La rebelión de la Cataluña libre de nacionalismo
En Cataluña, ante el abandono por parte del Estado, que ha permitido que los constitucionalistas catalanes pasen a ser ciudadanos de segunda frente a unos secesionistas cada día más crecidos, hay grupos de ciudadanos que han decidido que van a hacer ellos el trabajo que no hacen las instituciones que deberían velar por los derechos cívicos y las libertades de todos. Y esto no debería ocurrir si los políticos hicieran su trabajo.
Barcelona sufre desde hace más de dos meses cortes en una de sus principales vías de comunicación, la Avenida Meridiana, por parte de un puñado de radicales que han decidido que el derecho a la libre circulación de los ciudadanos no existe cuando a ellos les apetece. Y cuando les da la gana, que es cada día, bloquean el tráfico afectando a la vida de miles de vecinos y transeúntes.
Por supuesto, todos los poderes públicos miran hacia otro lado. En un par de ocasiones han intervenido los agentes policiales para disolver a los cuatro gatos que cortaban la Meridiana. Llevan más de sesenta días bloqueado esta vía con total impunidad mientras el ayuntamiento de Ada Colau, la Generalitat de Quim Torra y el Gobierno central de Pedro Sánchez daban todo tipo de excusas. Y en el caso del gobierno autonómico, apoyando, dado que hasta diputados de JxCAT han ido a interrumpir el tráfico.
La impunidad de los radicales secesionistas llega hasta tal extremo que se permitieron amenazar con una “lista negra” tomando los datos del vehículo a un conductor de un autobús que protestó con vehemencia contra este abuso. Están tan convencidos que tienen barra libre, que “las calles son suyas”, que ya no permiten ni el derecho al pataleo. Esta es la situación que se ha creado en Cataluña ante la pasividad, complicidad y apoyo por parte de los que deberían resolver problemas, no fomentarlos.
Ante este abuso cotidiano el pasado martes un grupo de ciudadanos libres de nacionalismo, hartos de este abuso, cogieron sus banderas de España y se fueron para la Meridiana para protestar. Por supuesto, la policía autonómica protegió a los secesionistas que cortaban por enésima vez esta vía estratégica y evitó posibles incidentes, pero los gritos de apoyo de los conductores y los vecinos a los contramanifestantes que lucían sus rojigualdas fueron multitud. Porque la gente está harta que un puñado de radicales separatistas se salten cada día las normas de convivencia desde hace años.
No se trata de incitar a los ciudadanos a tomarse la justicia por su mano, ni a provocar enfrentamientos civiles. Se trata de que las instituciones garanticen los derechos de todos. Y no lo están haciendo. Y si la policía no hace su trabajo, se corre el riesgo que la gente quiera hacerlo por su cuenta. Y eso es lo que pasa desde hace años en Cataluña, por suerte sin graves enfrentamientos civiles, pero ante la dejación de los políticos ante los continuos abusos del secesionismo, la situación se puede complicar.
¿Por qué desde hace años cada noche docenas de catalanes libres de nacionalismo se juegan el tipo para quitar lazos amarillos, esteladas y pancartas ofensivas hacia todos los españoles del espacio público? Porque los poderes del Estado han permitido que el secesionismo se haya apoderado de las calles y los edificios oficiales, patrimonializando lo que debería ser unos equipamientos de todos los ciudadanos. Lo han hecho con impunidad, y presumiendo de ello.
A pesar de las sentencias que han exigido neutralidad del espacio público en Cataluña este no existe, y en centenares de localidades el color amarillo de los lazos lo tiñe todo. Y catalanes libres de nacionalismo cada noche, con riesgo de que radicales secesionistas les golpeen, o que agentes policiales “patrióticos” los identifiquen o detengan, intentan que las calles sean de todos, y no solo de los secesionistas.
Y la situación se puede volver endiablada si los posibles pactos con ERC y JxCAT dan al secesionismo más alas para seguir con su estrategia de expulsión del espacio público de los millones de catalanes que no comulgan con el nacionalismo. Es necesaria, de una vez, firmeza para que los derechos de los ciudadanos libres de nacionalismo sean protegidos. Aunque vista la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, y el posible pacto de investidura con los de Junqueras, parece que estamos más cerca del incremento de la barra libre para el secesionismo.