Una de las preguntas que me han hecho es tratar de determinar si el presupuesto que estamos adoptando es cíclico o anti-cíclico. La respuesta si nos preguntan ahora no es tan sencilla como pudiera pensarse, pero a su vez tampoco es tan complicada como se puede imaginar. En todo caso, lo que sugiere es la necesidad de una serie de post acerca de este tema, y en ese contexto tengo que encuadrar este post.
En un post en el pasado intenté explicar como la macroeconomía podía explicar, (y de hecho lo hacía perfectamente), lo que ha ocurrido hasta ahora y los efectos de las políticas y medidas adoptadas. En el proceso que traté de explicar, (de una forma simple), encontramos la justificación a la adopción de medidas anti-cíclicas para contribuir a la estabilidad económica. En muy pocas palabras, la idea es que el estado gaste en los momentos en los que el sector privado se detraiga, de tal forma que ese gasto se inyecte en el sector privado. Por otra parte, se busca que el estado ahorre, (detrayendo recursos del sector privado), cuando la economía funcione.
De esta forma, tenemos un freno en las etapas de expansión y un acelerador en las etapas de recesión. Hasta aquí supongo que no hay polémica. Es cierto que se puede discutir si es conveniente que existan estas políticas o no. Por supuesto también podemos entrar a valorar la conveniencia y los efectos previstos de estas políticas. Lo trato de explicar un poco mejor; la discusión se trata de la conveniencia o no de tener este freno y acelerador. Por supuesto todo el mundo está de acuerdo que los recortes penalizan el crecimiento y que el gasto público lo expanden. Por supuesto, es también comúnmente aceptado que los ciclos son mucho más amplios si no se adoptan medidas anti-cíclicas, y la discusión es si no tomarlas es algo que hace mejorar el crecimiento o no. Dicho de otra forma, todo el mundo está de acuerdo en que si quitamos los frenos, los acelerones y los frenazos serán mayores; la discusión es si el crecimiento final en el largo plazo será mayor o menor.
Teniendo esta idea clara, lo que me gustaría es llamar la atención sobre un elemento o concepto que no es otro que el estado del bienestar, (o conquistas sociales). En un post ya he tratado de exponer que este tipo de concepto que hoy se ve como un problema, surgió como una solución en lugar del problema. De hecho fue una solución a la gran depresión, (a la que se llegó por una situación muy parecida a la actual). Las medidas del estado del bienestar, o las denominadas conquistas sociales, se tratan de toda una amalgama de normas que tratan de equilibrar los ingresos entre las distintas personas y a lo largo de las distintas fases del sistema vital. Abarcan unas cuantas medidas desde el punto de vista fiscal, de seguridad social, prestaciones y asistencias, que tienen una clara función redistributiva en varios frentes.
Es notorio y conocido que el estado de bienestar está siendo desmantelado, (no desde la crisis, sino que desde luego con carácter previo, ha sido reducido de facto). Podemos poner los ejemplos de los sistemas de pensiones, que si bien sufren ahora el ataque furibundo, han sufrido un ataque constante durante años, para generar una situación en la que las pensiones son claramente insuficientes. Lo mismo con los sueldos, que no han parado de perder poder adquisitivo, o un sistema fiscal que hace tiempo que es claramente regresivo, (en lugar de progresivo).
Si hoy, preguntamos por la conveniencia de mantener, reducir o ampliar “las medidas del estado del bienestar”, nos encontraremos con una abrumadora mayoría de analistas que nos dirá que hay que reducirlo, porque no podemos permitírnoslo. En cambio sería interesante preguntar a esos mismos analistas por la conveniencia de eliminar los estabilizadores automáticos de la economía.
Estoy completamente seguro que no pocos contestarán en sentido contrario, ignorando completamente que todas y cada una de las medidas que conforman lo que se ha venido a conocer como “conquistas sociales”, tienen una denominación técnica en la teoría económica que es precisamente esta: “estabilizadores económicos”. Y desde luego, el nombre no puede ser más gráfico, porque su origen, su función y su justificación surgen de la primera parte del siglo XX en donde nos hemos encontrado con un período de largo crecimiento ininterrumpido, (aunque en su gran parte financiero), que se ha venido a llamar “los felices años XX”, que después generó un largo período que se ha llamado “la gran depresión”.
