Me gustaría comenzar este post pidiendo disculpas por los retrasos en las publicaciones. Soy consciente de que puede parecer que este blog está un poco abandonado, pero esto no es del todo cierto.
En realidad, ahora mismo estoy recopilando bastante información acerca de los impuestos pagados por las empresas y tratando de cuantificar algunos aspectos fiscales que considero relevantes. Esta tarea me está llevando un poco de tiempo.
Por otra parte, ahora estoy colaborando en otras cosas (ligeramente distintas, aunque perfectamente complementarias a este blog), lo que significa una mayor inversión de tiempo, que espero se vea recompensada con unos mejores resultados (de acuerdo al fin declarado de tratar de que se entienda mejor este batiburrillo que algunos llaman economía).
Y en esta segunda parte, en particular, nos encontramos con unos cuantos problemas que ya había anticipado en el post en el que denunciaba la manipulación de los datos de la estadística del INE.
Me explico. Estamos recopilando información de largo plazo sobre distintas variables macroeconómicas para tratar de explicar correctamente la situación en la que estamos y cómo hemos llegado hasta aquí; también para explicar las razones por las que esta recuperación que nos venden es directamente mentira.
El problema es que se nos ha dado por contrastar los datos del INE con otras fuentes y los resultados son descorazonadores.
El primer ejemplo que me gustaría ofrecer es el relativo al consumo de tabaco en España. Este dato lo podemos encontrar en tres fuentes oficiales distintas. Por una parte, desde el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, tenemos dos organismos que son el Comisionado para el Mercado del Tabaco (CMTabacos) y la Agencia Tributaria (por el impuesto sobre las labores del tabaco) y, por último, está el propio INE, que incluye el consumo en la encuesta de presupuestos familiares.
El hecho de que cada una de las entidades calcule el dato “consumo de cajetillas de cigarrillos” de acuerdo con una metodología propia justifica la existencia de diferencias de matiz entre los resultados. Sin embargo, no es posible justificar de ninguna forma los datos que se han obtenido a lo largo de los años.
Para encontrar los datos se deben seguir las siguientes instrucciones:
Para los del INE hay que acudir a la encuesta continua de presupuestos familiares que nos da datos desde el 2006; En el apartado de “Cantidades físicas consumidas, gasto y valor unitario”, podemos descargar la cantidad de cajetillas de cigarrillos en miles de unidades para cada todos los años.
Para encontrar los datos de la agencia tributaria; hay que acudir a los informes estadísticos de los impuestos especiales y dentro de página ir a cada uno de los años y sacar el informe que incluye siempre un anexo de consumo estimado de cigarrillos en millones de cajetillas. En realidad, tan sólo sería necesario descargar el informe de 2012 (incluye históricos desde 2008) y del 2007. Hoy aún no está disponible el informe de 2013.
Para el caso del Comisionado para el mercado de tabacos hay un enlace en el que están los datos de todos los años. Hay que ir año a año, obteniendo los datos en la suma de cualquier ranking; (yo he usado el total del ranking por comunidades autónomas).
Los datos recopilados son los siguientes (expresados en millones de cajetillas de 20 cigarrillos):
Que se pueden ver también mediante esta gráfica que ilustra las diferencias del mismo dato según quién cuente:
Los resultados son bastante clarificadores; mientras la agencia tributaria y el comisionado de tabacos estiman que se va reduciendo el consumo de cigarrillos (con un ligero repunte en 2008) a lo largo de todo el período; el INE estima que el consumo de tabaco sube hasta el año 2008. De hecho, los resultados para 2013 son desconcertantes. El consumo de cigarrillos recogido por el Comisionado para el Mercado de Tabacos multiplica por 1,58 el dato ofrecido por el INE.
Visto de otra forma; el INE estima que se consumen el 58% de los cigarrillos que se consumían en 2006 (nos daría un ajuste del 42% en la demanda de cigarrillos en todo el período); el CMTabaco afirma que se consume el 52,71%, lo que supone un ajuste de casi el 50%.
