Todos los partidos creen que las elecciones catalanas del 27 de septiembre son determinantes. Los independentistas, porque las presentan como un plebiscito sobre la ruptura con el resto de España; sus adversarios, porque ven en ellas la posibilidad de frenar los planes de Artur Mas y Oriol Junqueras o porque servirán como termómetro para las generales de finales de año.
Y, bajo ese prisma, es normal que todos quieran controlar hasta el último detalle que esté en su mano para encarar las urnas en las mejores condiciones posibles. Desde los partidos que se oponen a la secesión, por ejemplo, se han criticado dos aspectos relacionados con la fecha elegida por Mas: que el inicio de campaña vaya a coincidir con la Diada-y con la exhibición de poder independentista en que se ha convertido en los últimos años- y que la votación caiga en pleno puente de la Mercè, que sólo se celebra en Barcelona.
Tanto PSC como PP y Ciutadans se han quejado de esta circunstancia, porque no la ven casual. El último en hacerlo fue ayer Albert Rivera, durante la presentación de los candidatos de su partido. «Poner el 27-S en un puente como hace el nacionalismo es para desmovilizar a la población», dijo Rivera, que aprovechó para llamar a los barceloneses a las urnas: «Nos jugamos hasta nuestro pasaporte».
Las críticas de Rivera, que pidió que el 27-S se convierta en «un gol de Mas en propia puerta», se añaden a las de dirigentes del PP como Alberto Fernández Díaz. El líder de ese partido en Barcelona ha advertido de que «Mas pretende desmovilizar el voto de Barcelona y el área metropolitana, el menos independentista, haciendo coincidir la jornada electoral del 27 de septiembre con el puente de la patrona de Barcelona».
«Nosotros estamos convencidos de que no es ninguna casualidad que las elecciones coincidan con un puente», dicen en la dirección del PSC. Y también coinciden en que «cuanto más alta sea la participación» el 27-S, «será porque más no independentistas habrán votado».
Barcelona es la provincia más poblada de Cataluña con mucha diferencia, y también la que vota siempre menos en proporción a partidos nacionalistas y la que elige a más diputados (85 escaños, por 18 de Tarragona, 17 de Girona y 15 de Lleida). Pese a ello, es claramente la más perjudicada por el reparto que establece la ley electoral, que los soberanistas no quieren hacer más proporcional: conseguir un diputado en Barcelona cuesta casi el doble de votos que hacerlo en Lleida.
En cualquier caso, los partidos coinciden en que la participación durante el 27-S va a ser un medidor bastante fiable del resultado. Históricamente, las generales han sido unas elecciones más atractivas para los catalanes que las autonómicas. En las últimas cinco convocatorias al Congreso, la media de participación en Cataluña es del 70,7%, mientras que cuando las elecciones son al Parlament la participación baja un promedio de 10 puntos: es del 60,8% en el mismo periodo.
Convencidos de que la causa principal de ese desajuste es que los habitantes de Barcelona -la provincia que acoge a un mayor numero de ciudadanos que nacieron fuera de Cataluña, y también a la mayor bolsa de castellanohablantes-, los no independentistas van a centrarse en movilizar a esos ciudadanos.
Todos subrayan que en las autonómicas de 2012, cuando Mas ya había virado hacia el soberanismo -aunque no había llegado tan lejos como ahora: pedía la celebración e un referéndum-, se registraron los datos más altos de participación de la historia en este tipo de comicios. Votó un 67,9% de los catalanes, y CiU perdió 12 diputados.
El PP se ha atrevido incluso a poner números sobre la mesa. «Con un 72% o un 73% de participación global, a los independentistas se les desmonta el chiringuito y se les acaba la broma», dijo hace algunos días el candidato del partido a presidente de la Generalitat, Xavier García Albiol.
Los informes del partido, y también los de la entidad contraria al independentismo Societat Civil Catalana (SCC), dicen que con una participación en torno al 60% o al 62%, lo habitual en las autonómicas, los soberanistas pueden obtener la mayoría absoluta. «Pero sus posibilidades serían mínimas con un 75% o un 80%», afirma el presidente de esa asociación, Josep Ramon Bosch.
Esta asociación cuenta con un observatorio electoral. Su coordinador, Felipe Moreno, recuerda que, en la consulta del 9-N, «el independentismo se quedó en un 25% de apoyo en los 18 municipios más poblados de Cataluña», casi todos ellos en la provincia de Barcelona. «En nuestros datos queda claro que los independentistas están mucho más movilizados, y que un aumento importante de la participación el 27-S les perjudicaría claramente», afirma.