Re: Mas a la carcel???
Gran parte de la inacción del Gobierno Rajoy frente al proceso separatista catalán tiene su causa más probable en un sobreentendido. Además de atenerse a la ya clásica cautela de no echar más leña al fuego, los dirigentes del PP parecen haber supuesto todo este tiempo que los directores de la orquesta separatista, que no son otros que Artur Mas y su partido, en realidad no se proponían llegar hasta el amargo final.
Esa inacción, que se tradujo en consentir cuanto no fuera una declaración expresa de soberanía o independencia, como la de 2013, que sí fue recurrida ante el TC, podrá interpretarse de distintas formas. Pero como se suele actuar siguiendo pautas acostumbradas, pensando que lo que sucede es semejante a lo que ha sucedido otras veces, no es descabellado inferir que dieron por sentado que lo de Mas era un gallina: una movida para asustar y presionar a Madrit, lanzándose hacia el precipicio de la secesión con gran dramatismo y aparato, pero sin intención de arrojarse al vacío.
Creyeron, así, que Convergencia volvería en algún momento a su antiguo ser posibilista porque su objetivo no declarado, pero real como la vida misma, no podía ser otro que arrancar un nuevo y privilegiado estatus para Cataluña, esto es, y conviene precisarlo, un nuevo y privilegiado estatus para el nacionalismo hegemónico, de tal manera que el "aquí mandamos nosotros" quedara perfecta y perpetuamente blindado.
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El sobreentendido de que Mas no haría finalmente lo que decía que iba a hacer tenía algún fundamento. Estaba la conducta de CiU a lo largo de las pasadas décadas, incluidos sus entendimientos con el PP en muchas ocasiones, y algunas bien cercanas: Mas negoció y obtuvo el apoyo de los populares a sus presupuestos en su primer mandato, y a cambio el Gobierno Rajoy tuvo el respaldo de CiU a los suyos.
Estaba también el puro cálculo racional de costes y beneficios: ¿para qué cargar con los costes que tendría una separación si se tiene la posibilidad de continuar avanzando hacia una suerte de independencia de facto? De hecho, esa era seguramente la opción preferida de una parte de los votantes de Convergencia que eligieron la papeleta de los Juntos el 27-S: no tanto la secesión como un modus vivendi más ventajoso, que significara, ante todo, pagar menos.
Pero el sobreentendido que está en la base de la inacción del Gobierno se funda en una subestimación de los cambios que ha habido en el catalanismo político en el último lustro, y en un malentendido muy común. Es el malentendido de que Mas y su partido representan los intereses de una burguesía catalana que está por tensar la cuerda con Madrit, pero no hasta el punto de secundar aventuras, no digamos aventuras revolucionarias, que puedan perjudicar sus negocios, sus industrias, su comercio o su trabajo. Es la suposición de que ese burgués de la base social de Convergencia iba a actuar de elemento moderador e iba a evitar, siempre por propio interés, que se llegara al traumático salto al vacío.
El problema es que tal suposición no tiene en cuenta que hay otros actores mucho más determinantes en el proceso separatista. Benito Arruñada y Víctor Lapuente explicaban en su artículo "El cisma entre burguesía y 'clerecía'" que esa clerecía, formada por "quienes viven de crear, preservar y diseminar la cultura nacional", está interesada en exacerbar el conflicto y llevarlo hasta sus últimas consecuencias.
¿Quiénes forman la clerecía en la Cataluña de hoy? Los autores incluían a funcionarios, escritores, académicos y otros profesionales "dedicados a una amplia serie de actividades, que abarca desde escribir poemas a diseñar balanzas fiscales, desde dar clases de bachillerato a presentar noticias o producir teleseries".
Para este grupo, nada despreciable en dimensiones, la secesión sólo tendría ventajas. "Multiplicaría la demanda de sus servicios, como ya lo logró con la Administración autonómica", decían Arruñada y Lapuente. "Hasta el mismo proceso soberanista le resulta rentable, pues cuanto más tormentosas son las relacione con el resto de España más se venden muchos de sus productos. De libros a tertulias". Además, saben que, "de triunfar la independencia, sus esfuerzos serían recompensados con altos cargos en el nuevo Estado", y que en caso de fracasar “tienen las espaldas cubiertas con sus trabajos en el sector público”.
La clerecía, en fin, es el grupo que nutre al movimiento separatista catalán y el que realmente lo lidera. Esta aventura es su aventura, y no tiene ningún interés en abandonar y echarse atrás. No vacilarán en llegar hasta el final, porque tienen poco que perder y, en cambio, si lograran su propósito, tendrían mucho que ganar.
Cristina Losada