La gran mayoría de los "Cara a Cara" históricamente muestran pocas cosas nuevas sobre los presidenciables. A veces un candidato se ve o suena horrible, como Richard Nixon en 1960 o Carter en 1980. Y en otras su genialidad es la que marca el debate: como Reagan en 1984 cuando el demócrata Walter Mondale comenzó insinuando que era demasiado mayor para el puesto, y Reagan le atacó respondiendo que "no estaba dispuesto a explotar con motivos políticos la juventud y la inexperiencia de su oponente". Todas las personas que asistían en directo al debate rieron a carcajadas, incluido Mondale, ante la brillante respuesta.
Pero la realidad es que la mayoría de los debates presidenciales en EE.UU y en España se pierden o se ganan por la venta y predominio de los temas y mensajes expuestos, no por el carisma de los candidatos. Lo sabe bien Felipe González que perdió su primer debate. Y el "Cara a Cara", organizado ayer por la Academia de la Televisión y moderado eficazmente por Manuel Campo Vidal, entre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el aspirante, Pedro Sánchez, se enmarca perfectamente en esta tendencia.
No hubo "niña de Rajoy", ni "el Buenas Noches, Buena Suerte de Zapatero", ni tan siquiera ese "error histórico" de Rubalcaba cuando hace cuatro años dio indirectamente por ganador de las elecciones a Rajoy: "le voy a decir lo que va a hacer usted (cuando sea presidente)".
El presidente fue a no cometer errores y a agotar los tiempos. Su especialidad. Y a gobernar el centro y el sentido común. Cerrando su mensaje con disciplina y tratando de mostrar solvencia, gestión y experiencia. Se trata de un formato que domina, sentado, entre papeles y que, para ser honestos, al estar organizado y encorsetado en bloques abiertos y no en preguntas concretas, favorece al presidente. En las cinco ocasiones en las que ha habido un cara a cara en nuestro país entre un presidente y un aspirante, el presidente sólo ha perdido una vez.
Sánchez, por su parte, sin el concurso de Albert Rivera y Pablo Iglesias, quería posicionarse ante los electores de centro izquierda que el PSOE es el voto útil para el cambio el próximo domingo. Comenzó nervioso, equivocándose en la primera pregunta, abandonando el lenguaje presidencial y honestamente le costó entrar. Bronco, abandonó el centro y la imagen presidencial. Atacó demasiado. Y se equivocó interrumpiendo en exceso a Rajoy. No dejaba espacio para vender su alternativa. Y le faltó la templanza que suele mostrar Pablo Iglesias cuando lanza sus ataques. No fue a ganar el debate sino a cubrir posición.
En un "Cara a Cara" sólo puede quedar uno. Es la esencia del formato: la liquidación en un día. Si pierdes tu oportunidad, lisa y llanamente, has perdido el debate. Ganó Rajoy, porque salió vivo del debate, al igual que está suceciendo durante los 15 días de campaña. En un mercado electoral tan abierto el cara a cara podía mover nuevamente hasta 5 puntos, como se ha demostrado en los resultados de los sondeos con la subida tanto del PP como de Podemos tras su victoria en el debate a cuatro de Atresmedia.
Por un debate no se ganan las elecciones, pero sí puedes terminar de perderlas. Y Sanchez se jugaba mas que un debate: su liderazgo y la segunda posición. Perdió en economía, en política exterior, en Catalunya, le empataron en políticas sociales, Rajoy llegó a decirle 'usted no da ni un dato'. Y no lo daba. Le llegó a acorralar diciéndole que concretara las críticas: 'Dígame que he hecho'. Y nada.
Cuando entraron en la corrupción, tras el ataque duro de Sanchez, el presidente le devolvió el golpe en el momento clave del debate: 'usted es joven y va a perder las elecciones'. Si de verdad creía que debía haber dimitido, debería haber presentado una moción de censura'. Ese era el giro nuevo. Lo que hace 'usted es ruin, mezquino y miserable'. Sanchez era ya el poli malo. Y eso no es bueno para los indecisos. Si el cara a cara era una entrevista de trabajo, piensen si las formas y modales de Sanchez le beneficiaron o le perjudicaron.
Fue también una batalla generacional. Y aunque Rajoy no tuvo el talento de Reagan, Sánchez sí nos pareció Mondale. Y como Walter perdió.
Iván Redondo
Consultor político