En el post del otro día conté como se pifió la primera reunión de una mesa de trabajo para desarrollar un plan estratégico. El caso es que me había quedado en que nos convocaban a la segunda reunión.
La segunda reunión empezó exactamente igual que la anterior, salvo que dijeron que habían enviado los nuevos datos, y preguntando si los habíamos recibido. Por supuesto, nadie los había recibido, y le echaron la culpa a correos, o algún fallo. La consultora que guiaba la mesa, propuso avanzar sin los datos, siguiendo el mismo plan.
El mosqueo fue increíble, y esta vez no fui yo el que la montó, sino que fueron los de las cajas y el de fenosa. Supongo que estas personas no están demasiado acostumbrado a que les tomen el pelo, y el cabreo se ventiló esta vez rápido. En media hora, se decidió que no se volvía a parar la reunión y que nos mandarían la información que necesitábamos y se procedería a convocar otra reunión. O sea que todo el avance fue que llegamos al mismo sitio en 30 minutos frente a las 5 horas de la reunión anterior.
Como se acabó tan pronto, se propuso aprovechar el día para que todo el mundo dijese ideas nuevas para estudiar si incluirlas; ¡y vaya si hubo ocurrencias!.
El representante de un partido, propuso, que volviendo al tema de las autovías, descartarlas y sustituirlas por líneas de dirigibles, lo que aunaba ecológica, economicidad en el transporte y alguna ventaja más. La idea así a bote pronto no parece mala, como tampoco lo parece la de volver a las diligencias en lugar de los coches. Pero está claro que es no entender nada. Este se agarraba a una experiencia en no sé qué empresa nórdica que tenía un servicio de dirigibles para el tráfico de alguna mercancía específica. Anda que no costó explicarle que los caballos aún mantienen alguna utilidad, pero que no es muy apropiado usarlos de forma general; y lo mismo va para los dirigibles, que se desecharon en su día por algo, y que desde luego no sustituyen a autovías, ni van a ser un medio general de transporte, (a menos que empeorásemos mucho).
Otra idea, era la construcción de un circuito para la fórmula uno, y una ciudad del motor, idea que en principio no era mala, si no fuese porque nadie sabía ni la cantidad de dinero que se necesitaría, ni cómo conseguir que la FIA, incluyese dos carreras en España, (de aquellas sólo estaba Cataluña y nadie se planteaba lo que al final ocurrió: dos grandes premios en un país).
Esta idea debo reconocer, que pasado el tiempo no era tanta tontería, pero sin embargo la provincia no era Valencia y no tenían su capacidad política ni económica. Por otra parte, tampoco se podía definir como el eje de un desarrollo. Un gran premio de fórmula uno, es una opción a valorar, dentro de un entorno en el que existe un desarrollo previo en otros aspectos que facilite la financiación, la logística, el peso y la influencia para conseguirlo. Sin peso, no hay organización del evento, y si el peso depende de la organización del evento, no habría posibilidades. Está idea, si que se incorporó finalmente al plan, con la construcción de una ciudad del motor.
Por supuesto, en medio de las discusiones comenzaron “los ruegos”, y de esta forma, se pedían autorizaciones express para las instalaciones de grandes superficies comerciales, pero a la vez el de la asociación del pequeño comercio, lograba hilvanar un discurso sobre la competitividad, y el libre mercado para pedir que se obligase a cerrar al mediodía y los sábados por las tardes a las grandes superficies comerciales. (Hay que reconocer que alguna gente tiene merito). El gran argumento es que hicieron una encuesta en la que la inmensa mayoría de las personas contestaron “no”, a la pregunta de “¿quiere Vd ir a comprar al mediodía o un sábado por la tarde?”.
Lo que costó hacerle entender a esta persona que si me preguntan si quiero ir a comprar al mediodía, todo el mundo va a decir que no; ¡incluso los que van a esa hora porque no tienen más remedio!. Y que ni es una medida liberalizadora, ni desde luego mejora la competitividad del pequeño comercio, sino que disminuye la del gran comercio. ¡y no es lo mismo!.
