La sensación inevitable es que el rey ha actuado tendiendo un cable a un Rodríguez Zapatero que atraviesa horas muy bajas. En un momento en que se afianza la percepción de que el ejecutivo es el principal obstáculo para salir de la recesión, tras meses de engaños continuados sobre las perspectivas económicas y de sectarismo ideológico quieren que la oposicion legitime esto y deje de hacer su papel esencial de critica y control al inepto gobierno actual.
El rey convocó a los dirigentes de UGT y CCOO, organizaciones sindicales que actúan como verdaderas correas de transmisión (convenientemente engrasadas con dineros en gestion) de la demagogia gubernamental, y –entre otros– al ex presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, cuyo desencuentro con Esperanza Aguirre (una de las voces favorables al adelanto electoral) es asunto reciente. ¿No sería más natural que hubiera llamado al actual presidente de la entidad Rodrigo Rato, que casualmente ha sido ministro de Economía y director del FMI?
Para que llamó a Blesa y no llamó ni recibio a Mariano Rajoy?
O resulta que este tambien va de pogre pero viviendo como dios y con su fortunita de ser cierto lo publicado por Forbes.
Demasiadas suposiciones, sin duda, porque los mismos que ven imprescindible un cambio de gobierno, también pueden cuestionarse el papel de la institución monárquica en el siglo XXI. El rey concitó simpatías generalizadas cuando espetó a Hugo Chávez el célebre "¿Por qué no te callas?" (defendiendo a Rodríguez Zapatero, no se olvide), pero meses después se avino a recibir con un abrazo al tirano, de visita en España, complaciendo así al gobierno socialista.
Muy dudosa neutralidad que, en la práctica, tanto con sus silencios como con sus intervenciones, se presta a avalar al gobierno en función de su signo ideológico, para así revestirse de modernidad o porque unos le consienten mas que otros. Para eso no necesitamos reyes, con los de la baraja tenemos bastantes.