Cuenta la leyenda política de Estados Unidos que, James Carville -estratega de la campaña electoral de Bill Clinton-, dejó en el despacho del candidato demócrata un cartelito que, a modo de recordatorio, intentaba refrescar los temas de mayor interés en los que debería de incidir el de Arkansas. A estas alturas, todo el mundo conoce la anécdota, así que no es ningún secreto descubrir que la segunda de aquellas anotaciones decía: the economy, stupid!. A partir de aquel momento, “es la economía, ¡estúpido!” se convertiría en el lema interno de la campaña y, como la historia sentenciaría, uno de los temas centrales que darían al traste con la reelección de George H.W. Bush.
Los resultados empresariales fueron el instrumento con el que tradicionalmente se tomaba la temperatura a la economía. Pero a medida que este tipo de inversión se democratizó, dicen los que entienden que el descuento de expectativas se constituyó como auténtico barómetro. Hoy no aguardamos a que una empresa gane dinero; adquirimos parte de sus acciones si prevemos que en el futuro lo hará de forma consistente. Cuando una corporación presenta unos resultados que superan dichas expectativas, su cotización ascenderá; así sucedió con Microsoft Corp en octubre del 23. Si, por el contrario, no alcanza lo esperado, su precio puede experimentar un duro castigo, tal y como vivieron en L’Oreal, al caer un 7,29% durante este mes. A partir de aquí, me distancio de la teoría para señalar que, de seguir con los ejemplos, nos internaríamos en terreno pantanoso. Costco Wholesale Corp presentó, en marzo del 23, unos resultados por encima de las expectativas y, aún así, fue castigada por unos implacables inversores que consideraban que debía de haberlo hecho mucho mejor. Punto y aparte merecen los alegres chicos de Lyft Inc. quienes, tras añadir un cero de más a su previsión de crecimiento del beneficio (de 50 a 500 puntos básicos), vieron cómo sus acciones se disparaban en bolsa nada menos que un 67% ¡incluso tras haber confesado el error!.
En términos generales, el (in)cumplimiento de expectativas no es más que mero ruido de mercado que difícilmente cambia la tendencia de un activo. Y eso es lo único que debiera de importarnos a medio o largo plazo. Es extremadamente complicado que una divergencia entre previsión y resultados incida decisivamente en el rumbo de una empresa por la misma razón que, cuando somos propietarios de una panadería que nos proporciona un 45% de rentabilidad -en lugar del 60% que nosotros esperábamos-, nadie en su sano juicio va a deshacerse de sus acciones para comprar esa pescadería que, en su mejor ejercicio, aporta un 8% cuando se preveía un 2%. Es cierto que en ocasiones pareciera excesivo el castigo recibido por diferentes empresas cuyos resultados no han alcanzado las cotas esperadas. Y, si me preguntan les diré que, de un tiempo a esta parte, el mercado soporta dichas decepciones con menor paciencia y mayor sobrerreacción. Pero, tomando el caso antes mencionado de Costco Wholesale Inc, la única verdad es que, tras quedarse por debajo de lo esperado, estamos ante una empresa que hoy, no solo ha igualado sus máximos históricos, sino que se sitúa casi un 19% por encima de aquellos niveles de referencia.
Es el problema de operar bajo premisas que apuntan a lo que debería de ganar una empresa en un periodo determinado. Por muchos escenarios que se establezcan, estamos hablando de una mera previsión, absolutamente subjetiva, fijada por determinados operadores a partir de unas variables que ellos mismos admiten, descartan o ajustan. Así que, al hacerlo, lo único que consiguen es acumular el combustible suficiente como para alimentar aquella palabra que no puede ser nombrada y que empieza por “bur” y acaba por “buja”. Y es algo coherente si tenemos en cuenta que los creadores de opinión -el llamado consenso del mercado-, son analistas financieros, inversores institucionales y gestores de carteras; profesionales que estarán encantados en generar este tipo de fenómenos de acumulación-distribución. Así que, al final, las expectativas y su descuento podría no ser más que un proceso artificial de manipulación del propio mercado. ¿No le satisface este punto de vista?.
El descuento de expectativas exuberantes -no puedo meter más guiños en todo el párrafo- impulsó a las puntocom a finales del siglo XX, exactamente de la misma forma. Aquellos tiempos fueron especialmente divertidos y controvertidos en los que incluso se cuestionó el modelo tradicional de valoración de empresas. Sociedades recién fundadas que, como imanes frente al metal, atraían montañas de financiación, salían a bolsa y batían todo tipo de récords en cuanto a incrementos de cotización. Eso sí; mientras todo ello sucedía, no eran capaces de generar ni un solo dólar de beneficio. Y nada ocurría pues, aquellos que se encargaban de que miles de pequeños inversores se subieran a ese carro, desplegaban todos sus encantos publicitando las montañas de beneficios futuros que iban a obtener quienes daban un paso al frente diferenciándose de los ciegos o estúpidos. Terra Networks es, para muchos, el recuerdo del primer gran bofetón que nos propinó el mercado devolviéndonos a la cruda realidad.
