En junio de 2010, justo después de la irrupción de Grecia y la crisis del euro, y justo después de unas primeras medidas en España tomadas por el presidente Zapatero, (el cual no se arrepiente), era un clamor en los medios de comunicación el caso de Irlanda. En aquellos momentos, tanto desde la banca, como desde los analistas y los gobiernos se defendía a capa y espada que habían hecho lo correcto en 2008, (bajadas de sueldos, despidos, subidas de impuestos a la población pero no a las grandes empresas….).
El consenso decía en aquellos momentos que había sido duro, pero que ya había dado sus frutos ya que todas las previsiones hablaban de un crecimiento importante para el año 2011 y además resulta que los bancos irlandeses eran los que habían sacado mejor nota en los test de estrés que se hicieron en esa época.
En aquellos momentos, me había fijado en un post de Alberto Artero, (McCoy) en Cotizalia que decía a modo de resumen de lo que se estaba comentando en todos lados:
“Irlanda padece de un 14,2% de déficit presupuestario, ligeramente por encima del dato oficial griego y varios puntos superior al de España o Portugal. Sin embargo, aun cuando el coste de sus CDS o seguros de riesgo de impago es más elevado que en el caso español, incluso con la reciente subida de los referidos a nuestro país, el tigre celta no se encuentra en el disparadero y apenas nadie habla de él. ¿Por qué? Porque como buen estado anglosajón, comprendió desde el principio la primera premisa: no ser negativo centro de interés internacional. Así, en octubre de 2008 inició una serie de reformas (nacionalización de la banca con un valor de 465.000 millones de euros, rebaja del 20% del sueldo de los funcionarios públicos, aumento de la base de contribuyentes, recorte de prestaciones, mantenimiento del estímulo tributario a la empresa privada con el IS a un tipo del 12,5%) que le van a permitir crecer al año que viene por encima del 3%. Y eso que su crisis tiene un origen similar a la española: boom inmobiliario y crecimiento de gasto público que duplica al de la economía en la última década (138% contra 72%). No actuar, por el contrario, te convierte en carne de cañón antes o después.”
En definitiva, y un poco harto de tanta historia con Irlanda, escribí un post con estas cosas, y trataba de exponer la gran burrada que se estaba cometiendo, y tratando de explicar que en realidad, dichas medidas habían destrozado Irlanda y que de ninguna forma tenían sentido las previsiones de las que se estaba hablando y mucho menos de la complacencia y de las afirmaciones que trataban de contraponer el ejemplo de niño bueno con éxito al niño malo. Me encantaría que se leyesen los comentarios de aquel post. Ilustran muchas cosas.
Menos de seis meses después comprobamos que se consuma el desenlace; del crecimiento y de las previsiones nada de nada; el déficit (que nunca se había reducido) se disparó hasta la estratosfera, porque los bancos tan solventes estaban quebrados… En fin.
Supongo que alguien se preguntará por las razones por las que traigo esto ahora aquí. Pues es sencillo y son dos; la primera es que todo el ruido que se estaba generando alrededor de Irlanda, no era porque las cosas fuesen bien; era evidente que no iban nada bien y que además acabaría muy mal y precisamente esta es la razón por la que siempre andaban a vueltas con aquello de generar confianza.
Y la segunda razón porque lo curioso que nos encontramos ahora es que es difícil no llamar la atención sobre la situación de nuestro país en estos momentos, con un goteo continuo de previsiones halagadoras, felicitaciones y asombros por los progresos realizados, medidas idénticas que coexisten con la más evidente constatación de que por lo pronto, la economía ha sido destruida y que las perspectivas que ven algunos, no son más que sueños.