Entre lo que uno se imagina y la realidad suele haber una enorme distancia. Cuando nos miramos en el espejo, la mayoría concedemos a nuestro propio reflejo una puntuación de un seis alto o un siete en una escala de uno a diez […] Y cuando se consulta al público, los comentarios aduladores silencian las críticas casi imperceptibles/ susurradas, y lo interpretamos como una mayoría casi unánime a favor de nuestra imagen. Así sucede también con la inversión, o con cualquier profesión expuesta al escrutinio público. Los comentarios hirientes llegan a través de los blogs y los rivales ambiciosos. No obstante, lo que prevalece en nuestra agenda mental e incluso física son los halagos. Esto, junto con la esperanza, es lo que nos ayuda a sobrevivir día tras día. La mirada al hombre o mujer del espejo nos devuelve una imagen distorsionada, como en una galería de cristales deformantes.
Bill Gross
Ante todo quiero agradecer la positiva respuesta a la reanudación del blog. Vuestros comentarios de apoyo, las más de 2700 lecturas de mi artículo y los más de 50 usuarios que me incluís en la lista de favoritos son un buen punto de partida para esta nueva etapa.
Entre los miles y miles de páginas sobre mercados financieros que he leído en papel o en pantalla sólo un muy reducido porcentaje son “de cabecera”, es decir aquellas a las que vuelvo regularmente en busca de inspiración, de datos o de ideas. Entre ellas está una de las cartas mensuales de Bill Gross, publicada en abril de 2013 con el título de “El hombre del espejo”.
Su gran valor reside en una lúcida y prácticamente irrefutable desmitificación de la llamada gestión activa. El profundizar en los contenidos e implicaciones de esta obra maestra no toca hoy, aunque lo haré. Ahora me interesa la faceta humana del artículo.
Al ser un cuestionamiento de aquello que hizo a quien lo cuestiona famoso, influyente y multimillonario, la reflexión de Bill Gross es un ejercicio de autocrítica y, sobre todo, de humildad intelectual, de reconocimiento de la distancia entre sus límites como persona y los implícitos en su equívoca fama. Es algo que deberíamos hacer todos los que “de alguna forma nos exponemos al escrutinio público”.
Para ello me he puesto ante el espejo de lo publicado en mi anterior etapa revisando con espíritu crítico lo que había escrito.
En general, existe entre los creadores cierta aversión a enfrentarse a su obra por el miedo a enfrentarse a algo de lo que han ido separándose con el paso del tiempo hasta ser a veces tan ajeno como si lo hubiera concebido otra persona. Tenía ese miedo, pero lo cierto es que hoy podría suscribir lo esencial de la mayoría de los artículos y no hay nada que pueda catalogar de abominable. Lo más curioso es encontrar reflexiones hace más de 15/20 años que había olvidado, pero que recogen de manera sorprendente el núcleo de mi pensamiento. La mirada al espejo constata que por entonces tenía las ideas más claras de lo que hasta ahora suponía.
Las mayores objeciones son formales: extensión desmesurada, sintaxis excesivamente compleja, tono demasiado formal, un único texto con temas que por su extensión o complejidad deberían abordarse por separado, ausencia de información gráfica, escasez de párrafos enfatizados para jerarquizar la importancia de las oraciones…. Cuestiones a mejorar en el futuro, de hecho con el paso del tiempo ya se va apreciando la mejora.
Al final la conclusión es que me merezco “un seis alto o un siete”… pero puede que el espejo refleje “una imagen distorsionada, como en una galería de cristales deformantes”.
El juicio personal se puede contrastar hasta cierto punto con la opinión ajena a través de datos como el del número de lecturas o de “me gusta”.
Sin duda el más popular, todo un best seller, fue el dedicado a Warren Buffett. Hasta me llamaron de una emisora de radio para que hablase como supuesto experto en “buffetología”.
