La deuda existe porque alguien presta dinero y, si lo presta, es porque lo tiene. El ahorro va necesariamente unido a la deuda, porque, lo que unos ahorran y meten en el banco, otros lo toman prestado. La multiplicación de dinero que produce el crédito no escapa a este principio: si yo pido prestado y compro algo, el que recibe el dinero lo mete en el banco, que lo prestará de nuevo, pero lo presta porque alguien lo posee.
Así, el problema de solvencia en España existe porque los extranjeros nos han prestado cerca de un billón de euros. Si nos lo han prestado, es porque lo habían ahorrado y lo tenían.
Si el PIB real crece un 3% y la inflación otro 3%, es normal que la cantidad de dinero en los países desarrollados crezca a tasas del 6% o el 7% anual. "Imprimir" la cantidad de dinero necesario para que la masa monetaria crezca a ese ritmo no provoca insostenibilidad, y parece necesario para el buen funcionamiento de la economía. Pero tiene un efecto bastante imprevisible: como cada vez hay más dinero en el mundo, cada vez hay también más dinero ahorrado, más crédito y más deudas. Si unimos a eso que el efecto multiplicador es cada vez mayor, debido a los cada vez más sofisticados derivados financieros, todo indica que la economía será cada vez más compleja, y tendrá una crisis tras otra, algunas financieras y otras económicas, pero todas provocadas porque alguien ha invertido dinero prestado en lo que no debía, ya sean activos financieros arriesgados, empresas de un sector económico con sobrecapacidad o viviendas. La crisis de deuda pública tiene también ese origen, ya que muchos gobiernos llevan años gastado dinero prestado en cosas que no debían (en su mayoría en servicios públicos, que ahora no pueden reducir sin que aumente el paro, los ciudadanos protesten o los sindicatos hagan huelgas). Cuando se corrijan los desequilibrios, el mundo no se hundirá, simplemente el crédito que ya no quiere concederse al sector público irá a otros sitios, y veremos menos gasto público y más inversión o consumo privado (no necesariamente en España, sino allí donde vaya el crédito).
Aunque en el futuro habrá una crisis tras otra, todas ellas serán difíciles de predecir, ya que cada vez el mundo tiene más dinero que se mueve más deprisa, y, en ese entorno, sirve de poco mirar al pasado para adivinar que fallará la próxima vez. Pero esas crisis no implican destrucción de dinero, sólo cambio de manos, por lo que, los que se lo quedan, volverán a prestarlo. Por supuesto, en una crisis baja el multiplicador monetario, por endurecimiento en la concesión de crédito, pero es algo temporal, cuando todo se calma, el multiplicador vuelve a los niveles anteriores.
El avance económico siempre va ligado al avance tecnológico, y ahora hay tal cantidad de inventos pendientes de desarrollar comercialmente que parece difícil que una crisis de este tipo vaya a hundir a la economía. En pocos años veremos nuevos sectores económicos surgiendo y provocando una nueva etapa expansiva en buena parte del mundo.
Aunque, claro está, la suerte no será igual para todos. Los prudentes ahorran e invierten con prudencia. Los necios piden prestado, gastan mucho e invierten mal. Año tras año y crisis tras crisis, los que emplean mejor su capital y tienen una visión más acertada del futuro se van quedando cada vez con más parte de la riqueza, y el resto seguirá tomando malas decisiones de inversión o gastando más de lo que ingresa. Además, los primeros procuran mantener su estatus, tratando de influir en las decisiones políticas y procurando que se redacten leyes que les favorezcan, mientras los segundos quedarán cada vez más abandonados a su suerte. Esto es igual para personas que para países. Mientras los más listos, como Alemania, usan con gran acierto su poder económico para influir a su favor en las decisiones políticas globales, los que carecen de visión de futuro salen siempre perjudicados de alguna manera. Es lógico que así sea, si el tonto no mira por él, no serán los demás quienes le corrijan.
Mirándolo con perspectiva histórica, el libre mercado tiene muchas ventajas, pero también un inconveniente: las organizaciones más eficientes (eficiente no necesariamente equivale a productiva, la eficiencia a veces se basa en la imaginación, en la falta de escrúpulos,etc.) van expulsando a las que lo son menos y quedándose con su parte del pastel, lo que provoca que unas pocas terminen controlando buena parte de la economía, y sus propietarios siendo inmensamente poderosos, mientras la clase media tiende a ser cada vez más pobre y la clase trabajadora no pasa de la subsistencia. Eso ha pasado en todas las civilizaciones que han practicado el libre mercado, y, salvo que se produzca una revolución, volverá a pasar en la nuestra.
La mayoría de los estados modernos son organizaciones terriblemente ineficientes, y será cuestión de tiempo ver como quedan reducidos a su mínima expresión, mientras que otras organizaciones más eficientes(empresas, multinacionales, bancos, inversores,...) se quedan con buena parte del poder que ahora tienen los gobiernos. "País" es un concepto condenado a desaparecer. Es normal que sea así, porque dejaron a los ciudadanos libertad para elegir a sus dirigentes y, en vez de elegir a los más capaces, dieron el poder a los que les parecían más simpáticos y eran mejores charlatanes. Con una población cada vez más ignorante y unos partidos políticos que sólo premian la lealtad y destierran por completo las nuevas ideas, hay pocas posibilidades de que los estados recuperen el terreno perdido, así que todo indica que la economía completamente global está a la vuelta de la esquina. Dentro de poco no importará ser español o ser alemán, sólo tener dinero o tener deudas.
Hemos visto como los "mercados" (sería de sumo interés conocer con nombres y apellidos quien ha orquestado los ataques, que no han sido una manifestación espontánea de la masa de inversores) derrotaban a los gobiernos. Como cada vez hay más dinero y está concentrado en menos manos, serán los poderes económicos quienes gobiernen el mundo cada vez en mayor medida. Será difícil volver a ver a presidentes demagogos derrochando dinero en servicios absurdos, creando miles de puestos de trabajo inútiles o realizando obras públicas poco necesarias para ganar un puñado de votos.
En cuanto a las caídas de los mercados de estos días, son diferentes de las de los meses anteriores, y me temo que su causa no está en la información ya conocida sobre los PIGS, ni en la rebaja de calificación a EEUU. Parece que toca cambio de tercio, así que pronto los periódicos hablarán de otras cosas.