Hoy me va a tocar hablar de alguna historia mía, al final resulta que esto es un blog y por lo menos en teoría, se trata de que el que escribe cuente lo que se le pasa por la cabeza y haga participes a todo el mundo de sus inquietudes.
El caso es que esta semana, resulta que he coincidido con alguien que ocupa un cargo que podemos llamar político. Es una de estas personas que tienen cargos de libre designación que en teoría son puestos técnicos y ocupados por expertos, pero que en realidad son pura política.
Lo bueno de los políticos es que les puedes decir lo que te dé la gana, siempre que lo hagas con respeto y sobre todo tirando de ironía. Contrariamente a lo que puede parecer, lo curioso es que cuanto más sincero y duro seas, más buscarán la aprobación. En fin, no sé si sabe que escribo en este blog y en cotizalia; porque la verdad es que trato de mantener los dos ámbitos lo más separados posibles; Digo que no lo sé, porque la realidad es que algún comentario aislado ya he oído, y es de suponer que dado que la gente habla, entiendo que la gente sabe más de lo que se atreve a decirme y preguntarme.
En fin, el caso es que la conversación derivó hacia la victoria de España y la respuesta en la calle. Esta persona, (y creo que con total ingenuidad), se lamentó de que España sólo apoyase a la selección y no saliese a la calle a apoyar a los políticos que decía que eran sus representantes.
La respuesta me salió del alma y con todo el pesar tengo que decir que es muy obvia la razón por la que la sociedad no apoya a los políticos; quizás a veces tengo que aprender a callarme pero creo que soy demasiado joven para cambiar, y demasiado mayor para rectificar. Además las respuestas normalmente me salen y como un resorte, lo que me salió de la boca es “Saldremos a la calle el día que los políticos se esfuercen, luchen, sean inteligentes y nos den una alegría; y con lo que debéis agradecer que no salgamos a pedir la deportación de la mayoría”.
Como puede suponer todo el mundo, mis posibilidades de crecer en el mundo de la política son como poco limitadas, lo cual no me traumatiza demasiado, porque me llega con sufrir la estigmatización de ser economista. Gracias a dios, no tengo puñeteras ganas de entrar en ninguna organización política, por lo que me permito decir lo que me da la gana. Además debo reconocer que siento cierto placer logrando dejar sin palabras a una persona cuya principal función es la de tener siempre una respuesta.
Esto no siempre fue así, y de hecho hubo un tiempo en el que creía en las personas que nos dirigen y las veía como una especie de semidioses. Escuchaba lo que decían, y trataba de aprender todo lo que decían. Cuando era muy joven, tenía una curiosa mezcla de ingenuidad y por otro lado tenía cierta capacidad de análisis, de forma que era muy útil para determinadas personas.
El colmo de la ingenuidad es que mi mayor ilusión en la carrera era trabajar en Arthur Andersen. No era trabajar en una auditora cualquiera, no valía ninguna otra, y la realidad es que fue la única a la que envié el currículo, porque en el fondo he tenido mucha suerte y no he estado en el paro en ningún momento desde mi primer trabajo, que fue a las dos semanas de acabar la carrera. El caso es que hubo un tiempo que hubiese dejado todo por Arthur y no por otra, porque me parecían especiales, muy honrados y desde luego los mejores. La realidad puso las cosas en su sitio y al final por otras razones acabé coincidiendo con los Arturitos, (antes y después que lo de Enron, que siguen siendo los mismos).
Y ya que estamos me gustaría recordar mi mejor experiencia con los políticos, consultoras y expertos; ´(entendiendo mejor, como más surrealista). Era diciembre de 2000 y resulta que trabajaba en una consultora y desde allí pues me pidieron desde la diputación de una provincia no muy desarrollada, colaborar en la elaboración del plan estratégico de la provincia de 2001-2010.
