Recientemente he leído uno de los últimos artículos de Investigación y Ciencia que han caído en mis manos. La verdad es que el número de este mes tiene mucha chicha por lo que probablemente desgrane, próximamente, algún otro artículo interesante como ya hice con La Ciencia de las Burbujas en Burbujas pasadas presentes y futuras.
El tema de las pensiones ya lo traté, entre muchos otros, en un post titulado Mitos neoliberales. Hablaba entonces de varios de los mitos con los que, a mi modo de ver, trataban de convencernos para reducir el estado del bienestar. Uno de los primeros mitos que citaba era el del problema de las pensiones. Dejé clara mi postura de que las repetidas afirmaciones del peligro inminente que se cierne sobre el sistema de pensiones tenían fundamentos dudosos por no decir que carecían de rigor científico alguno. Cuando escribí aquellas líneas no lo hice con la idea de exponer teoría alguna sino más bien con la idea de demostrar que lo que nos vendían como cierto e inexorable era una interpretación interesada. Y en un mundo en el que la política desoye a la verdadera ciencia y acoge con los brazos abiertos dogmas económicos como verdades absolutas el bulo de que las pensiones están en peligro tiene, sin duda, amplio recorrido.
Por eso vamos a desmenuzar esta maravilla de artículo que pone los puntos sobre las íes desde un óptica bastante más científica a la que estamos acostumbrados. Me ha sorprendido gratamente ver como las afirmaciones que ya hice sobre el tema se ven confirmadas por las del autor. Aunque, he de reconocerlo, éste lo explica de una forma bastante más rigurosa y metódica. Primero de todo os paso el enlace del artículo titulado El envejecimiento de la población española. Su autor es demógrafo y doctor en sociología ha trabajado en el Centro de Estudios Demográficos y actualmente trabaja en el CSIC. Este es el tipo de trayectoria profesional científica y no contaminada por los oráculos tradicionales de la economía de mercado. Os invito a leerlo del tirón ya que está lleno de cuadros y gráficos muy clarificadores. Aquí voy a comentar algunas partes el artículo que considero destacables. Empecemos.
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El descenso de la fecundidad se identificó con la decadencia de Occidente o la degeneración nacional. [...] Desde entonces hablamos de "envejecimiento demográfico" para referirnos al proceso que configura la nueva pirámide poblacional. [...] Durante el último siglo se ha demostrado que la "decadencia" predicha era una falacia.
Esto es importante. Nunca he creído en las políticas cuyo objetivo era fomentar la natalidad. La última de ellas, la del famoso cheque bebé. Como si la escasa natalidad fuese un problema cuando probablemente sea una virtud. Existe esa idea de que sin suficientes hijos una sociedad no se perpetua a sí misma pero es una idea confusa. Sobretodo porque la natalidad requerida en las sociedades modernas es mucho menor. Lo que ha hecho la naturaleza sin darnos cuenta es adaptarse a las nuevas necesidades. La naturaleza es sabia dicen y es cierto. Muchos animales regulan su natalidad según la abundancia o escasez de alimento. Otros deshechan a las crías más débiles según haya o no excedentes suficientes. En las tribus humanas era una estrategia común eliminar aquellos hijos que no se podían mantener justo después de nacer. Hoy nos podría parecer un acto aberrante pero en las sociedades de subsistencia que vivían en precario equilibrio entre la vida o la muerte esa podía ser la diferencia entre sobrevivir o no. En el mundo actual creo que incrementar la natalidad traería muchos más problemas que beneficios y, sin embargo, el error conceptual de que la escasa natalidad es un problema persiste. Fomentar políticas natalistas, no solo es tirar el dinero, sino que puede ser una grave irresponsabilidad.
Se ha difundido la creencia de que España es uno de los países más envejecidos de Europa y del mundo. Sin embargo, esta idea, construida a finales de los noventa, cuando más acelerado era el ritmo de envejecimiento demográfico, es falsa.
No somos especiales. Empezamos más tarde y transicionamos más rápido pero nada más. Muchos países europeos van por delante nuestro en eso porque empezaron la transición mucho antes. Así que ha de quedar claro que la situación es global y más o menos similar en todos los países avanzados. Aunque difieren los plazos y los momentos de incorporación a esa transición a la nueva pirámide de edad.
