Estos días estamos hablando y mucho de términos como “doble contabilidad” o contabilidades en b y tengo la impresión de que se habla un poco de oído. Me gustaría tratar de explicar un poco algunas ideas para que la gente se trate de hacer una idea un poco más aproximada a la realidad de lo que esconde en realidad este concepto.
Para ello, lo primero que debemos hacer es fijar un par de aspectos relacionados para fijar una especie de base. La contabilidad, en sentido amplio, no deja de ser un instrumento para describir la realidad y evolución de una empresa en términos que se pueda entender. Viene a ser lo que un lenguaje, que nos sirve para traducir pensamientos.
Si tenemos claro que estamos ante un lenguaje, tenemos que partir de que en la contabilidad existen dos tipos de oyentes; simplificando mucho serían los internos (socios, directivos,…) y los externos, (acreedores, analistas, entidades financieras, administraciones públicas…). Es esta segunda función la de todo el esquema normativo de las normas de contabilidad. Parece obvio que para que cualquier persona pueda coger un balance y sacar conclusiones acerca de la realidad de la empresa u organización, tiene que existir un lenguaje estandarizado, de tal forma que necesitamos un idioma común para entendernos.
Por lo tanto existen unas normas de obligado cumplimiento que nos dictan como debemos elaborar la información (contabilizar) y presentarla que son exclusivamente para que cualquier persona que no esté en la empresa, y siempre que conozca “el idioma común”, pueda sacar las conclusiones que quiera y conocer la realidad de la empresa. Por descontado, como una especie de idioma siempre tendremos el problema de que el que emite palabras quiere engañar. Está claro que desde la empresa se va a tratar de mostrar una imagen determinada y en consecuencia alguien tendrá que decir si se está usando el lenguaje de una forma apropiada. En definitiva, los gestores de una empresa siempre estarán interesados en enviar un mensaje determinado, y alguien controlará que esto cumple unas reglas aceptadas por todo el mundo a la hora de transmitirlo. Estas son las auditorias, y surgen porque existe una asimetría entre los objetivos de los gestores y los agentes externos.
Por esta razón tenemos siempre unas cuentas contables, con unos códigos que podemos entender, una operativa de contabilización, unos balances, una memoria y todo un conjunto de relaciones, cuentas y definiciones que son los que acaban conformando un sistema contable.
Sin embargo, en muchas ocasiones tenemos una parte de las cuentas, (de la vida de la empresa), que por distintos motivos queda oculta. Normalmente puede ser por temas fiscales, (se esconden ingresos), pero en otras ocasiones es por otros motivos, (como puede ser el saltarse los limites fiscales, no ofrecer información sobre determinadas cosas inconfesables…). De las cosas ocultas suele surgir el oculto. Obviamente, de las dos funciones que tiene la contabilidad, una de ellas se pierde en este caso; es decir; si la contabilidad es para informar a los de dentro y a los de fuera, esta segunda directamente desaparece.
Este punto es importante porque debemos entender que el concepto Contabilidad B o Contabilidad Paralela, no está sujeto a ninguna regla de tipo legal, porque no tiene demasiado sentido que las empresas o entidades sigan unas normas que en definitiva son para que los demás se enteren. En consecuencia, las posibilidades de cómo es una contabilidad b, son infinitas, hasta el punto de que en muchas ocasiones ni tan siquiera existe. Pongamos por ejemplo el caso de una empresa unipersonal, en la que el dueño no declara una serie de ingresos; (pongamos un bar que no tica la mitad de la caja). En este caso, o aquellos en los que existan muy pocas operaciones, no es necesario un sistema de información sobre el negro; más allá que contar los billetes que se van acumulando. En estos casos sencillos, luego los gastos se cuadran normalmente a ojímetro, (se suele vigilar un poco aquello de que si declaramos ventas de 5 cervezas, solo se declaren gastos de 5 cervezas). Aquí la colaboración de gestorías que explican “el resultado aceptable para hacienda” es inestimable, aunque suele dar muchos problemas, porque en esta historia hay mucha leyenda urbana.
En otros casos, bien porque sean aspectos más complejos, bien porque exista algún tipo de organización y por tanto la necesidad de llevar un control de las cuentas para reparto e información, (por ejemplo; en las mafias, que lógicamente van en negro), siempre suele existir algún tipo de contabilidad. En estos casos, cada cual se organizará como le de la real gana, pero desde luego no se parecerá en absoluto a lo que es una contabilidad al uso. Pensemos que los objetivos son ocultar la información a las personas ajenas, lo cual implica códigos e iniciales y por supuesto, no se estilarán técnicas como dotaciones, provisiones y demás. Básicamente tendremos una cuenta muy parecida a tesorería y algún tipo de documentación que justifique algo para evitar problemas internos. Antes eran libretas, normalmente ahora lo que se estila es entrar en las oficinas y llevarse los ordenadores de las instalaciones, (que ofrecen muchas más ventajas que las libretas, y no sólo de comodidad).
En el caso normal de entidades que estén en el medio, (es decir, que no tengan todo en negro como la mafia, pero que necesiten cierta organización), coexistirán las dos contabilidades; la A (totalmente legal y adecuada a las normas que pasará perfectamente auditorias que parten de asientos y comprueban su corrección); y algún sistema para organizar la información en B que será radicalmente distinta. Pero este sistema en B no es que exista una contabilidad de igual estructura que la A pero ampliada a las actividades opacas. Salvo casos extraordinarios, (siempre existe algún caso en el mundo), esto no ocurre porque directamente sería un trabajo inútil, (¿para que tratar la información para que las entiendan otros?, máxime cuando incluso internamente en la empresa que tenga todo contabilizado, se transmite tratada mediante informes, cuadros de mando adaptados y otro tipo de documento y no con la contabilidad); por no hablar de que incrementa los riesgos, (cuanta más gente esté implicada, mayores son los riesgos de filtraciones, y por tanto la parte oculta ha de ser muy restringida; y por otro lado: ¿no será mejor buscar un sistema en el que quien acceda a ella tenga problemas para entenderlo?). El problema de las contabilidades B es que debemos primero entender el lenguaje, (de la misma forma que como cualquier lenguaje) y acordarnos que las reglas de contabilidad no sirven demasiado.
En todo caso, lo que tenemos que entender es que además de una estructura completamente distinta, tampoco recogerán las mismas operaciones; Es decir, cualquier operación o bien es “A” o bien es “B”; y según sea el caso estará en un lado o en el otro. Cierto es que existen relaciones entre las dos, concretamente tantas como relaciones existan entre las actividades opacas y las claras de las entidades.
Por esta razón, es importante lo que comentaba ayer del préstamo de García Escudero y aclarar el error de El País. El hecho de que una operación conste en la contabilidad A y en la contabilidad B a la vez, significaría que la contabilidad B no es real. El hecho de que una operación en la contabilidad B esté relacionada con una operación A, y a su vez exista una posible relación entre el apartado claro (cancelar el préstamo en A) y el oscuro, (hacerlo con dinero negro), es algo muy verosímil.