Sin embargo, los datos son más llamativos si en lugar de la cantidad de cigarrillos, analizamos los datos que nos facilitan para el valor de este consumo. Los datos en millones de euros son los siguientes:
La representación gráfica de todos estos datos es la siguiente:
El problema que nos encontramos va mucho más allá de los 4.000 millones de euros de diferencia entre lo que supone cada uno que gastamos en tabaco. El problema es que con datos tan dispares llegamos a una conclusión bastante parecida (para lo que estamos viendo). Si la variable que tenemos en cuenta es el valor de la cajetilla de cigarrillos (que cómo es obvio sale de dividir el valor total de los cigarrillos consumidos entre la cantidad consumida), los datos son los siguientes:
Esto supondría las siguientes variaciones de precios:
Y lo más curioso: si analizamos el efecto global en los precios, nos da que el precio de cada cajetilla subió un 66,08% entre 2006 y 2013 si hacemos caso al INE y un 90,83% si hacemos caso al Comisionado del mercado de Tabaco.
Tras este análisis con resultados caóticos me gustaría volver atrás y recordar el efecto de lo que pudiera ser un error del INE en este punto. Resulta que la encuesta de presupuestos familiares es el origen de la ponderación de los distintos productos en el cálculo del IPC. Es decir, las variaciones del precio de un producto o servicio tendrán tanta importancia en el citado índice como peso tenga en el presupuesto de las familias. Por tanto, reducir el peso de un producto que tiene una subida elevada de precio hasta el 2008 supone reducir la subida del IPC en una época en la que el IPC estaba disparado.
Por tanto, considerando una subida del 60% en lugar de una subida del 90% real y considerando que su impacto en la economía de los consumidores es la mitad del impacto real, lo que se consigue es reducir el dato del IPC y, por tanto, de la cuantificación de la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores.
Entiendo que será evidente que todo el mundo se haga unas cuantas preguntas después de ver estas cosas; una de ellas es más que evidente: ¿con qué datos nos quedamos?
Los datos de Hacienda vienen de los impuestos y de los estancos; es importante entender este matiz porque descarta la primera explicación para las variaciones entre valores basados en impuestos y las encuestas: el fraude (o consumo sin pagar los impuestos) y el contrabando. Se descarta porque resulta que se han declarado (y pagado) más impuestos sobre los cigarros que los que se supone que se han consumido según el INE. O las empresas pagan un 60% más de lo que les corresponde en un sector que tiene unos impuestos altísimos o directamente los datos serían los de Hacienda más todo lo que sea contrabando.
Otro ejercicio que podemos hacer es aprovechar que los precios del tabaco están todos publicados en el BOE. No tenemos más que abrir una página del BOE de las resoluciones de precios del Comisionado del Tabaco y comprobamos ciertas incoherencias en los datos del INE. Por ejemplo; en el BOE de 21 de mayo de 2011 se publican los precios de 63 cajetillas de cigarrillos; el precio medio es 4,003968254. De los 63 precios, tan sólo 11 son menores a los 3,60 € que marca el INE como precio medio. Además el más barato está a 3,30 € (30 céntimos más barato), mientras que los más caros están en 5,25 €.
Otras preguntas que se pueden hacer son simples: ¿Cómo es posible que con volúmenes de facturación y cantidades distintas pueda dar un precio relativamente similar? La respuesta parece bastante clara: ¡cocina!; y las razones de la cocina en este caso particular parecen bastante evidentes. Al fin parece que la ventaja de reducir la pérdida de poder adquisitivo hace sospechar que difícilmente esto puede ser un error.
¿Y si no podemos fiarnos de los datos del INE?... ¿Qué nos queda? ¿Cómo hemos de actuar? ¿Qué conclusiones sacamos sobre cualquier estudio? Las preguntas planteadas duelen porque los análisis económicos necesitan de información cuantitativa con ciertas dosis de fiabilidad. La búsqueda de soluciones no resulta nada sencilla.