Conforme se generaliza la supervivencia hasta la primera vejez, se produce un sobreenvejecimiento. [...] Todos esos cambios suelen verse con temor. De hecho, sirven a menudo para prever graves problemas para las pensiones de vejez, la atención sanitaria, la prestación de cuidados por parte de los familiares o la competitividad del mercado laboral. Según las proyecciones de población, en apenas dos décadas España alcanzará su porcentaje récord de personas mayores; ello coincidirá con la jubilación de las generaciones centrales del baby boom, que superarán la cuarta parte de la población actual.
El problema de esas proyecciones es que predicen los cambios de una variable en igualdad del resto de las condiciones. Sin embargo, el cambio que estamos describiendo en este caso (el de la pirámide poblacional) sería imposible sin la modificación de muchas otras condiciones. Los problemas derivados del envejecimiento demográfico vienen prediciéndose de forma equivocada desde hace un siglo. Dicho alarmismo se ha convertido en marca de ciertas escuelas de pensamiento, que han perdurado pese a la invalidez de su discurso, desmentido desde hace ya casi cien años.
El autor dice algo que ya apunté anteriormente y es que cuando se da la voz de alarma se mira la pirámide de edad de forma aislada como si fuese lo único que ha cambiado. Cuando, de hecho, los cambios en la forma de la pirámide son el reflejo de una serie de cambios mucho más profundos que no solo no son negativos sino que, quizá, sean necesarios para la supervivencia de nuestras sociedades actuales.
¿Significa eso que estamos condenados a crear una sociedad de ancianos? En absoluto. Por lo que sabemos la vida humana se frena en seco en torno a los 100 años. Ocurriendo la mayor parte de las muertes en las últimas dos décadas de vida y eso no ha variado desde hace siglos. Eso significa que mientras no se dé con el elixir de la vida todas las pirámides de edad sufrirán un estrechamiento constante e inexorable en su tramo superior.
Entonces, ¿qué es lo que ha cambiado? Pues muchas cosas, tantas que tratar de comparar pirámides de edad de 40 años de diferencia sin tener en cuenta todos esos cambios es poco menos que una pérdida de tiempo. Y sin embargo se sigue haciendo. Analicemos esos cambios.
Cuando se calcula la sostenibilidad de la Seguridad Social se considera sólo la relación entre la población en edad "productiva" y la población en edad "improductiva". Pero lo que resulta determinante no son esas cifras sino la productividad de los trabajadores [...] pese a que la relación numérica entre pensionistas y trabajadores es la "peor" de nuestra historia (nunca antes había habido tantos pensionistas), el sistema de pensiones se halla más consolidado que nunca.
E aquí el primero de los aspectos clave que no se tienen en cuenta. El aumento de la productividad. Hace 40 años tan solo la proporción de trabajadores en el sector agrícola era de un tercio. El aumento de la productividad ha sido también uno de los catalizadores de la disminución de la natalidad, aunque no el único ni el más importante. Antes, se necesitaba que al menos unos cuantos hijos llegaran a la edad adulta para que pudieran colaborar con las tareas del campo. Hoy todo eso no es necesario. De hecho, en las sociedades actuales, los hijos son más una carga económica que una bendición.
Uno de los argumentos alarmistas habla de que España en el 2060 tendrá que dedicar un 15% del PIB a pagar las pensiones, ahora dedica casi un 10%. Sin embargo choca leer en una noticia reciente del diario Cinco Días que Italia y Francia se dejan ya un 15 y un 13% respectivamente sin que sus sistemas de pensiones se hayan ido al garete. Y es que los cálculos de los alarmistas suponen constante la productividad, variable ésta que no ha dejado de aumentar, es decir que cada vez producimos más por persona. La prueba está en que hace 50 años las pensiones ocupaban tan solo el 3% del PIB y los alarmistas que vaticinaron el colapso por estas fechas fallaron estrepitosamente. Sorprende que no solo no se han puesto en cuestión dichos argumentos o analizado las razones del error sino que una gran cantidad de voces sigue empecinada en las mismas afirmaciones sumamente cuestionables. No hay ni una pizca de ciencia en todo esto, deberían por lo menos explicar la razón de su fallo e introducir las nuevas averiguaciones en sus modelos. Pero no, siguen con los mismos modelos que hace 50 años y siguen con los mismos errores. ¿Será mala fe? Viniendo de donde vienen esas críticas al sistema de pensiones, muy posiblemente sí.