El descuento de expectativas exuberantes -no puedo meter más guiños en todo el párrafo- impulsó a las puntocom a finales del siglo XX, exactamente de la misma forma. Aquellos tiempos fueron especialmente divertidos y controvertidos en los que incluso se cuestionó el modelo tradicional de valoración de empresas. Sociedades recién fundadas que, como imanes frente al metal, atraían montañas de financiación, salían a bolsa y batían todo tipo de récords en cuanto a incrementos de cotización. Eso sí; mientras todo ello sucedía, no eran capaces de generar ni un solo dólar de beneficio. Y nada ocurría pues, aquellos que se encargaban de que miles de pequeños inversores se subieran a ese carro, desplegaban todos sus encantos publicitando las montañas de beneficios futuros que iban a obtener quienes daban un paso al frente diferenciándose de los ciegos o estúpidos. Terra Networks es, para muchos, el recuerdo del primer gran bofetón que nos propinó el mercado devolviéndonos a la cruda realidad.
El proceso que les describo tiene que resultarle familiar solo que hoy volvemos a sumergirnos en él pero, cómo no, con un nombre diferente. La burbuja de la IA -algo que niegan en Palo Alto Networks mientras caen en bolsa un 25% al rebajar sus previsiones para el año fiscal que termina en julio-, responde a todo lo descrito. Se están tomando decisiones de inversión, no en base a los sólidos resultados de los actuales líderes tecnológicos capitaneados por los 7 magníficos -ese sí sería un buen motivo para hacerlo-, sino atendiendo a los cantos de sirena que, de nuevo, el descuento de expectativas sobre los inmensos beneficios que obtendrán en el futuro en base al desarrollo de una nueva tecnología que “lo cambiará todo”. Yo, en este punto, pediría algo más de originalidad. Engáñennos, sí, pero con algo más de esfuerzo, si es posible.
De cómo se crean y alimentan sentimientos irracionales tenemos un buen ejemplo con todo lo que rodea a una hipotética bajada de los tipos de interés. Quizá sean de los que piensen que, con una inflación subyacente casi en el doble del nivel de referencia, ha llegado el momento de disminuir la presión sobre la estructura económica. Pero, ¿qué pensarían si les dijera que “el mercado” ya descontaba -a principios de julio del 2022- que el precio del dinero bajaría durante el 2023?. Fue algo tan absurdo como esperar que este año registrásemos entre cinco y seis bajadas de tipos cuando, por las actas de la FED, sabemos que la preocupación de sus miembros se centra en posibles repuntes inflacionarios. En diferentes ocasiones Powell ha recordado que no quiere protagonizar otro episodio inflacionario como el de la década de los 70 cuando, por precipitar una bajada de tipos, encadenaron varias recesiones y unos tipos de interés inalcanzables incluso para las mentes contemporáneas más calenturientas. Pero, aún obstando esta predisposición, lo que en la Reserva Federal quieren es estar completamente seguros de que ninguna disminución en el precio del dinero tendrá efectos contrarios en el apaciguamiento de la inflación. Así que, sí; efectivamente, las bajadas de tipos serán menos numerosas de lo que algunos esperan y en cuantía más reducida de lo que algunos desean. El sentimiento de mercado apunta ahora a junio; sí, son los mismos que pensaban que en marzo empezarían a bajar; en marzo!. ¿Estamos todos locos?.
Me encantaría conocer el proceso por el cual el mercado se posiciona de forma mayoritaria y tan convencida en favor de las más peregrinas suposiciones y desatendiendo toda clase de datos empíricos. A tenor de lo expuesto, mis sospechas quedan a la luz de su juicio. Así que quizá, lo más preocupante es descubrir en qué narices piensan todos aquellos que tan responsablemente administran sus inversiones para llevarles a la conclusión de que la rebaja de los tipos de interés es algo que se producirá pronto y de forma tan rápida como estos ascendieron. ¿Y esta gente es la más experta?, ¿o se trata de generar un estado de opinión artificial del que luego sacar tajada?. Quizá deba profundizar más en la materia financiera aunque mucho me temo que estaré más cerca de la respuesta si tomo la bibliografía de Freud, Le Bon o el propio Ortega y Gasset sobre la psicología de las masas y los listos que se aprovechan de ella.