La gente que no tiene mucha idea de números y se limita a ver los telediarios o a leer los titulares de la prensa quizá contemple sorprendida lo que está pasando en Bankia. Tantas veces se nos ha dicho que los bancos españoles gozan de excelente salud, que el Banco de España es un supervisor ejemplar y que nada había que temer, que es lógico que la mayoría de las personas no se pueda explicar cómo es posible que entonces se produzcan de vez en cuando estos episodios catastróficos que de pronto se llevan por alto a una entidad hasta entonces calificada por todos como solvente y ejemplar. Es la consecuencia de la serie de grandes mentiras que se vienen lanzando para ocultar la realidad del sistema financiero español y para disimular la estrategia que los banqueros más poderosos han ideado para salir de la crisis con más fuerza y privilegios que antes de que ellos mismos la provocaran.
Lo que está ocurriendo es el resultado de la larga connivencia entre las autoridades, los bancos y los grandes empresarios españoles, especialmente promotores y constructores. Entre todos ellos montaron un negocio extraordinariamente lucrativo en torno a la burbuja inmobiliaria de los últimos años, propiciada a su vez por los bajos tipos de interés que necesitaba Alemania. De 1992 a 2007 el crédito total de los bancos y cajas españolas pasó de 88.500 millones de euros a 1,07 billones y de ese incremento algo más del 60% fue a parar a la construcción y la vivienda.
Como los depósitos que recibían eran claramente insuficientes para proporcionar ese crédito, las entidades financieras españolas se endeudaron con bancos extranjeros, pasando el crédito recibido de 78.000 millones a 428.000 millones en el mismo periodo.
Es importante entender que este incremento impresionante del crédito no es sino la misma cosa que el incremento impresionante del negocio bancario, que consiste en crear deuda. Y fue para poder conseguirlo que los bancos han estado imponiendo políticas de liberalización del suelo, de fomento de la compra de vivienda, de privatización de los fondos de pensiones, o de moderación salarial y bajos ingresos para que las familias y las pequeñas y medianas empresas se vieran más obligadas a endeudarse. Todo ello es lo que impulsaba la demanda de crédito, es decir, lo que iba alimentando el negocio de los bancos.
Pero al hacer esto, las entidades financieras fueron incurriendo en riesgos crecientes: elevaban artificialmente, mediante sus tasadores, el valor de los negocios que financiaban y el precio de los pisos y daban créditos cada vez más arriesgados. Cuando la crisis estalló llevándose por los aires la burbuja inmobiliaria o disminuyendo la capacidad de pago de los deudores e hipotecados, la morosidad se multiplicó y la banca comenzó a acumular activos que perdían rápidamente valor. Perdía capital y dejaba de cobrar créditos, mientras que seguía obligada a pagar los que había recibido del exterior.
La patronal bancaria consiguió enseguida que las autoridades europeas autorizaran cambios en la normativa contable para que los bancos pudieran disimular esas pérdidas, dejándoles que consignaran en sus balances el valor que tenían cuando fueron adquiridos y no el de mercado actual. Gracias a ello se ocultaban la descapitalización ingentes que su pérdida de solvencia. Y gracias a la generosa financiación y a las facilidades que recibían del Banco Central Europeo, iban haciendo negocio con la deuda (en lugar de financiar a la economía) y, sobre todo, se iban desprendiendo de activos malos al ir entregándolos a cambio de la liquidez que recibían.
La autoridades han amparado los intereses de los banqueros permitiendo que no tengan que mostrar claramente su quebranto patrimonial, así que no sabemos realmente qué magnitud real tiene. Pero de ella puede dar idea el hecho de que su solvencia siga estando bajo mínimos y que sean incapaces de volver a funcionar normalmente a pesar de haber recibido cientos de miles de millones de euros del Banco Central Europeo.
En lugar de poner al descubierto lo que estaba pasando y hacer que cada uno hiciera frente a sus responsabilidades, las autoridades cedieron a las presiones de los banqueros y asumieron que la solución para salvarlos sería acabar con la parte más débil del sistema para que los grandes bancos privados pusieran fortalecerse repartiéndose el mercado que dejaban. En nuestro caso esa estrategia consistiría en ir desmantelando las cajas de ahorros, que suponían prácticamente la mitad del mercado, y que podían utilizarse fácilmente como chivos expiatorios al haber estado ligadas en gran parte a una clase política, con razón, cada vez más desprestigiada.