Consideramos que lo que han conseguido los países desarrollados, y están en camino de conseguir todos los demás, es un salto cualitativo en la eficiencia de sus sistemas demográficos. [...] La mayor o menor eficiencia de un sistema depende de la relación entre los resultados que consigue y los elementos de producción que requiere. Vistas así las poblaciones humanas han sido siempre poco eficientes. Han sacado un escaso rendimiento reproductivo a las nuevas vidas que traían al mundo. Para mantenerse, necesitaban una ingente cantidad de nacimientos que, en su mayor parte, no llegaban a la edad fecunda. [...]
Por diversos motivos, la elevada y azarosa mortalidad, típica de la historia humana anterior, empezó a disminuir. Comenzó a acelerarse el crecimiento demográfico. Las pirámides de población rejuvenecieron más todavía, al ser la mortalidad infantil la primera en reducirse. Solo cuando se consolidaron las mejoras de la supervivencia reaccionaron de forma adaptativa los comportamientos reproductivos de la siguiente generación.
El aumento de la esperanza de vida es otro argumento usado por los alarmistas. Hace poco, oí a un tertuliano apoyar la necesidad de reformas en las pensiones en base a dicho aumento. Pero lo cierto, es que el aumento de la esperanza de vida es justamente una de las claves para entender porqué el envejecimiento de la población no va a poner en crisis las pensiones.
Los motivos del aumento de la esperanza de vida son de sobras conocidos y son básicamente tres. Las mejoras productivas en el mundo agrario permitió acabar con las hambrunas y la desnutrición. Paralelamente las mejoras sanitarias permitieron combatir las enfermedades con eficacia reduciendo la mortalidad drásticamente. Finalmente, la higiene, especialmente en el acceso generalizado al agua potable, permitió reducir también la transmisión de enfermedades.
Pero esa reducción de la mortalidad no se produjo de forma uniforme en todas las franjas de edad. Es sabido que la reducción más importante se ha dado en la mortalidad infantil. Yo mismo pude morir en almenos una ocasión a lo largo de mi infancia. Esto significa que no es correcto decir que si la esperanza de vida aumenta 10 años los pensionistas viven 10 años más. Eso es rotundamente falso. Lo que si sucederá es que a medida que transcurra el tiempo habrá una proporción mayor de pensionistas.
Así pues, y con esa reducción de la mortalidad infantil, se pudieron producir varios cambios transcendentales. En primer lugar, se produjo la adaptación que cita el autor. Ya no es necesario tener tantos hijos para asegurarse que llegan algunos a adultos. La reducción de la natalidad ha sido la consecuencia más evidente a esa transición demográfica y del acceso a medios anticonceptivos. La planificación familiar y la reducción del tiempo de cuidado revirtió en seguida en un mayor tiempo libre para la mujer liberada de tan pesada carga. Ello ha permitido el acceso de la mujer al mercado laboral de una forma masiva y trascendental contribuyendo, de forma decisiva, al aumento del PIB nacional y de la productividad del país.
Lo que dice el autor sobre la eficiencia de la sociedad encaja con la idea que venía desarrollando solo que dicho de una forma muy elegante y mucho más certera y rigurosa. Las naciones avanzadas invierten mucho menos en cuidar a la infancia. Menos niños implican menos gasto en educación, más tiempo para los padres y por tanto más productividad. Y, sin embargo, la tasa de sustitución se ha adaptado hasta ser la misma que siglos atrás. La anomalía demográfica fue el periodo de transición conocido como baby boom en el que la población creció descontroladamente. Afortunadamente para todos, ese crecimiento se ha ido moderando pero persiste especialmente en el tercer mundo donde muchos países llegan más tarde a la transición demográfica.
