El bipartidismo que algunos daban por muerto sigue gozando de cierta salud, al menos en Andalucía, aunque se ha resentido, y mucho, del desgaste de los últimos años por la crisis económica, y de forma relativa por los escándalos de corrupción. El PSOE y el PP han sumado el 62,2 por ciento de los votos, frente al 80,2 por ciento que lograron en las elecciones de 2012 (casi 630.000 votos menos entre los dos, 500.000 solo por el PP). El matiz es importante: la mayor caída corresponde al PP, que se desploma 14 puntos, mientras que los socialistas retroceden algo más de cuatro puntos, a pesar de ganar las elecciones.
Los dos grandes partidos mantienen pese a todo los primeros puestos de cabeza, y suman 80 diputados de los 109 que componen el Parlamento andaluz, 17 menos de los obtenidos en las elecciones de 2012.
Es cierto que las elecciones andaluzas tienen una personalidad propia muy acusada, como lo demuestra el hecho de que el PSOE ha gobernado siempre en esta Comunidad, desde hace más de 30 años. Pero muchos querían ver en esta cita electoral un «test» del estado de salud del modelo bipartidista, no puro, que ha predominado en España durante toda la democracia, y que, según arguyen sus defensores, ha proporcionado «estabilidad».
PP y PSOE siguen dominando con claridad
El resultado salta a la vista en este primer examen de un año electoral especialmente intenso. Los electores han castigado en mayor medida al Partido Popular, pero también al PSOE de Susana Díaz, aunque entre los dos siguen dominando con claridad el mapa político andaluz.
El «asalto» de Podemos
El tercer partido, Podemos, queda bastante atrás, con un 14,8 por ciento de los votos, casi la mitad de los conseguidos por la segunda fuerza política, el Partido Popular. Un resultado que queda muy por debajo de las expectativas levantadas por la organización de Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez, quienes afrontaban los comicios con la intención de «asaltar» el poder. A no ser que Susana Díaz decida pactar con Podemos, este partido quedaría relegado a un papel muy secundario.
Las tres fuerzas minoritarias que tendrán representación en el Parlamento autonómico andaluz suman el 31 por ciento de los votos, con 29 diputados, frente a los 80 que suman el PP y el PSOE. La brecha entre los dos primeros y los siguientes sigue siendo, como se ve, considerable aunque ahora haya más partidos en liza. El primer aviso al bipartidismo en España se dio en las elecciones europeas de mayo de 2014. El PP y el PSOE volvieron a ser los dos partidos más votados, pero sus votos sumaron el 49,1 por ciento, con 30 de los 54 eurodiputados. En las anteriores elecciones al Parlamento Europeo, en 2009, el PP y el PSOE sumaron el 80,9 por ciento de los votos, y 47 de los 54 diputados. Es decir, el retroceso de los dos grandes fue de más de 30 puntos en porcentaje de voto.
En la primera partida la «vieja» política ha ganado la partida
Las elecciones andaluzas suponen otra lección para los que querían plantear estos comicios como un enfrentamiento entre las «nuevas» y las «viejas» políticas. Las «nuevas» serían las que practican los partidos emergentes, como Podemos o Ciudadanos, con una relación mucho más directa con los ciudadanos y con una exigencia de transparencia mayor. Las «viejas» se identificaban con los partidos tradicionales, acosados por los escándalos de corrupción y por la crisis económicas, que ellos han tenidos que gestionar.
En esta primera prueba del año, la «vieja» política ha ganado la partida a la «nueva», por mucho que se haya dejado algo de músculo por el camino. Los ciudadanos han valorado los partidos conocidos y los programas que han considerado más realistas, frente a otras opciones inéditas todavía en las tareas de Gobierno dentro de España.