Una de las consecuencias de esta crisis, en la que tampoco nadie parece que se haya parado a pensar, va a ser el derrumbe de todo un staff o modelo de expertos. Cualquier persona que quiera ascender en el estrato social, ha de tener en cuenta que existe toda una serie de conductas, actitudes y normas que ha de seguir. Normalmente se dice que los políticos, (y en ocasiones de los “mercados”), no son otra cosa que una representación de la sociedad. Sin embargo, la realidad es que esto no tiene el más menos sentido, ya que los políticos, los financieros, los ejecutivos de empresas, los mecánicos, los informáticos y tantos y tantos grupos no representan a la media de la sociedad, sino que cada uno de los colectivos acaba agrupando a personas con ciertos aspectos en común que los diferencia del resto de la sociedad.
Es decir, existe un perfil para ser político, analista, financiero, o community manager. No quiere decir que todo el mundo en cada uno de los casos sea igual, pero lo cierto es que existe una uniformidad lógica, debido a que en cada uno de los casos y profesiones se valoran toda una serie de parámetros y cualidades. Quien no tenga estas cualidades, es posible que llegue a ser algo importante en el colectivo que sea, pero no será representativo.
En el caso particular de la política, lo que está claro es que este perfil va cambiando de forma que la tipología de líderes ha de ir evolucionando. Y si nos damos cuenta, esto está ocurriendo en aquellos países en los que por distintas razones, la situación ha llegado a un determinado límite. Se sustituyen discursos, se sustituyen ideologías y por supuesto se sustituyen determinados símbolos.
No deja de ser curioso como de repente empiezan a surgir personajes en sitios muy alejados que siguen un perfil muy determinado. Jóvenes, con ideología de izquierdas, con un look más dinámico, desenfadado, que presume de vivir en sitios normales en lugar de en sitios elitistas y que se han forjado entre los movimientos estudiantiles.
Recientemente han aparecido dos personajes en Grecia y Argentina que parecen un calco; por un lado nos encontramos con Axel Kicillof en Argentina y por otro lado Alexis Tsipras. En ámbos casos el perfil es muy similar y completamente alejado de lo que se entiende por un político “tradicional”.
Por esta razón es fácil entender quien va a ser uno de los personajes relevantes en España en un futuro que no será demasiado lejano. Curiosamente también tiene un nombre que comienza por “A”, y no es otro que Alberto Garzón Espinosa, que surge en medio del 15-M para acabar inmediatamente en el parlamento por Izquierda Unida.
Todos estos perfiles tan similares no son casualidad, sino que pueden ser explicados de dos formas posibles; por un lado puede ser explicado porque determinadas personas ven que existe un perfil que va a ser demandado por la sociedad, y por tanto tratan de moldear su imagen para tratar de atraer al público. Puede ser también que estemos ante un caso en el que ahora de repente destacan unas personas que tienen unas características que son antagónicas al perfil político. Dicho de otra forma, podemos encontrarnos ante un escenario en el que emergen personas que antes no conoceríamos, o podemos encontrarnos ante personas que, al igual que antes, diseñan todo su perfil en base a la demanda.
El problema es que no hay forma de determinar en cuál de los dos casos estamos y este matiz tiene su importancia, ya que en un caso podríamos estar de acuerdo o no, pero por lo menos significaría la entrada de savia nueva, pero en el otro estaríamos ante la misma situación de siempre, en el que unos políticos se modulan para buscar el perfil demandado, para conseguir el poder y luego buscar la consecución de sus propios intereses.
La diferencia está, para que nos podamos entender, en si estamos ante un caso como el de Obama, que entendió que era necesario un mensaje, un perfil distinto y unas formas de comunicación nueva para llegar al poder, pero que luego se ha olvidado de la importancia de la clase media para defender los intereses de Wall Street, o estaríamos ante un cambio de tendencia en la ideología.
Ambos casos tienen sus oportunidades y peligros. En un caso estaríamos ante la situación de que no cambiaría absolutamente nada, (como no ha cambiado cuando la subida del IVA era social en España, mientras rescatamos bancos) y en el otro quizás podemos estar en el peligro de sustituir unos dogmas por otros, en una rara aplicación de la teoría del péndulo.