¡Que se joda la gente normal!
Hay tensión, mucha tensión en el ambiente. Desde la enorme jaula de cristal las personas se mueven como hormiguitas insignificantes, bichejos que deambulan ajenos a la tormenta de miseria que está a punto de caerles encima. La mesa de nogal ovalada está ocupada por una docena de elegidos con el estómago contraído, peligra su fortuna, su reputación y su futuro. Se pasaron de frenada y expandieron toneladas y toneladas de bonos basura, acciones contaminadas, millones de dólares virtuales que les van a llevar a la ruina si no toman decisiones rápidas. Alguien tiene que pagar por ello.
La escena está sacada de la película Margin Call, estrenada en España como El precio de la codicia, del director J.C. Chandor, protagonizada entre otros por Jeremy Irons, Kevin Spacey o Demi Moore. Cuenta el crack de Lehman Brothers en Estados Unidos. La calificación de riesgo que el Banco hace de un producto financiero es errónea y está provocando la degradación de la entidad hasta su posible quiebra.
Las luces de la ciudad iluminan el gran despacho. Hay que vender los activos tóxicos a cualquier precio con tal de salvar la compañía. Son actores reconocidos, pero ahora pongan los lectores rostros habituales en los periódicos, protagonistas empresariales, banqueros, políticos, altos ejecutivos… de nuestro país
La decisión del consejero delegado es rotunda: hay que vender a cualquier precio. -Pero a quién le vendemos, pregunta uno de los halcones -¡¡Quiero que disparéis a todo lo que se mueva!!, clientes, amigos, a vuestra madre si quiere comprar, -Pero vendemos algo que sabemos que no vale nada y mataremos el mercado, comenta otro con agudeza, -Para que podamos sobrevivir, para eso tenemos que vender, cierra el que más dinero gana, según sus propias palabras y por eso sabe qué hacer y en qué momento.
La escena acojona. Y por la mente del espectador pasa el thriller reciente del escándalo de alguna ilustre entidad financiera española.
Por la conciencia de alguno penetra un rayo de inquietud, -Pero vamos a arruinar la vida de mucha gente a sabiendas, va a afectar a la gente normal, les dejaremos sin trabajo, - La gente normal que se joda, ellos saben que somos necesarios para que el mundo gire, contesta otro afilando las garras y esperando la complacencia del preboste mayor. Otro, con gran autoridad saca conclusiones, -Escúcharme, el suelo se mueve bajo nuestros pies y parece que no hay otra salida. Os digo que mañana van a decir cosas muy desagradables sobre lo que vamos a hacer hoy, pero si lo pensáis bien, no hemos malgastado nuestro talento, usamos nuestras habilidades para algo bueno, el dinero es solo dinero, trozos de papel con fotos.
Ha de rodar alguna cabeza, todos lo saben. En ese circo hay que ofrecerle al pueblo algún sacrificio para que pueda compensar su ignorancia, su indignación y su impotencia. Pero todos tienen un precio y todos los saben. Sin trabajo no se van a quedar. Las ramificaciones de la corrupción son ingentes y pronto les llamarán para ocupar otros puestos de prestigio.
Hay que salvar la entidad, la reputación financiera de nuestro país no puede estar en peligro. Nos han dado en Europa mucho dinero para salvar a las entidades en ruina. El presidente de Bankia, afirma en una entrevista, con palabras que parecen robadas del guión de la película citada que el dinero que nos ha dado Europa, en realidad ha servido para salvar a los clientes. Hace falta caradura. (Los directivos de Caja Madrid se embolsaron 107 millones de euros en siete años)
Toda esta reata de golfos, sinvergüenzas y terroristas de las finanzas, han comprado su silencio con indemnizaciones multimillonarias. Son cómplices de corrupción, silente o con altavoz incorporado y seguro saldrán impunes pues ningún juez tendrá recursos suficientes para meterlos en la cárcel hasta que se pudran. Y si acaso lo consiguen con alguno, pronto lanzarán torpedos de maledicencia contra el juez que tuvo la osadía de dudar de su honorabilidad. Y si no, utilizarán su dinero para mercar su libertad inmediata.
El precio de la codicia, Margin Call, debería ser de visualización casi obligatoria en la universidad y hasta en las escuelas, también para todos aquellos que quieran saber cómo es el mundo de los tiburones financieros. De sus covachas de lujo, del desprecio que sienten por todo lo que no sea el beneficio inmediato. Para esta caterva el resto de los ciudadanos son solo números, estadísticas, hormigas que pueden ser pisoteadas. Les dirán que están arruinados, no tienen ni puñetera idea por qué su dinero ha sido vendido en otra parte del mundo, el que tanto trabajo les costó ganar y ahorrar y ahora les dicen que ya no vale nada porque es tóxico.
Entre las muchas escenas de esta antológica y a la vez angustiosa película, hay una afirmación rotunda por parte de uno de los actores: -Para que este negocio pueda funcionar se precisan tres requisitos: ser los primeros, los más listos o con engaños.
Parpadean las luces de la ciudad, desde el rascacielos de vidrio las hormigas continúan satisfechas su rutina.
Arcadia - Francisco Mayoral
Revista www.estedemadrid.com junio 2013