el caos de la sanidad catalana
"En ocasiones, la permanencia en el pasillo responde a la decisión de la enfermera, que quiere tener al paciente a la vista", afirmaba en una entrevista publicada en este diario, el pasado sábado, Antoni Comín. El 'conseller' de Salut explicaba así que algunos pacientes tengan que permanecer en una camilla en los pasillos de los servicios de urgencias de los hospitales. Sus palabras han molestado, y mucho, a numerosos profesionales de la enfermería, que han expresado su malestar tanto individualmente como a través de las entidades en que se agrupan.
El sindicato de Enfermería Satse, el Col·legi d’Infermeria de Barcelona y la Federació d’Associacions d’Infermeres de Catalunya (FAPIC), fueron los primeros en hacer pública su queja. Pero después han sido muchas las enfermeras que se han mostrado molestas en diversas cartas que han escrito a EL PERIÓDICO a título personal o en representación de colectivos.
Gabriel López
ENFERMERO DEL HOSPITAL DE BELLVITGE
No estamos cansados de nuestro trabajo sino de los años de deficiencias sin resolver»
"Dudo de que alguna de mis compañeras haya podido decir que prefieren tener los pacientes la vista. Solo lo entendería, si acaso, si no se dispone de los medios técnicos o si se trata de un hospital con serios déficits en el diseño de los espacios", desmiente Montserrat Montaña, enfermera del Hospital de Sabadell y del Parc Taulí y profesora de Enfermería en la UB y las Escuelas Universitarias Gimbernat (UAB).
"Indignación" es una de las palabras más repetidas en algunas de las cartas. Indignación por la responsabilidad que les atribuye el 'conseller': "Las enfermeras nos hemos sentido, una vez más utilizadas", denuncian la Associació Professional Infermeres Hospital Clínic (APIHC) y el Comité Delegades Infermeres Clínic (CDInf) en una carta abierta a la 'conselleria'.
"Indignación" también por las condiciones de trabajo. "Los servicios de urgencias funcionan por la buena práctica y gestión de su personal, que trabaja con recursos humanos, materiales y estructurales deficientes; haciendo una gran esfuerzo por ofrecer la mejor atención en el menor tiempo posible, con la mayor calidad y seguridad; intentado mantener la intimidad y la dignidad", sostiene Ágata Pujol, enfermera de urgencias del Hospital del Vall d’Hebron en una carta que recoge su opinión y la varias compañeras de este servicio.
Àgata Pujol
ENFERMERA DEL HOSPITAL VALL D'HEBRON
Los servicios de urgencias funcionan gracias a la buena práctica y gestión de su personal»
AÑOS DE CARENCIAS
Se trata, sostiene, del lamento de quien reivindica y lucha por una asistencia mejor a los pacientes. "No estamos cansados de nuestro trabajo, sino de la ineficacia de los políticos que hablan de lo que les explican y de los años sin resolver de pacientes en los pasillos, traslados, ingresos derivados…", escribe Gabriel López, con 20 años de experiencia en el servicio de urgencias del Hospital de Bellvitge. Reflexiones tras una conversación entre compañeros. "Los servicios de urgencias no se pueden dimensionar pensando en situaciones excepcionales, pero tal vez los 6.000 millones de euros (no 1.500) que se han dejado de invertir en los últimos seis años en el sistema sanitario tienen algo que ver", recuerda Montaña a Comín.
Mientras, la APIHC y la CDInf salen en defensa de los usuarios, a los que, dicen, el 'conseller' ha convertido en responsables indirectos de la situación por el uso y abuso de los servicios de urgencias, sumidos en el caos. Un caos en el que "el personal de enfermería es el que asume una vez más un orden dentro del caos"