El cargo más modesto que Jorge Fernández Díaz ha tenido desde 1978 ha sido el de concejal del Ayuntamiento de Barcelona. Desde que se aprobó la Constitución hasta que el presidente Mariano Rajoy le nombró ministro del Interior en 2011, Fernández Díaz ocupó una variada ristra de cargos de segunda línea, asociados a la estructura del Estado. El cabeza de lista del PP catalán, ha sido gobernador civil de Asturias y de Barcelona, ha ocupado varias secretarías generales y ha sido diputado en el Parlamento y en el Congreso. En los últimos 40 años no ha quedado nunca fuera del reparto del pastel político. Curiosamente, el mismo se podría decir de su hermano Alberto, otro veterano intocable del mismo partido.
Hijo de un teniente coronel de caballería del ejército de Franco, Fernández Díaz nació en Valladolid en 1950, pero ha pasado la mayor parte de su vida en Catalunya. Durante la transición militó en la UCD de Adolfo Suárez y luego formó parte del ala blanda del PP, la más tolerante con el nacionalismo catalán. En 1990, en plena crisis del partido de Aznar en Catalunya, fue desbancado por Alejo Vidal-Quadras. El líder popular del ala dura impuso su ley mientras Aznar hizo oposición al último gobierno del PSOE sostenido por Convergencia. Entonces Aznar creía, como Ciudadanos, que eso de Catalunya era una broma, un accidente inoportuno de la historia de España fácil de solucionar. En 1996 vinieron las elecciones y el pacto del Majestic, y Vidal-Quadras fue destronado por órdenes de Pujol.
Algo que llama la atención del caso de Fernández Díaz es que un político que ya mostraba graves limitaciones en los debates televisivos de los años ochenta, haya sobrevivido a tantas hecatombes. Su larga trayectoria, digna de un Rodolfo Martín Villa, da idea de hasta qué punto la mediocridad ha contribuido a asegurar el sistema de equilibrios que ha aguantado España en los últimos 40 años. A raíz de la confesión de Pujol, la prensa ha vinculado Fernández Díaz con el ex presidente de la Generalitat y, en definitiva, con los tejidos más íntimos de los pactos de la Transición. Actualmente el ministro es supernumerario del Opus e incluso premia vírgenes, pero se dice que su relación con Dios pasó tiempos más difíciles, cuado fue a Las Vegas en plan golfo y se le aparecio la Virgen.
El hecho de que Fernández Díaz sea cabeza de lista por Barcelona deja en evidencia que el PP da Catalunya por perdida y que espera obtener suficiente réditos de su política en el resto del Estado. Fernández Díaz hace tándem con Alicia Sánchez-Camacho, que es hija de un guardia civil, y que hizo el trabajo sucio de Madrid contra el independentismo antes del 9N. Quien no vea el fondo simbólico de la lista del PP es que ignora la historia o, simplemente, es que no la quiere conocer, como algunos de los foreros qu aqui escriben.