.
CHINA COMO LÍDER MUNDIAL
Sin duda, el artículo que más ha alborotado esta semana en el entorno tecnológico ha sido el escrito por
Mike Moritz, uno de los directivos de referencia de
Sequoia Capital, en el Financial Times, titulado “
Silicon Valley would be wise to follow China’s lead“: un inversor billonario, aconsejando a los trabajadores de las empresas de Silicon Valley que se dejen de discutir sobre la
longitud de la
baja de paternidad, las
vacaciones sin límite, la calidad de los
masajes gratuitos o la imperiosa necesidad de disponer de una sala de ensayos para tocar instrumentos musicales en el trabajo, y se pongan a trabajar como se trabaja en las empresas tecnológicas chinas.
¿Cómo se trabaja en las empresas tecnológicas chinas? Muy sencillo: muchos días, se entra a las diez de la mañana y no se va uno a casa hasta pasadas las doce de la noche, y así seis o incluso siete días a la semana, cenando en una sala de reuniones con tus compañeros y aún poniéndote tres reuniones después de la cena, con algunas pausas ocasionales para descansar simplemente apoyando la cabeza en la mesa con los brazos como almohada. Si hace frío en tu puesto de trabajo, no pidas mas calefacción, que cuesta dinero: ponte el abrigo, o la bufanda si hace falta. Y a tus hijos, ya sabes: si quieres una carrera profesional exitosa, que los críen tus padres o una nanny, porque como mucho, los verás unos pocos minutos al día.
Las observaciones de Moritz tras una temporada en China van completamente en contra de las tendencias del management occidental expresado en las compañías de Silicon Valley, centrado desde hace años en intentar proporcionar condiciones competitivas que retengan determinados tipos de talento de difícil acceso, al menos en aquellos centros de trabajo donde ese talento se considera fundamental. Desde hace muchos años, los
Glassdoor y similares se centran en analizar no solo el dinero que pagan las compañías, sino los beneficios de todo tipo que ponen encima de la mesa para fidelizar a sus trabajadores, en una tendencia que, al menos en Silicon Valley, se ha ido generalizando para dar lugar a una cultura que cada vez los considera más importantes, más decisivos a la hora de plantearse una carrera profesional. Hace algunos años, esto era típico en empresas consolidadas con márgenes saneados: ahora, no es extraño verlas incluso en startups que aún no han lanzado su primera ronda de financiación. En Silicon Valley, las empresas que alcanzan una alta consideración son las que miman a sus trabajadores con todo tipo de privilegios. En China, las empresas bien consideradas son las que triunfan y se expanden por el mundo, y el verdadero privilegio es matarse a trabajar en ellas, no que te den masajes o te dejen jugar al futbolín en horas de trabajo.
Esa tendencia a acomodarse en unas condiciones de ensueño, que muchos discuten porque ven como una manera de que se trabaje más o que otros consideran una dinámica normal – o una conquista – en un mundo en el que muchos de los planteamientos que nos hacíamos sobre el trabajo están cambiando, convierten a las compañías occidentales en muy poco competitivas con respecto a sus homólogas chinas. La
interpretación de Mike Moritz es sencillamente esa: nos parezca mejor o peor, veamos la alternativa de trabajar como los chinos como una pesadilla o como una necesidad, la realidad pragmática es que China se dispone a dominar el mundo y a conquistar todas las industrias, a marcar la agenda internacional gracias a una fuerza de trabajo con una ética y unos valores diferentes que el mundo occidental parece considerar completamente inaceptables, fuera del marco de su contrato social.
Más allá de la experiencia de Moritz, no hay más que leer las conclusiones del
XIX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, que no solo tiene 89 millones de miembros, sino además, unas generaciones jóvenes entusiasmadas con el papel de China en el mundo, con lo que perciben una fortísima e imparable superioridad del modelo chino frente a las débiles y enfermas democracias occidentales, y dispuestos a emplear varias horas al día completamente gratis defendiendo los argumentos de sus dirigentes frente a
idiotas equivocados en internet. En los artículos de conclusiones publicados por
Xi Jinping, se hace un hincapié especial en
cómo el mundo necesita a China para dibujar su futuro, y cómo, en el ocaso de la era de dominación de los Estados Unidos y su pérdida de influencia en el mundo bajo el liderazgo de
un perfecto imbécil, las ambiciones globales chinas dibujan una nueva era en la que el país se ve en el centro del escenario y haciendo mayores contribuciones a la humanidad, desde
ambiciosísimos planes de infraestructuras de transporte que reconstruyen la ruta de la seda y exceden en dimensiones al Plan Marshall, hasta, como no, una
nueva ética del trabajo centrada en la expansión internacional y una
nueva definición de las relaciones sociales en torno a la
ausencia total de privacidad.
