¿Primarias abiertas obligatorias?
En declaraciones de ayer (28 de junio) en La Sexta Noche el candidato a la Secretaría General del PSOE, Pedro Sánchez, propuso que se celebraran primarias abiertas obligatorias en todos los partidos políticos. Es de entender, tal y como propone su partido, que se refiere a la candidatura a presidencia del gobierno u otras instituciones. Simplificando refirámonos solo a la presidencia del gobierno.
Podemos hacer algunas consideraciones. El sistema de primarias procede de EE.UU. donde, aunque cada estado tiene su propia legislación sobre primarias, tienen un régimen presidencialista, y además en la Cámara de Representantes se elige uno por distrito y en el Senado a dos (normalmente un republicano y un demócrata) por estado. Es decir, se tratan de elecciones cuasi directas. En España tenemos un sistema parlamentario donde lo que elegimos son los miembros de las Cortes Generales que representan al pueblo español. De estos, corresponde a los diputados (que son elegidos en listas cerradas y bloqueadas) elegir al presidente del gobierno. Los partidos de ámbito nacional, aunque no es obligatorio, tienen por costumbre situar como número uno por la circunscripción de Madrid al candidato a presidente de gobierno. De tal manera que las primarias vendrían a elegir a dicho número uno, solo eso. Hacerlo por ley significaría, en la práctica, obligar a que el partido que obtuviera la confianza de los ciudadanos presentara a dicho número uno como candidato a la investidura y a que los diputados de dicho partido (cuyo voto en teoría es personal e indelegable) votaran por él. No sé si esto tendría encaje constitucional. Se trataría de convertir en derecho algo que ya sucede de hecho, que elegimos a unos diputados para que voten a un candidato determinado. Además en dicha ley se obligaría a que este candidato fuera elegido en primarias.
Ya que corren estos vientos democráticos en algunas formaciones podrían adecuarse a la realidad de nuestra democracia y sistema electoral, y podrían elegir las listas electorales del primero al último, incluidos los suplentes en primarias. De esta forma nuestros representantes no serían elegidos por las élites de los partidos sino por los militantes. Los militantes han de tener en los partidos una función más importante que la de meros pegadores de carteles, o elegir a unos delegados para los congresos, para que los líderes de las diferentes familias y sensibilidades hagan sus cambalaches y componendas en los mismos. Un ejemplo fue lo sucedido con Josep Borrell en 1998 cuando ganó las primarias enfrentándose a todo el aparato. El 34 Congreso Federal, celebrado en 1997, acabó con la victoria de Joaquín Almunia. Recuerdo que en dicho congreso el más ovacionado fue Borrell, pero consensuaron que el Secretario General fuera Almunia. Posteriormente ocurrió lo que ocurrió. A continuación aprovecharon la primera oportunidad para defenestrar a Borrell, que tuvo que dimitir por unas causas por las que no dimite casi nadie. Posteriormente, y sin dudar de la capacidad de Almunia, le ofrecieron a Borrell el caramelo de encabezar las europeas, en tanto que, lo que realmente apetece a un político, el poder ejecutivo, se lo ofrecieron a Almunia, que fue nombrado comisiario europeo. Este ejemplo es una prueba de que en bastantes ocasiones por una parte está el sentir de la militancia y por otra la cúpula de los partidos. Un paso más sería permitir las listas abiertas, las que también se podrían elegir por sufragio entre los militantes.
Al hablar de primarias abiertas nos podemos remitir también a EE.UU. En dicho país, generalizando y sin entrar en las peculiaridades de cada estado, los votantes para poder hacerlo, han de registrarse como tales ante algún partido. Esto hace que exista un censo de los potenciales electores y estos pasan a elegir en primarias a su candidato. Normalmente un elector solo puede votar en las elecciones primarias de un partido. En España los votantes adquieren el derecho a serlo simplemente por estar inscritos en el censo. He oído que los socialistas pretenden hacer un censo de simpatizantes, que votarían con el pago de una cantidad simbólica y la firma de un documento en el que mostrarían su cercanía a las posiciones del PSOE; pero como el voto en las elecciones es de momento secreto, ¿quién garantiza la fidelidad e integridad del votante?, ¿quién garantiza que un simpatizante del PP no participara? Esto también podría ocurrir en EE.UU., pero menos.
Los partidos políticos, se entiende, son asociaciones de ciudadanos con una ideología coincidente que ofrecen a la sociedad un programa político y unos candidatos. Cualquier persona, con algunas excepciones (jueces, fiscales militares y algunos otros que se me escapen) pueden formar parte de los mismos y fundarlos. De tal manera que sería más lógico que fuesen los propios militantes quienes eligieran sus candidatos. Los ciudadanos no militantes y lógicamente, también los militantes, pasaríamos a elegir entre las diferentes ofertas que hicieran los partidos. Sin que Felipe González sea santo de mi devoción, he de manifestar mi coincidencia con él en este aspecto. El compromiso que supone militar en un partido político ha de tener alguna diferencia con quien no lo hace.
Es cierto que el artículo 6 de la Constitución establece que los partidos políticos deben tener una estructura interna y funcionamiento democráticos. Sería deseable que así fuera y bueno sería también profundizar en la democratización de los mismos, pero de ahí a obligar por ley, como propone Sánchez, que hayan de celebrarse primarias abiertas obligatorias en todos los partidos hay un paso. Sería obligar a todos los partidos a que funcionasen como quisiera una mayoría parlamentaria que aprobara la ley. Los partidos han de ser democráticos, sí, pero han de ser ellos y solo ellos quienes establezcan su modo de funcionamiento. Ya los ciudadanos en las elecciones pasaremos a decidir, entre otras cuestiones, si nos gusta este funcionamiento.
Concluyendo. Mi opinión es que lo preferible, en nuestro actual sistema parlamentario, serían elección directa de las listas, con su orden, por la militancia. De tal manera que unos diputados con más legitimidad democrática, considero, eligieran al presidente del gobierno.
Solicitar listas abiertas actualmente sería, poco menos, que pedir peras al olmo.