Aquí popularidad y calidad están perfectamente alineadas. Pensaba que los años lo habrían ajado, pero releído con perspectiva de hoy, mantiene una sorprendente lozanía.
A lo largo de los años transcurridos desde su publicación, la insistencia, incluso la beligerancia, de Warren Buffet en favor de la inversión indexada para el pequeño inversor confirma la tesis central del artículo, que era bastante heterodoxa en el momento de escribirlo. Entonces estaba de moda la “buffetología” promovida por diversos charlatanes, encabezados por una ex nuera de Buffet, que permitiría al inversor particular hacerse rico invirtiendo como Buffett.
Otra obra maestra, aunque lastrada por su carácter coyuntural y concreto, es el dedicado a Jazztel. Esta limitación procede de su origen, un encargo particular luego volcado al blog. Así que al presentarlo aclaré las cosas y planteé incluso algo bastante atípico en mi caso, una sugerencia de compra que, para el que aguantara hasta la OPA de Orange, fue un gran negocio.
El trabajo original, enlazado al principio del artículo, es muy extenso pero muy conseguido formalmente: afronta con éxito un reto muy difícil: hacer que algo tan árido como es el análisis financiero resulte entretenido. El truco está en que en realidad estamos ante un híbrido entre el análisis y el (buen) periodismo económico.
La parte más instructiva para el inversor particular está que proporciona pistas para identificar las pautas que caracterizan a los “castillos en el aire” inversores. Castillos en el aire que terminan aterrizando en la cabeza de los ingenuos que los compran, sobre todo cuando se aprovechan para implementar ingeniería financiera en contra de los accionistas como sucedió en Jazztel.
En conjunto, es de lo mejor que he escrito y, sin ningún género de dudas, donde más me he divertido al escribirlo, algo que se trasmite al lector a través del empleo de un tono de permanente ironía. Tuvo dos secuelas, de actualización de datos y de perspectivas, sin mayor interés que el histórico.
La tercera gran aportación es el artículo dedicado a la problemática de las predicciones bursátiles es también de lo mejor tanto en la forma como en el fondo. Entender la idea que quiero transmitir (no es fácil ni intuitivo) es una gran ventura para el inversor que lo consiga.
También mantiene su vigencia el artículo dedicado a las supersticiones bursátiles. Contiene gran cantidad de medicina intelectual contra la enfermedad de la irracionalidad inversora, pero peca de una extensión desmesurada (da para dos o tres entradas). Aunque está bastante bien escrito, en algunos momentos resulta algo prolijo.
Finalmente, el más ambicioso y con más enjundia es el dedicado a los planes sistemáticos de inversión
Su origen está en la solicitud de una ponencia para Forinvest 2009. Ingenuo de mí, me pareció un honor e hice un gran esfuerzo para aportar una aproximación personal a lo que considero el meollo de la gestión financiera, la gestión del riesgo. El resultado es una visión más allá de la visión convencional de la industria con sus alphas, betas, correlaciones y estrellitas matutinas.
Pasó lo que tenía que pasar, que el tiempo asignado era mínimo e impedía cualquier profundización y el interés del personal tampoco es que fuera muy grande. A pesar de todo, me parecía que había hecho algo realmente interesante y por ello volqué el guion en el blog. En este entorno, alejado del folclore de las convenciones, el contenido recibió el reconocimiento que se merecía: es el segundo más leído y recomendado detrás del de Buffett.
Su planteamiento me parece el punto de partida más apropiado para esta nueva etapa. Por ello, he sometido el texto original a una profunda revisión convirtiendo el guion inicial en algo más literario, pero respetando el contenido original. En las partes más obsoletas se han incluido notas que remiten a elaboraciones futuras.
El siguiente paso será pasar de la teoría a la práctica, mediante la construcción de uno o más ejemplos de planes de inversión, no en papel que el papel lo aguanta todo, sino con dinero real, lo que implica salir del cómodo limbo de la teoría y enfrentarse a la dura realidad de la práctica.