El cívico, festivo, familiar y pacífico nacionalismo catalán se despereza del letargo invernal con gritos a favor de la banda Terra Lliure. Apología del terrorismo en el estrado de la rentré de la Assemblea Nacional Catalana (ANC). No pasa nada; nunca pasa nada. El suflé sube y baja y la violencia es un ingrediente emulsionante, un componente implícito del ismo. Visca, visca, visca..., visca Terra Lliure!, brama el público que asiste al úlltimo acto de la ANC.
David Fernàndez, el chófer de Otegi que preside la comisión Pujol en el Parlament, sonríe. El excelentísimo alcalde, Xavier Trias i Vidal de Llobatera, directamente se carcajea. La primera fila de la política catalana aplaude hasta con los carrillos de las posaderas en la zona cero del área vip. Visca Terra Lliure...
Vuelta a las esencias, al verbo inflamado y la acción directa. 24 de abril, viernes noche, el separatismo se reagrupa. Acto de apoyo a los alcaldes por la independencia. CiU, ERC, Podemos (con cien marcas) y las CUP, el independentismo antistema original, emplazan a sus caciques locales en los lugares de privilegio del mitin de la ANC. Comienza, again, el asalto a la república de los cielos en versión visca visca.
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El nacionalismo catalán ha integrado en su disco duro el software político que sostenía el terrorismo etarra. Dicen que ya es historia, pero la historia se repite. Las clases acomodadas gritan Visca Terra Lliure!, agua para la semilla del odio.
La prensa del régimen en Cataluña anuncia cambios en la cúpula de la ANC, IV Asamblea. La comisaria lingüística de ERC Carme Forcadell cesa al frente del aparato de masas. La sustituirá con toda probabilidad Jordi Sànchez, adjunto al Defensor del Pueblo catalán, el ecocomunista Rafael Ribó. Sànchez, como Fernàndez y en breve Garcìa, el primero de los ocho apellidos catalanes. Al tal Jordi le asiste el mérito de haber sido dirigente de primera hora de la Crida a la Solidaritat en Defensa de la Llengua, la Cultura i la Nació Catalanes (Llamamiento a la solidaridad en defensa de la lengua, la cultura y la nación catalanas), lo que vulgarmente dio en llamarse la Crida, respuesta intelectual al Manifiesto de los 2.300.
Prehistoria. Años ochenta. Los 2.300 estaban a favor de la libertad y el bilingüismo. La Crida, no. La Crida estaba a favor del terrorismo y el idioma propio, loaba la violencia, el secuestro y el asesinato, los crímenes de los suyos y los de ETA también. Aun después de la matanza de Hipercor, esa Crida, dirigida por Colom (el contacto proislámico en el califato catalán) y este Sànchez, pedía el voto para Batasuna en las elecciones europeas y se negaba a condenar tiros y bombas.
Con esos antecedentes, Sànchez es adjunto al defensor del pueblo regional, el Síndic de Greuges, de los agravios en la Generalidad. Y con esos antecedentes se perfila para el cargo de portavoz del pueblo, interlocutor preferente y audímetro ciudadano. No es un tipo incapaz de condenar un atentado, es un tipo capaz de justificarlo el que va a dirigir la ANC, la vanguardia revolucionaria de Artur Mas y Oriol Junqueras, el pueblo catalán, la vía independentista en la Europa albano-kosovar. El defensor del pueblo y el enemigo de los ciudadanos. Cataluña se jodió cuando a un tipo así estuvo a la altura de un cargo público sin tener que renunciar al terrorismo.
PD. La Crida fue fuente de inspiración para organizar el tejido de asociaciones culturales, humanitarias y pacifistas vinculadas a ETA.