Podremos ver
tímidas reacciones en contra, o predicciones que afirman que la naturaleza del hombre es única y que la sociedad china, a partir de un determinado nivel de bienestar, se reconducirá hacia los mismos estímulos que caracterizan a unas sociedades occidentales que muchos aún insisten en ver como más avanzadas, más evolucionadas. Pero otros, viendo cómo exitosas compañías y empresarios chinos empiezan a hacerse con
los edificios más emblemáticos, los
clubes y
estadios de fútbol o los servicios básicos como el
transporte en cada vez más países occidentales, empiezan a dudar esa línea temporal: el pragmatismo chino, que renuncia a la democracia y a las decisiones tomadas libremente por el pueblo en beneficio de las de una élite creada y diseñada para regir esos destinos, parece simplemente más eficiente, en un giro que asusta a todos los que nos consideramos demócratas o consideramos la democracia una característica fundamental y básica de la sociedad en la que queremos vivir.
Las
tecnologías más importantes de la historia de la humanidad se están
desarrollando en
China. Los inmigrantes chinos a los Estados Unidos
abandonan Silicon Valley para ser ricos de vuelta en su país, convertido en tierra de oportunidad. El camino de China hacia el liderazgo del mundo es tan sencillo como el pragmatismo: mientras Occidente discute cómo hacer las cosas “a su manera”, China cuestiona directamente la democracia, no considera algunos de los más elementales derechos humanos, retuerce las reglas y acuerdos del comercio internacional y exige respeto a su liderazgo y a su visión como una vía alternativa, la suya. La única resistencia es
la que los Estados Unidos esgrime ya de manera desesperada, argumentando
amenazas invisibles. A medida que, cada año, pasan por mis clases en una de las mejores escuelas de negocio del mundo cada vez más alumnos brillantes procedentes de China, me doy cuenta de que en China no se habla de política: no hace falta. El éxito de su sistema y su visión del futuro del mundo anula todo cuestionamiento y toda consideración de necesidad para esa conversación.
https://www.enriquedans.com/2018/01/china-como-lider-mundial.html
Está claro que muchas de las prácticas que occidente y el capitalismo llevan a cabo para mantener su modelo económico y social son más que discutibles y que en muchos casos los ciudadanos-trabajadores durante los últimos años están perdiendo o viendo recortados muchos de los derechos obtenidos.
Pero aún reconociendo múltiples y crecientes fallos en un sistema imperfecto y que está asistiendo a una profunda transformación de sus paradigmas (o directamente a la aparición de un nuevo modelo) debemos reconocer que se construye sobre las bases de la democracia y que todavía respeta en gran medida los derechos básicos de los ciudadanos-trabajadores.
China, por contra, está construyendo su creciente pujanza económica y futuro liderazgo mundial al encabezar los avances tecnológicos y empresariales en la mayoría de los sectores económicos, pero manteniendo los cimientos de una dictadura, de la práctica ausencia de derechos de los ciudadanos-trabajadores, de un fuerte proteccionismo encubierto a la inversión extranjera dentro de su territorio,...
Sí, los ciudadanos-trabajadores occidentales se han acomodado en sus derechos y se han olvidado de gran parte de sus obligaciones; enfrente tienen a un gigante que no ofrece derechos a sus ciudadanos-trabajadores y sólo les exije obligaciones. No hay competencia posible.
Deberíamos preguntarnos qué modelo económico, laboral, social, de derechos,... anhelamos para nosotros y nuestros hijos.
Saludos preguntándonos qué nos ofrece y qué nos arrebata el modelo económico chino.