El trabajo lo desarrollaba la diputación que encargo a KPMG por 80 millones de la época el estudio, y luego buscó personas relevantes, (lo que viene a ser “expertos” y “agentes sociales”), para desarrollar una serie de mesas y aprobar un documento para planificar el desarrollo de la provincia. Contaría cómo es posible que aterrizase en esa mesa, si tuviese la mínima idea, creo que alguien metió la pata.
Por aquellas fechas, yo tenía 28 añitos, y realmente me comía el mundo. Desde luego era el más tonto de los asistentes, y la combinación de tontería por un lado, ingenuo idealismo por otro y algo de conocimientos técnicos por otro, en medio de una reunión de ese estilo fue demoledor.
Había un representante de cada partido político, alcaldes, representantes de cajas, gente de consultoras, un diputado, un representante de la confederación de empresarios, sindicatos, federación de hosteleros, de pizarreros, uno de las eléctricas…
Yo ya no recuerdo si estaba ilusionado, acojonado, impresionado o lo que sea, pero el caso es que comenzó la mesa y nos dieron un tocho que habían elegido los de KPMG de una burrada de folios, en los que las primeras 15 hojas hablaban del tema infraestructuras. En definitiva, se planteaba la construcción de cinco autovías. ¡Por pedir que no quedase!.
El caso es que comenzaron la disertación presentado esa carta a los reyes magos y nos preguntaron ¿Qué nos parecía?. ¡Cojonudo!. Fue unánime. Si se conseguían cinco autovías, la verdad es que era de locos. Pero claro, nos dijeron que debíamos debatir la priorización porque era posible que no diesen las cinco, (80 millones para llegar a esta conclusión).
El caso es que en el tocho de condiciones no había ningún dato sobre tráficos, ni desde luego las justificaciones, análisis de costes o beneficios de ninguna de ellas. Yo fui de los primeros en contestar, y lo que dije fue que no podía contestar, porque no tenía datos. Casi se me cae el mundo encima, y se montó un buen fregado, en el que de repente entre los consultores y los de los partidos políticos, trataban de hacerme comprender que yo estaba allí por mis conocimientos y que dijese lo que creía que fuese mejor en función de mis conocimientos.
Yo, (¡que no sabía muy bien cómo funcionaba el mundo, al revés que ahora que me resisto a resignarme!), traté de mantenerme fuerte y decir que sin datos, yo no apostaba, porque las intuiciones y las sensaciones no son muy buenas consejeras. Hablé de responsabilidad, y la cosa se fue poniendo un poco tensa. Lo peor es que los de las cajas y el de Fenosa se empezaron a poner de mi parte. ¡No había datos!.
Hasta que tres horas después llegó el ultimátum y me dijeron que escogiese una de las autovías y diese una razón para continuar votando que íbamos por la primera parte, que eramos veinte y teníamos que salir del atasco..
Total, que al final la cosa se lió un poco y en medio de la tensión, la realidad es que elegí una de las opciones. Cuando me preguntaron la razón, no se me ocurrió otra cosa que soltar: “es que me queda muy bien para ir a casa de los padres de mi novia”.
¿Lo positivo?. Que la contestación fue tan salvaje y sorprendió tanto que de repente el bando de los que pedíamos datos, (seguíamos siendo los representantes de las cajas, el de fenosa y yo), logramos imponer el criterio, y nos prometieron que iban a rehacer el estudio, obtener los datos, enviárnoslo con tiempo para que pudiésemos ver la información antes de la reunión y aplazarlo sine die.
El cabreo de los políticos era monumental, y creo que a todo esto es porque lo que he de decir es que en esa reunión nadie cobraba un duro, en ningún concepto, y nos habíamos tirado cinco horas para nada.
A finales de enero nos volvieron a convocar para la siguiente reunión, aunque la consultora olvidó enviarnos los datos. En el próximo post contaré la próxima reunión. Pero con esto quiero decir es que sólo con este proceso, a veces sorprende que ¡estemos tan bien!.