Estas brutales variaciones, que además se correspondían con ciclos muy amplios, (largos períodos de crecimiento, unidos a largos períodos de caídas y ambos totalmente exageradas), es lo que motiva, lo que origina, y lo que en definitiva permite llegar a la necesidad de estos estabilizadores automáticos, que de “conquistas sociales”, tienen bastante poco, porque no ha venido de lucha o conquista alguna, sino de los propios gobiernos que lo han instaurado.
Para entender las razones de tales instrumentos, podemos entender que la economía real es un sistema no demasiado ágil. A diferencia de los mercados financieros que pueden variar en horas, (los lunes pueden ser optimistas, los martes pesimistas…), las economías evolucionan de una forma tan lenta que siempre dará la impresión de que apenas varían. Usando un símil, la economía real es similar a un gran barco, que acelera muy poco a poco y que frena muy poco a poco. Si estamos navegando y los motores se apagan, seguiremos navegando durante un tiempo importante, pero en el momento en que el barco se pare, nos demos cuenta de que los motores estén apagados y se comienzan a encender, volver a alcanzar la velocidad será un esfuerzo imponente.
Pues este es en el fondo el enfoque de los estabilizadores automáticos, que no es otro que tratar de anticipar los problemas de las caídas, a costa de frenar los excesos de los acelerones. Se trata de suavizar los ciclos, con la intención de lograr un crecimiento estable y una velocidad de crucero.
El problema de los estabilizadores automáticos es que su puro diseño es servir de freno en las épocas de crecimiento y de acelerador en épocas de freno, para de esta forma mantener una velocidad constante. Y esto nos genera dos principales focos de argumento contra su uso, que son su mayor inconveniente.
En épocas de crecimiento, actúan como un freno. Y está claro que en estos momentos la conveniencia de estos instrumentos es muy cuestionable. ¿Por qué nos dotamos de unos instrumentos que frenan el crecimiento?. Evidentemente la respuesta no es otra que para evitar las depresiones, pero si estamos creciendo es probable que olvidemos estas, y que incluso lleguemos a pensar que sin estos instrumentos llegaríamos a acabar con los ciclos. En estos momentos, es posible que no se les vea ninguna utilidad y se vayan desmantelando, de tal forma que sin que nos demos cuenta, (estamos quitando algo que no se usa demasiado), la realidad es que llegamos a una situación en la que ya no tenemos en la economía estos instrumentos o son cada vez menores.
Por otra parte, si nos empezamos a recuperar normalmente existe cierta impaciencia por que sea lo más rápida posible, de tal forma que tendremos la tentación de eliminarlos para conseguir la mayor velocidad posible. En ambos casos, nos llevan a una situación en la que no existen. Y por supuesto a unos cuantos desequilibrios que son los orígenes de los ciclos, (que no son algo exotérico sino que tienen causas en las acciones y no en el mero paso del tiempo).
Pero es que aún en el caso de que estemos cayendo, es muy posible que por la inercia, o por la velocidad de los acontecimientos, la sensación sea que no se cae tanto e incluso que estamos avanzando. Por lo tanto, aunque estemos cayendo, es muy probable que se nos venda la recuperación, y en consecuencia estaríamos ante una situación en la que nos cargaríamos los frenos en una caída. La peor de las opciones.
Y el segundo grave problema de estos estabilizadores genera un freno en los mercados financieros que gustan más de multiplicadores, variaciones y movimientos que de estabilidad. Frente a estos límites o desventajas, nos encontramos con que los beneficios no se observan por la propia dinámica de la evolución del sistema económico. Si es algo que se mueve o varía muy poco, las medidas que traten de estabilizar esto son muy poco visibles. Y por supuesto el riesgo de desestabilización total, es casi imperceptible; y el hecho de que un riesgo sea imperceptible, no supone en absoluto que no exista. De hecho es exactamente lo contrario.
Esto genera que cuando discutimos sobre estos mecanismos, no es lo mismo tener en la mente una época denominada “la gran recesión”, la aparición de fascismos y una gran guerra, (la segunda), que discutirlo después de una etapa donde se habían declarado extinguidas las crisis económicas. Esa diferencia es muy importante a la hora del resultado, porque desde luego las ventajas y desventajas de estos mecanismos no se aprecian de la misma forma.
Evidentemente algo que hemos de determinar para saber si estamos ante unas medidas cíclicas o anti-cíclicas es determinar que ha pasado con estos estabilizadores, lo cual exige previamente que hablemos de ellos, (será el próximo post), para luego analizar que ha pasado con ellos, los planteamientos que tenemos y por tanto podamos ir poniendo la primera parte de la respuesta de ¿estamos actuando contra el ciclo o a favor del ciclo?.