La estrategia ha sido cuidadosa y muy bien urdida. Sorprendentemente, en un periodo en que no había consenso alguno entre PSOE y PP, ambos partidos se pusieron de acuerdo en cuestión de días para aprobar una ley de cajas que, a diferencia de lo que se hacía con los bancos privados, las obligaba a “desnudarse” patrimonialmente hablando. De esa manera resultaría inevitable que mostraran su insolvencia y carencias de capital y, por tanto, que tuvieran que recurrir a las soluciones de urgencia que la propia ley contemplaba: diferentes formas de fusiones entre ellas que irían aclarando el mercado.
En ese proceso las autoridades volvieron a actuar con la misma complicidad con las entidades financieras privadas que tuvieron años antes cuando dejaron que acumularan el gran riesgo que luego ha generado los problemas que ahora sufrimos, con tal de que aumentaran sin parar su negocio y sus beneficios. Así, tanto el Banco de España como la Comisión Nacional del Mercado de Valores o el gobierno impulsaron y permitieron que se llevaran a cabo fusiones entre cajas en condiciones que llevaban consigo más problemas futuros que los que decían querer resolver. Lo que era lógico si lo que sería no era salvar a las cajas sino justamente lo contrario, acabar con ellas para que o bien fuesen absorbidas posteriormente por bancos privados, que desparecieran o que redujeran al mínimo su presencia en el mercado.
Por referirme al caso de Bankia, recordaré que se alentó su fusión con Bancaja haciendo la vista gorda ante las ocultaciones y valoraciones inadecuadas que iban detrás de ésta última, dejando que la nueva entidad resultante naciera con una losa que le iba a hacer imposible salir adelante. Hoy día, por ejemplo, el 80% de los morosos de Bankia proceden de Bancaja.
Más tarde, se impulsaron salidas a Bolsa realmente impresentables, por no calificarlas de manera más fuerte, que han supuesto un auténtico engaño para los suscriptores, la inmensa mayoría de los cuales han registrado ya pérdidas sustanciales en su inversión, y una capitalización prácticamente fallida de las entidades.
Era imposible que Bankia, como seguramente le va a ocurrir a otras entidades procedentes de antiguas cajas de ahorros, saliese adelante en las condiciones en las que estaba. Sería imposible que lo hiciera prácticamente cualquier banco o caja de ahorros español si se le obligase a valorar correctamente sus activos. Pero mucho menos lo era Bankia desde que arrastraba a Bancaja con ella. Si bien esto no puede exculpar a los dirigentes y directivos de la antigua Caja de Madrid, una de las entidades que en mayor medida ha estado sujeta al poder caciquil y que más habitualmente ha practicado la manipulación de los valores reales de los activos para incrementar a su antojo el crédito en beneficio de promotores, constructores y grandes empresarios amigos, además de ser una de las que ha engañado a mayor número de clientes con cláusulas escondidas, participaciones preferentes, swaps, etc.
Lo que ocurrirá en los próximos días, o incluso horas, estaba previsto: se trata de ir avanzando en la línea de poner todo el mercado financiero a disposición de los grandes bancos. Ahora se “nacionalizará” el capital contaminado de Bankia mientras que se dejará expedito el camino para que en un futuro más o menos inmediato el capital limpio sea absorbido por otras entidades o se mantenga como una entidad jibarizada.
Luego se hará lo mismo con otras cajas bancarizadas. Poco a poco, para que todo parezca un accidente. Salvo que los acreedores extranjeros se vayan poniendo nerviosos, o que los especuladores se agiten más de la cuenta sobre la deuda pública, que a la vista de lo que va a ocurrir con Bankia, cada vez es más evidente que es el resultado de un expolio conscientemente organizado para salvar los privilegios de los banqueros y no, como dicen, del despilfarro en derechos sociales y bienes públicos. Si se complican las cosas y si el gobierno de Rajoy sigue manifestando que solo sabe actuar mediante la improvisación y las contradicciones constantes, perdiendo legitimidad y apoyo social por momentos, es posible que todo se adelante y que se imponga desde fuera el rescate generalizado de los bancos españoles para que éstos paguen sus deudas a los alemanes y franceses. Ah!, perdón, quería decir, el rescate “de España”, ya saben.