Es decir que en nuestro inevitable camino hacia la eficiencia, camino que tendremos que recorrer queramos o no ante la escasez venidera de recursos físicos, un paso necesario e imprescindible es realizar esta transición demográfica incluso soportando tasas de reposición poblacional levemente negativas, si fuera necesario.
Luego están, como afirma el autor, las sinergias y retroalimentaciones derivadas de la revolución reproductiva. Al tener menos hijos su cuidado mejora y sus posibilidades una vez llegados a la edad adulta también.
Parece una paradoja pero no lo es, gracias al aumento de la eficiencia poblacional, las arcas de las pensiones y la Seguridad Social han mejorado a medida que la proporción de pensionistas aumentaba. Aun constatando que estos hechos contradicen frontalmente las previsiones que siempre han hecho los alarmistas cabría preguntarse si será esto siempre así. Puede que problemas más graves acechen en el horizonte.
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Crítica al artículo
A pesar de todo querría huir también del triunfalismo final del autor y enlazarlo con la última cuestión que he dejado en el aire. Y es que las teorías sostenidas por los no alarmistas también adolecen de un punto débil. Suponen una productividad creciente en el tiempo. Es un modelo más realista que el de los alarmistas sin duda puesto que se ajusta mucho mejor al comportamiento real de la sociedad hasta la fecha. Pero no deja de ser una proyección futura que no tiene porqué cumplirse siempre así. Dicho de otro modo, la productividad no tiene porque aumentar siempre, no tenemos porque vivir mejor mañana que hoy. El vertiginoso aumento de la productividad de los países avanzados viene en gran parte debido al incremento de la masa productiva, la inserción de la mujer. Pero no debemos olvidar el importante efecto que también tiene la disponibilidad de energía barata, algo que no tenemos garantizado en un futuro próximo.
Por supuesto no está de más decir que los problemas derivados de un estancamiento o reducción de la productividad no tendrán que ver con las pensiones sino más bien con el agotamiento de los recursos naturales y energéticos. Deberemos pues ahondar aún más en políticas de eficiencia extrema que nos deberían llevar a un modo de vida mucho más tranquilo, más austero quizá, pero puede que también más feliz. Pero hablar de todo esto formaría parte ya de otro artículo entero pues este sí, es el gran problema al que se enfrenta la humanidad del futuro, la incapacidad del medio en el que vivimos para soportar nuestra creciente presión demográfica. Porque, a pesar de lo positivo de dicha transición demográfica, lo cierto es que en términos absolutos nuestra población ha seguido aumentando peligrosamente.
Sistema de reparto vs sistema de capitalización
Cuando los alarmistas plantean el supuesto "problema de las pensiones" no tardan en enfocarnos su argumentación hacia la solución de hacer un sistema de capitalización en vez de uno de reparto. Pero, un momento, ¿qué es eso de un sistema de capitalización y uno de reparto? Vamos a explicarlo claro y meridiano para que no quede ninguna duda.
Sistema de reparto: Es el sistema vigente. Se trata de que los que trabajan paguen una proporción de sus ingresos para la hucha general de la Seguridad Social. A su vez, las pensiones se pagan con lo que pagan los contribuyentes. La idea es que aquellos que más contribuyan más cobrarán en el futuro mediante una ley de pensiones que regula los diferentes tramos, pensiones mínimas, etc. Y este es un sistema de provada eficacia y la mar de sencillo como podéis ver en el cuadro siguiente:
Sistema de capitalización: Es el sistema propuesto por las entidades financieras y los alarmistas, luego hablaremos porqué. Se trata de que la contribución de cada persona individual a lo largo de su vida contribuya a generar un ahorro que al final de su vida activa le sirva para financiar su pensión. Naturalemente se da por supuesto que dicho capital se invierte de alguna forma en los mercados de renta fija, variable o depósitos bancarios.
