La palabra "pirata" proviene del griego y su significado es "el que emprende", "el que intenta fortuna". Los piratas eran ladrones del mar que actuaban al margen de toda ley. Sus fines no eran políticos, buscaban su propio beneficio y no servían bajo ninguna bandera que no fuera la Jolly Roger (o bandera pirata).
Es muy diferente el uso que hace un internauta, al que ampara la ley actual y multitud de sentencias judiciales, cuando descarga un archivo para uso propio y sin ánimo de lucro, al que hacen los omnipresentes chiringuitos ambulantes de venta de material copiado o falsificado (los conocidos “top manta”). No se puede, bajo ningún concepto, criminalizar al particular que no obtiene ningún tipo de lucro y que encima paga el conocido impuesto revolucionario (el famoso “canon”) por si acaso se le ocurre hacer algo que, según los defensores de la propiedad intelectual, es ilegal. Pagamos el canon en CD, DVD, discos duros, reproductores de mp3, tarjetas de memoria de nuestras cámaras de foto digital, impresoras domésticas, etc. Sin importar el uso que se vaya a hacer con ellos. Nos encontramos bajo lo que llamo “cobro preventivo” (como aquellos famosos “ataques preventivos”) y descarado. Esta estrategia o situación me recuerda a los antiguos corsarios.
Muchos corsarios se convirtieron en piratas durante el periodo en el que España e Inglaterra firmaron la paz. Un barco corsario era aquel que navegaba a las ordenes de un rey y realizaba "actos de guerra" contra los intereses de un país enemigo, que básicamente consistían en robar, saquear y expoliar a otros barcos y después hundirlos. Los corsarios tenían en su poder documentos expedidos por el rey que autorizaban al barco a llevar a cabo tales actos. Dichos documentos recibían el nombre de "Letter of marque" o "Patente de Corso". Los límites que planteaban estos documentos eran muy ambiguos y normalmente eran los capitanes corsarios y sus tripulaciones quienes decidían que era lo que podían hacer y que era lo que no. Cuando los barcos corsarios no formaban parte de ninguna misión de la Corona, solían atacar cualquier buque cuya bandera no fuera la suya, comportándose como piratas pero aún conservando los derechos de navegar en corso. El botín que conseguían de esta manera era para ellos, aunque estaban obligados a entregar una parte al gobernador colonial que procediese.
Las asociaciones de propiedad de derechos de autor o de propiedad intelectual, exhiben su "Patente de Corso”, robando a los pobres para dárselo a los ricos, como antítesis de Robin Hood, actuando contra particulares de esta forma y posteriormente intentando criminalizarlos. No dejan de ser piratas que, con el apoyo del gobierno, saquean nuestras carteras y encima quieren hacer creer a la opinión pública (sí, sí, a nosotros mismos) que somos lo peor, al estar acabando con el medio de vida de los artistas de este y otros países.
Estamos avisados de la estrategia del gobierno (que afirma ser socialista) a la hora de poner a la nueva ministra (¿o menestra?) de cultura. Es una declaración formal de guerra, que se intuye dura y desigual entre las partes.