Por supuesto, lo de apoyar el turismo, fue un tema recurrente, y se proponía de todo, desde construir paradores, rutas… El turismo, la verdad es que es un comodín bastante apropiado y quizás con el tiempo fue en el que más se desarrolló el plan, dado que en este período se construyeron balnearios, paradores, establecimientos de turismo rural… ¡tantos que hace tiempo que están todos infrautilizados!.
Del resto de las ideas, ya ni me acuerdo, porque en el tiempo te quedas algunas, pero todos los discursos iban en línea con aquello de “apoyar, estimular…”. Pero bueno, una tarde sin demasiada transcendencia, porque si lo de turismo estaba ya en el plan, después de las autovías, entró lo del gran premio de fórmula uno y la ciudad del motor, (no conseguido) y el resto de ruegos, pues “se tomó nota”. Acabó la reunión y quedábamos esperando la documentación para por fin comenzar a debatir sobre lo que nos había llevado la consultora.
Pues otra vez, nos encontramos con una citación, pero en este caso nos convocaron para el lunes, martes y miércoles ¡de la semana santa!. Por supuesto, esta vez fueron más claros en la presentación, ni se había remitido documentación alguna, ni se iba a remitir; pero acompañado de llamadas a los jefes y un cambio en la organización de las mesas, iban a intentar sacar el documento adelante, porque urgía. El nuevo reglamento era que se discutía, (si queríamos), pero que se votaba sí o sí.
La reunión comenzó exactamente igual que la primera, pero el consultor vino dispuesto a sacar adelante el tema, y leía a toda velocidad, para preguntar: ¿Quién está de acuerdo?. Si ganaban los que estaban de acuerdo, se seguía para adelante. Si ganaban los que no estábamos demasiado de acuerdo…¡no sé lo que hubiese pasado!. Perdimos todas y cada una de las votaciones, aunque debo reconocer que después de la segunda la reunión de los tres días fue un despropósito en el que nadie sabía ni lo que estaba votando.
Me acuerdo que los de las cajas, el de Fenosa y yo nos pusimos en la zona de la mesa más alejada y llegamos a estar charlando tranquilamente de estas cosas, votando “no” sin saber a qué, y mientras el resto de la gente votaba “sí”, (y temo que tampoco sabían a qué).
¡Qué todo era un cachondeo, lo sabía todo el mundo!, pero el de Fenosa, medio en broma, medio en serio, me estuvo explicando que todo era así, y que quizás se habían animado un poco con mi resistencia del primer día, pero que desde luego estas reuniones eran así porque le interesaba a todos los que estaban en la mesa; ¡eso siempre ocurría así!.
El documento salió tal y como había entrado, (con lo de la ciudad del motor), y desde luego en 2011, se comprobó lo que en el 2001 era evidente. No había forma de cumplirlo ya que no era otra cosa que una petición a los reyes magos de tonterías irrealizables. Pero con todo, y con el volumen de tontería, la falta de análisis, la falta de datos y los 80 kilos gastados en una consultora, no hubo forma alguna de mejorar absolutamente nada.
Lo peor es que esto, que es una anécdota, es algo que se repite a lo largo de nuestra geografía todos los días de forma que estamos construyendo una realidad en los medios y en los discursos y despachos de los políticos, grandes empresas y grupos de opinión que no tiene absolutamente nada que ver con la realidad que se puede ver.
Con reuniones como esta, lo que se me pasaba por la cabeza en aquellos momentos era buscar la forma de salir de esa dinámica, ni era ni soy rico, y por tanto lamentablemente me tocaba tragar de todo. Me costó un año y algo de suerte, escapar de estas dinámicas; para caer en algunas similares. Pero algo bueno salió de aquello. La bocaza que tengo, me obligó a estudiar muchísimo todo, me obligó a entrar en una dinámica que es la que tenemos que conseguir ahora para los políticos. Al fin y al cabo, yo sentía mil ojos en mi nuca esperando un desliz. ¡Nada como eso para que hagas las cosas bien!. Lo curioso es que los mil ojos los tenía un treintañero, pelín ingenuo, mientras nadie miraba, (ni mira), para los que realmente mandan.
Y con estas dinámicas, la verdad es que no entiendo como alguien se sorprende de la existencia de esta crisis. Lo cierto es que lo que me sorprende es ¡que aguantemos!.