Y bien, ¿cual es la principal diferencia entre uno y otro? La más fundamental es que el sistema de reparto está diseñado para ser gestionado por los estados mientras que el sistema de capitalización tiene un diseño ideal para los entes privados, bancos principalmente. Pregunta tonta, ¿porqué no se puede hacer un sistema de capitalización público? Pues porque no tiene sentido. Muy sencillo, supongamos que el Banco de España se hiciese cargo de los fondos depositados por los contribuyentes para su pensión futura. El banco les garantizaría que de ese fondo saldrá la pensión del mañana. Por otra parte hay miles de pensionistas que piden su pensión. El dinero acumulado en el Banco de España para las pensiones de los futuros pensionistas se queda quieto. A la vez que se moviliza en forma de rescates periódicos el dinero de los que lo depositaron hace décadas. El problema es que tenemos un elemento que no podemos eludir, la inflación. Lo que provoca la inflación es que el dinero ahorrado pierda valor si no se invierte debidamente. Es decir que el dinero de los que pagan hoy tiene que invertirse o el día de mañana la pensión se habrá comido toda la inflación que haya habido durante esos años. Y ya tenemos un primer problema pues el estado tendría que dedicarse a invertir y a hacer negocios. Debería generarse y financiarse toda una burocracia de gestión de fondos de pensiones estatales, ¿ridículo verdad? Y todo solo para que el dinero depositado por los contribuyentes no perdiese valor. En realidad no hace falta ser muy listo para ver cual es la opción más simple, más sencilla y más barata. El sistema de reparto es el ideal para la gestión estatal y centralizada. Sencillamente el modelo de capitalización crea ineficiencias por todos los lados y eso sin contar con los riesgos inherentes a él de los que hablaremos un poco más abajo. Pero antes fijaos en cómo quedaría el cuadro de un sistema de capitalización público.
Como veis ahora el capital del fondo de pensiones se fragmenta en gran cantidad de fondos estancos propiedad de cada cotizante. Fondos que colectivamente se gestionan por el banco central de turno para extraer de ellos la máxima rentabilidad posible al mínimo riesgo posible. Difícil equilibrio.
Hemos visto que el sistema de capitalización público no tiene ningún sentido, entonces ¿porqué lo promueven? Pues porque como hemos dicho más arriba este tipo de sistemas no están hechos para el estado. Sus ineficiencias lo hacen inabordable y costoso para cualquier administración estatal ¿porqué alguien querría pues meterse a gestionar algo así? Pues porque no resulta tan ridículo si lo que se pretende es ganar dinero a costa de las pensiones ajenas. Y aquí es donde entran los bancos privados. Ahora sí podemos añadir la pieza que falta al rompecabezas y ver cómo toda esa ineficiencia tiene sentido si lo que se pretende es llenarse los bolsillos con el dinero de los cotizantes.
Los bancos con todo ese montón de dinero harían negocios, lo prestarían y, sobretodo, lo hiciesen bien o mal cobrarían comisiones. ¿Un chollo verdad? Es obvio que les sale muy a cuenta gastarse millones cada año en los lobbies y voceros alarmistas para conseguir que más y más gente caiga en la trampa de los fondos de pensiones con el temor de que no le van a poder pagar la pensión futura.
Luego están otros dos factores decisivos por los que un sistema de capitalización no vale la pena. El primero es el riesgo que supone una inversión que depende en muchos casos de las fluctuaciones del mercado. Y esto ha quedado demostrado por la reciente crisis crediticia y las que vendrán de toda índole. ¿Estamos dispuestos a jugar a la ruleta de la fortuna con nuestra pensión? Porque la jubilación es un momento rígido. No podemos elegir cuando jubilarnos. Muchas veces habréis oido el trillado argumento de que si las cotizaciones a la SS se hubiesen invertido en bolsa hoy los pensionistas cobrarían mucho más. Bueno pues, esto podría ser cierto mientras la burbuja se hincha pero ¿qué pasa cuando se deshincha? El resultado general sería que tendríamos generaciones de pensionistas a los que les ha ido bien y han sacado un pastón y otras que han salido escaldados y con sus pensiones arruinadas. Es decir que si nuestra jubilación nos pilla en unos años bursátiles nefastos pues mala suerte. ¿Es esto justicia social e igualdad contributiva? Personalmente prefiero limitar mi pensión futura con tal de no asumir riesgos innecesarios.
