Re: Cataluña verano 2019
Enrique Vila
Hace gracia ver cómo los periodistas uniformados se dedican a escarnecer el presidente Quim Torra, mientras pasan el cepillo más grande que encuentran por la espalda de Pedro Sánchez. Como ya expliqué cuando fue investido, la función del presidente de la Generalitat es avergonzar a los catalanes para enterrar la hegemonía pujolista en su propia parodia.
Desde que los votantes de Jordi Pujol comenzaron a abrazar el independentismo, España ha visto abdicar un rey y se ha vuelto cada año más ingobernable. El referéndum del 1 de octubre demostró hasta qué punto los partidos catalanes habían perdido el control de los electores. Una democracia no puede eliminar masivamente sus votantes, pero tiene herramientas para intentar redirigirlos.
El Estado, pues, quiere empequeñecer el espacio pujolista para digerirlo y expulsarlo de su organismo institucional como un excremento Además, antes de consolidar una nueva hegemonía que se adapte a las necesidades recentralizadoras de Madrid. España es ahora mismo como un perro que mordisquea y babea una pelota envenenada con el objetivo pueril e instintivo de tragársela la y de hacerla desaparecer.
Aunque la prensa uniformada no lo recuerde, Sánchez es de largo la figura más mediocre de los tres políticos jóvenes y encendidos que el estado promovió tras el 9-N. Entonces, CiU ya había dilapidado las mejores cartas del independentismo de acuerdo con el PP y parecía que Podemos o Ciudadanos podrían batir en las urnas. Lo que muy pocos previeron es que ERC sería capaz de hacer aún mayor el balón.
El presidente Torra está pensado para reducir la imagen de Cataluña en el tamaño de la mediocridad de Sánchez y de los límites democráticos que el Estado cree que se puede permitir sin romperse. Así como Boris Johnson es una caricatura de Inglaterra, ideal para desmoralizar a los votantes del Brexit, Torra es una caricatura de Cataluña perfecta para intentar rematar el independentismo.
Como ha demostrado Manuel Valls, la política española gira alrededor de Barcelona y los partidos y los periódicos necesitan una figura cómica como Torra que haga parecer aceptable la petitorio gris y contrahecha del líder del PSOE. A otro nivel, Jordi Pujol también se hacía el loco en tiempos de Felipe González. El presidente catalán lo sabe y mujer pececillo que la vida le ha enseñado a sobrevivir haciendo el papel del cornudo que paga la bebida.
Al igual que Boris Johnson, la manera que Torra tiene de salir adelante de las situaciones es mantenerse en un nivel de abyección algo más honesto que los adversarios que lo desprecian. Termine como termine la investidura de Sánchez, deberá bastado cuatro tuits para quedar reforzado, gracias al papelón que han hecho los diputados de ERC y de la antigua Convergencia.
Mientras el progresismo tenga público para hablar de vacas violadas, Torra y Sánchez harán tirando y se aguanta el uno al otro, flotando entre la miseria. El problema es que las vacas violadas no podrán disimular que la misma izquierda que pervirtió la Transición en nombre de los valores sociales ahora se deja utilizar por la monarquía para legitimar la obsesión unitarista de la ultraderecha.
El gobierno de Sánchez será la última cosa que los supuestos herederos de la República tendrán margen de hacer. Basta escuchar el portavoz de Vox en el Congreso y ponerlo junto a Inés Arrimadas para ver hacia dónde tumbará España. Cuando el decorado que se ha montado sobre la tumba del processisme caiga, lo hará con tanta fuerza que lo arrastrará todo y sólo quedará la historia.
Cuando la historia vuelva, quedarán enfrentados españoles y catalanes, como siempre, pero sin disfraces ideológicas para que las naciones vuelven. Entonces quizás algunos caraduras lamentarán no haber hecho las cosas cuando tocaba. Dentro de su fatalismo pintoresco, Torra tiene presente embargo, a diferencia de Rufián, Aragonés, Borràs y la mayor parte de la patuleia los partidos que le rodea y se ríe en su espalda.