A lo largo de todo el mundo se están tomando decisiones que se comprueba fácilmente que nos van a llevar al más absoluto de los desastres. Por supuesto, la pregunta que medio mundo se está intentando hacer puede parecer la misma. ¿Cómo salir de esta?.
El problema es que no es cierto que nos estemos haciendo la misma pregunta. Y esta es la primera cuestión que debemos entender para intentar salir de esta situación. Lo cierto es que técnicamente las soluciones no son demasiado complicadas y desde luego no son únicas. Tal y como existen mil formas de liberalizar el mercado de trabajo, existen mil formas de generar más valor para los trabajadores, y estabilizar. Pero el grave problema es que yo he tenido que usar un eufemismo para defender que debemos imponer rigideces al mercado de trabajo.
Este es el grave problema que nos encontramos ahora. ¿Necesitamos una reforma laboral?. Por supuesto, igual que una reforma en los mercados, y en el sector financiero y por supuesto en el sistema político. Por supuesto, las cosas están en un punto que tenemos que cambiarlo todo. Pero de alguna forma increíble, no tenemos una verdadera discusión acerca de los cambios.
El ejemplo laboral es fácil de ver; tenemos que reformar el mercado de trabajo, y en puridad hay dos opciones: ¡o flexibilizar o introducir estabilidad!. No me vale el cuento este de introducir flexibilidad para fomentar el empleo estable que realmente es una tontería del quince. Esto va así; o se busca que las personas tengan empleos estables, o se busca que las empresas puedan despedir con mayor facilidad. Vender el hecho de que se pueda despedir con mayor facilidad para dar estabilidad a la gente es un engaño puro y duro.
Pero si nos damos cuenta, la opción de dar estabilidad a los trabajadores es una opción que ni tan siquiera se considera. ¡Así de simple!. La realidad es que no estamos discutiendo sobre las dos opciones, ni tan siquiera si debemos reformar el mercado laboral. La discusión no es sobre que hacer sino ¡Cuánto!.
Estamos en una situación curiosa; ya que estamos todo el día a vueltas con las necesidades de reformas, pero se está manipulando de tal forma, que no somos capaces de entender ni tan siquiera que hay dos opciones. ¿Podemos plantear de forma seria un debate sobre una reforma laboral en la que no se discuten todas las opciones?.
El caso es que en una negociación, en una discusión o en todo lo que no sea un monologo, existen varios puntos de vista, con varios enfoques distintos, y desde luego varias aproximaciones a un determinado problema. Y esto es importante porque toda decisión plantea ventajas e inconvenientes. Cada decisión que debemos tomar va a suponer que existen beneficiados y perjudicados.
Olvidando, obviando o engañando sistemáticamente a los perjudicados, lo que tendremos no es una negociación, sino una masiva campaña de marketing, que es lo que tenemos ahora mismo. Para salir de esta crisis, necesitamos reformas, reformas que las hagan los que no la han creado, necesitamos nuevos puntos de vista, necesitamos gente que no esté prisionera de los mismos intereses de los que estaba cuando tomaron las decisiones que nos han llevado a esta situación, o necesitamos gente que no esté prisionera de lo que ha dicho en el pasado y que no tiene el valor de reconocer que se han equivocado.
La macroeconomía, las ciencias económicas, el sentido común e incluso muchas aproximaciones desde otras ciencias humanísticas, tienen hoy los medios suficientes como para encontrar las salidas “técnicas” a esta crisis. De hecho solo tenemos que recordar lo que ha ocurrido a partir de los años 30 del siglo XX, para encontrar las medidas y soluciones que debemos adoptar.
El problema no es que tengamos o no ideas, ni tan siquiera cuales son estas. El problema es en realidad que por intereses, por cobardía o por imbecilidad pura y dura, la realidad es que estas soluciones, medidas, planteamientos o propuestas simplemente no caben en el entorno en el que se toman las decisiones, donde se ha instalado el engaño, la manipulación, el marketing y la ausencia total de visión.
Mientras no entendamos que tenemos que buscar alguna forma de recuperar los ingresos de los consumidores, en un entorno mundial de caída del poder adquisitivo, no hay nada que hacer. Es simple, primero tenemos que entender que se debe recuperar el poder adquisitivo, la sociedad y la democracia; y luego decidir cómo se hace eso es sencillísimo.
Pero hoy el problema es que lo que se busca es salvar los mercados financieros, las empresas cotizadas y los cortijos particulares de cuatro espabilados. Y todo se supedita a esto de tal forma que al final, lo del poder adquisitivo, lo de la sociedad y lo de la democracia quedan como palabras tan bonitas como “el mercado”, y que sólo sirven para adornar discursos de aquellos que están atacando todo lo que dicen, (voluntariamente para conseguir un beneficio o simplemente por incompetencia).
No tiene ningún sentido buscar soluciones técnicas o ideas, mientras las opiniones discordantes se encuentren en un par de cientos de blogs que como este, tienen cuatro visitas, y en un entorno en el que los sindicatos y gobiernos estén intentando vendernos completo humo.
No hay solución mientras no cambiemos el punto de vista y nos encontremos con argumentos del estilo “las empresas no van a”, o “las empresas van a”. Porque nada tiene solución mientras no entendamos que las reglas, las empresas, los bancos, los gobiernos y los sindicatos han de ser instrumentos que sirven a la mejoría de las personas, (¡de todas!).
No tiene sentido ninguno buscar soluciones mientras la pregunta que se hacen todos los dirigentes no es ¿Cómo salir de la crisis?, sino que es ¿Cómo salimos de la crisis sin cambiar absolutamente nada?. Hace unos meses puse un post en el que me preguntaba si era posible el cambio, y lo sigo manteniendo. No sólo es posible, sino que es inevitable. Pero por supuesto, nos va a costar sangre, sudor y lágrimas.