Tiempo atrás escribía sobre la teoría de la opinión contraria en el caso de momentos de pánico. Nos viene a decir que cuando el pesimismo es extremo, surgen momentos de subidas espectaculares de los mercados financieros. La evidencia de que esto ocurre nos lleva a contradecir el indudable hecho de que cuando el pesimismo es extremo, nadie quiere comprar por lo que difícilmente pueden entenderse subidas espectaculares de precios; (tampoco puede explicar que cuando el optimismo es máximo, no se puede entender que todo el mundo se lance a vender). Sin embargo, si tenemos en cuenta hechos que son ajenos a los mercados financieros, (que importan por mucho que sean reiteradamente ignorados) es perfectamente lógico si tenemos en cuenta las intervenciones que se producen precisamente en estos momentos.
Hoy evidentemente la situación es exactamente la contraria. Las declaraciones, los medios de comunicación y los gestores están emitiendo constantemente noticias con un sesgo muy positivo; los mercados financieros principales marcan unas pautas de corrección y ya estamos en un plan en el que o se es alcista o se es “agorero derrotado”. Curiosamente en este esquema, resulta que todo el mundo olvida ahora que la teoría de la opinión contraria también tiene sentido, aunque sea distinto, en este entorno. Es decir, nos dice que sube cuando todo el mundo es pesimista, pero se olvida que cae cuando todo el mundo es optimista.
Lo que sí es diferente, es la motivación de que ocurra lo contrario a lo que se espera. Es decir, si en el pánico, lo que hace subir las bolsas son las intervenciones exageradas de distintos agentes para lograr vencer el pánico, esto no ocurre en los picos de arriba. No vamos a encontrar un gobierno o un banco central que deliberadamente tumbe los mercados financieros.
¿Qué ocurre cuando las declaraciones de medios, de personalidades y de analistas son muy optimistas y se derrumba el mercado?. Pues en lugar de buscar “influencias externas”, en este caso tendremos que tener en cuenta un fallo clave en la determinación del optimismo. Es sencillo entender que a veces el optimismo es máximo porque las cosas van bien, incluso aunque estemos en una situación en la que se están incubando grandes riesgos pero que no se ven; pero en otras ocasiones, la aparición de multitud de noticias, declaraciones y análisis con un sesgo positivo, no significa necesariamente que exista un optimismo generalizado, sino que nos encontramos con un proceso generalizado de “generar optimismo”, lo que a su vez responde más bien a lo contrario; es decir, si se genera optimismo es porque este es necesario.
La diferencia entre las ocasiones en la que existe optimismo con aquellas en las que el optimismo es generado es muy obvia; si todo el mundo cree que las cosas están bien, ante cualquier corrección se tenderá a comprar por lo que los mercados financieros suben. Si la situación es percibida como mala, pero se asumen inversiones en base a que pensamos que gracias a distintas medidas, (como puede ser la generación de optimismo), se pueden subir los precios, en el momento en que exista cualquier problema, los mercados se derrumbarán.
¿Sabemos por qué?. Pues cuando alguien piensa que tiene que invertir a largo porque sus índices se lo dicen o porque todo el mundo está en plan eufórico, pero no acaba de encontrar razones que justifiquen tanta euforia, lo normal es que intente comprar y se pase todo el día intentando anticipar la caída. Cuando muchos piensan de la misma forma, la conclusión es lógica; todos intentando comprar para vender antes del derrumbe en base a métodos que todo el mundo considera únicos. Lo malo es que los habrá rápidos deshaciendo las posiciones, y el resto se las comerá.