Había salido, en efecto, del instituto, y en compañía de Ángela, una amiga y compañera del instituto (...). Al llegar al apartamento nos encañonaron dos pistolones, uno en cada ventanilla, con dos tíos detrás, sin enmascarar, uno más alto, que era el que mandaba, y otro que le secundaba con unos movimientos muy raros. El que mandaba se sentó al lado de Ángela y sin dejar de encañonarla le ordenó desaparcar y salir en una dirección que pronto nos sacó de Barcelona. (...)
No recuerdo quién nos ató ni a quién ataron primero, aunque supongo que a mí. Y fue cuando me vi a mí mismo desde fuera viviendo una horterada lorquiana y les pregunté lo obvio:
–¿Me vais a matar?
–De momento, no –dijo, siempre con su media sonrisa, el nazi de serie B– Pero te vamos a dejar un recuerdo.
–Escucha, no hagas algo de lo que te vayas a arrepentir. Yo me voy de aquí en un mes y no tengo el menor interés en volver –dije yo, por decir algo, no porque pensara que podía convencer al nazi, sino a ver si aquello terminaba de una vez. (...)
Puso su pistola en mi rodilla y disparó. Como era alto, el disparo fue de arriba abajo y no destrozó la rótula, como sin duda era su propósito, sino que agujereó la cabeza del fémur. Creo que el dolor es mayor, aunque en esa área no lo haya menor, pero si el tiro sale limpio y te atienden pronto es más fácil recuperarse y no quedarse cojo del todo. (...)
Los héroes catalanes salieron corriendo y no hay que decir que lo que menos me importaba entonces era quedarme cojo, sino desatarme y evitar que me desangrara. Pero los nudos eran muy fuertes y estaban detrás del árbol. Ángela, en cambio, estaba atada en el suelo y, tras un rato de forcejeo, consiguió soltarse las manos, luego los pies, luego hacerme un torniquete a mí encima de la herida, soltarme con cuidado del árbol y dejarme allí, apoyado en el tronco, mientras ella salía a la carretera cercana a buscar auxilio. Y lo encontró: un coche del 091 que hacía una ronda de rutina. Me cogieron en volandas y me llevaron a urgencias. Del viaje, no recuerdo apenas nada.
La ciudad que fue. Barcelona, años 70. Federico Jiménez Losantos. Temas de Hoy 2007. (Pag 354, 355, 356)