La otra gran pega es que los sistemas de capitalización son, por definición, insolidarios. Es decir, cobrarán mucho más aquellos que lleguen a la vejez con los bolsillos llenos de dinero cuando, probablemente, a ellos no les haga falta ninguna pensión. Fomentan clarísimamete la desigualdad social. En cambio gente que deba cobrar pensiones de dependencia, orfandad, viudedad, mínimas por haber trabajado toda la vida en negro etc... pues a ver como se les paga porque al no haber un fondo común nadie va a querer ceder del suyo particular.
Conclusiones
Evidentemente ya sabemos que los que defienden estos sistemas van a contar las mil y una desgracias respecto a la Seguridad Social que si es insostenible en el tiempo, que si es un sistema piramidal, que si se ganaría más con el otro sistema...
Bueno pues ya hemos visto que no. Que la SS no solo es perfectamente sostenible en el tiempo sino que con el tiempo ha ido incrementando su salud aun a pesar de incrementarse también el número de pensionistas. Aunque parezca paradójico en este artículo ya hemos explicado el porqué de esta aparente contradicción y en cualquier caso aconsejo la lectura del artículo de Investigación y Ciencia pues es muy esclarecedor. La SS estructuralmente no es insostenible otra cosa es que factores externos la hagan entrar en crisis como harían entrar en crisis otros sectores del país. Podría pasar y por eso hay que abordar cualquier problema que pueda reducir potencialmente nuestro PIB pero eso nada tiene que ver con la SS sino con la economía del país en general.
Lo de los sistemas piramidales aun resulta más irónico. La característica principal de un sistema piramidal es que el dinero invertido en él es tuyo y esperas recuperarlo con intereses que se pagan con los nuevos que entran. La SS no funciona así para nada, no tiene nada que ver aunque lo pueda parecer a ojos de un profano. Las pensiones que se pagan no son intereses ni devolución de lo invertido por la sencilla razón de que no es una inversión. Tu pagas un derecho, el derecho a recibir más adelante una pensión. Así de sencillo. Cuando te pagan la pensión no estás recuperando lo que pagaste sino que ejerces el derecho. Es más, si cotizaste mucho puede que recuperes menos de lo que pagaste y si cotizaste poco recibas más. Es algo así como un seguro de vejez. Pagas para asegurarte un servicio por si llegas a cierta edad en la que ya no puedes trabajar por una mera cuestión de edad. Por el contrario con esos argumentos los bancos sí serían auténticos sistemas piramidales pues se basan enteramente en la confianza. Es de todos conocido que emiten mucho más dinero del que tienen por lo que si todos quisiéramos retirar los fondos de golpe no habría para todos. Personalmente prefiero que mi dinero contribuya a la SS que meterlo en un lugar lleno de buitres a la espera de dinero fresco. Y si lo meto en bolsa lo meto yo, de mi ahorro personal, a mi gusto, a mi cuenta y riesgo.
Y respecto al último argumento, pues ya hemos podido constatar que con la bolsa no siempre se gana a largo plazo, de hecho se puede perder a largo plazo, todo es posible, o ¿acaso creímos que el chollo iba a durar siempre? Así que, es posible que si el "mañana" es peor que el "hoy" las pensiones de reparto tendrán problemas pero es que las capitalizadas tendrían diez veces más pues la bolsa estará haciendo suelos. No estoy dispuesto a considerar como mejor un sistema que según la fortuna da mejores o peores pensiones. Las pensiones no son una rifa.
Saludos y hasta la próxima.
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A colación de lo dicho por el autor del ensayo aquí tenéis un artículo donde se comenta cuan grandes han sido los fallos de previsión cometidos por los alarmistas. http://www.publico.es/dinero/296721/el-sistema-de-pensiones-sobrevive-a-los-expertos
Interesante también la entrevista sobre este mismo tema que realiza el mismo diario a la economista Miren Etxezarreta. Respuestas sencillas escuetas pero muy claras al respecto y muy coincidentes con las posturas aquí expuestas.
Finalmente, los siempre sabios comentarios de Vicenç Navarro al respecto de este tema: http://www.vnavarro.org/?p=3839