Votos o escaños?
Está claro que los escaños ya que ha sido España la que te ha llevado a unas elecciones...y como elecciones que son... lo que cuentan son los escaños.
Pere Cardús.
Somos los grandes especialistas en promover debates. Primero fue la pregunta. Después fue la fórmula de la consulta. Más tarde, las listas. Que si declaración o proclamación. Dieciocho meses o seis. Que si rotura o transición. Marzo o septiembre. Plebiscitarias o constituyentes. Estado o república. Y, claro, votos o escaños. Más que una nación parecemos un debate. Eh !, que conste que no me parece del todo mal. Siempre me sentido decir que debatir es imprescindible para sentirse partícipe del proyecto. Debatiendo debatiendo, la cosa va creciendo. Sin embargo, a veces en exageramos. Es importante que el debate sea positivo y que sirva para avanzar y no para pelearse. De momento, hemos hecho debates bien crispados y no está mal si nos hemos salido bien.
Si me lo permiten, hoy trataré de meter baza en el último debate que nos hemos montado. Este de los votos o escaños. No recuerdo que ninguno de los informes del Consejo Asesor para la Transición Nacional especificase que serviría de referencia para interpretar el resultado de unas plebiscitarias, elecciones que aconsejaba en caso de no poder hacer referéndum o consulta en condiciones. La mayoría de los partidos que se han pronunciado han marcado la necesidad del 50% + 1 de los votos como mínimo imprescindible para llevar adelante la independencia. Pero también he oído muchas voces que consideran que son los escaños conseguidos que deben determinar la mayoría política.
Para empezar tengo que reconocer que hasta ahora no veía claro qué posición tomar. Por eso me he propuesto analizar qué opciones hay. Y he encontradas tres. Quizás se podrán ampliar por la capacidad creativa de los catalanes, que nunca deja de sorprenderme. Todos estos debates que hacemos los resolvemos siempre con buenas dosis de imaginación, ¿verdad? Miremos, si no, la pregunta que se acordó el 12 de diciembre de 2013. O el 9-N en forma de proceso participativo. O las listas separadas pero con unos puntos y marcas comunes. Los dieciocho meses que se pueden acortar si no hay negociación. O la declaración de inicio del proceso y la proclamación final. O las elecciones plebiscitarias que abren un proceso constituyente ...
A la hora de interpretar el resultado de las plebiscitarias del 27-S habrá tres fórmulas diferentes, pero la decisión será nuestra: contar los votos de los partidos independentistas el 27-S y comprobar si superan el 50% de los votos emitidos; contar los escaños atribuidos a los partidos independentistas y mirar si son más de 68; o la fórmula Carles Boix, que consiste en esperar a la primera sesión del nuevo parlamento, votar la declaración de inicio del proceso y calcular los votos que representan los diputados que han votado favorablemente respecto de los que han votado en contra.
El primer objetivo de la fórmula Boix es no dar por supuesto el voto de todos los diputados. Acostumbrados como estamos aquí en la disciplina de voto, puede parecer que este ejercicio -que exige paciencia- sea innecesario. Pero visto con ojos de quien vive en Estados Unidos y observa cada día que los congresistas y senadores votan según su conciencia y sus intereses, tiene cierta lógica. Y también tiene cierta lógica porque quien puede asegurar que algunos diputados de ICV-EUiA no votarán a favor de la apertura del proceso de independencia? Alguien me dirá -con razón- que también puede ocurrir que algún diputado de un partido independentista vote en contra. Pero esto me extrañaría más.
Y la fórmula Boix aún tiene otro mérito: que impide que nadie sea acusado de aprovecharse de un sistema electoral que hace que no todos los votos valgan igual. Por ejemplo, si la votación en el parlamento se hiciera ahora, ERC tendría 21 diputados con 498.124 votos, mientras que el PSC tendría 20 diputados con 524.707. Si la votación se decantara por un solo diputado, tal vez se podría decir que la mayoría del parlamento no se corresponde a la mayoría social real. Con el sistema que propone el profesor Boix, cada diputado republicano aportaría 23.720 votos al sí, mientras que cada diputado socialista aportaría 26.235 votos al no. De esta manera se compensaría el efecto de un sistema electoral que favorece las demarcaciones menos pobladas.
Los defensores del recuento de votos dicen que es la fórmula más democrática y que parece más un referéndum. Los defensores del recuento de escaños consideran que si España no nos ha dejado hacer el referéndum no se puede exigir ahora que contamos como si lo hiciéramos. Y también que si España nos ha obligado a hacerlo en forma de elecciones, se aplicarán las reglas de gestión del resultado propias de unas elecciones. También hay otra razón a favor del recuento de escaños, que es la viabilidad de gobierno de la alternativa. O mejor dicho, de la no alternativa. Porque como lo harán los partidos unionistas para hacer que el país siga su camino sin una mayoría parlamentaria? Quién gestionará una situación en la que haya un 49% de votos a favor de la independencia y un 40% de escaños en contra? Quien ejercerá de mayoría en una situación así?
A ver, si se consigue más del 50% de los votos, se acaba el debate de golpe. Este debe ser el objetivo. Pero, teniendo en cuenta que no nos han dejado hacer un referéndum, nadie tiene derecho de exigirnos contar votos ni de decirnos que con mayoría de escaños no es suficiente. Por tanto, si hemos acabado haciendo el plebiscito en unas elecciones, con todos los impedimentos que implica, es necesario que se impongan las reglas de juego de unas elecciones. Y esto quiere decir que la política y el futuro del país se decide por una mayoría de diputados de la cámara que representa legítimamente la soberanía del pueblo de Cataluña.
Y si, para acabar de afinar los beneficios que hemos comentado, somos capaces de esperar a dar por bueno el recuento en la primera sesión del nuevo parlamento --fórmula Boix--, cuando vote la declaración de inicio del proceso de independencia, mucho mejor. Porque puede que, así que quede claro el apoyo mayoritario que tiene la independencia, alguna formación o, al menos, algún diputado no quiera quedar fuera del momento histórico y tener que explicar dentro de treinta años a sus nietos que aquel día pulsó el botón del no.