Si una empresa puede elegir la estructura de sueldos del país, libremente estoy seguro, (o casi), que todas y cada una de ellas diría exactamente lo mismo; lo deseable es que los sueldos que se pagan sean los menores posibles, mientras los sueldos de los clientes finales de los productos o servicios realicen sean los más altos posibles.
Supongo que será un aspecto fácil de entender. ¿no?. Pues la buena noticia es que con la reforma de la negociación colectiva, un buen número de empresas puede acercarse de alguna forma a este ideal. ¿Cómo?. Pues dado que las empresas con problemas pueden descolgarse de los convenios, resulta que en un determinado sector aquellas empresas que sean peores empresas tendrán premio.
Por descontado todo lo anterior, asumiendo como punto de partida que aquí va a ser todo el mundo sincero y que las empresas no se van a inventar situaciones delicadas para forzar a bajar los sueldos a sus plantillas.
Lo curioso del caso es que las peores empresas, (las más ineficientes, las peor gestionadas), y las que tengan un mayor morro, van a ser las premiadas con la posibilidad de pagar menos a los trabajadores. Pongamos los casos que nos den la gana y acordémonos de Viajes Marsan, (claro ejemplo de gestión desastrosa); ¿es normal que viajes Marsan pudiese pagar menos a los empleados que las agencias de viaje que lo estén haciendo bien?. Pues esto es lo que se ha aprobado con las clausulas de descuelgue.
Si a esto le añadimos que resulta que aún por encima pueden despedir más barato; tenemos una curiosa conclusión; ¡en materia laboral, sale más a cuenta gestionar mal que gestionar bien!.
Pero es que podemos seguir profundizando un poco en ciertas paradojas a cuenta de este punto; y para ello, gustaría reconocer el argumento usado de la necesidad de bajar los costes laborales a estas empresas (precisamente por ineficientes). Nos cansamos de oír que los trabajadores deben rebajar lo que pretenden cobrar para ayudar a sacar la empresa de la situación, (aunque en el caso de Marsan el problema es que ya no cobraban nada); pero ¿Qué ocurre con los bancos en estos casos?. ¿Qué ocurre con los proveedores?. Está claro que si el trabajador tiene que reducir sus sueldos o renunciar a la indemnización por despido, o a una parte de esta, por el mismo razonamiento nos encontramos con que las entidades financieras deberían apoyar y rebajar los tipos de interés, y los proveedores deberían darle facilidades, ¿no?.
Curiosamente nadie ha planteado jamás la necesidad de intervenir para tratar de bajar los costes financieros de estas empresas con problemas. De hecho se asume como normal, (y lo es), que estas empresas hayan de pagar una prima de riesgo. Si una empresa entra en problemas o en pérdidas, tendrá que pagar unos intereses muy superiores. En este caso si que hablaremos clarísimamente de aquello de la asignación de los recursos, de riesgos morales y de todas estas cosas que se olvidan cuando hablamos de los trabajadores. ¿Cómo va a ser posible que se incentive el hecho de ser ineficiente?. En esto, está claro, si un país, una empresa o una persona tiene problemas, nadie plantea reducir los costes de los créditos y se criticará con especial dureza a quien se le ocurra tamaña salvajada. ¡por los mismos que hoy defienden que bajen los sueldos en las empresas con problemas!. ¿Acaso las entidades financieras no tendrían que hacer el esfuerzo que se pide a los empleados?.
Pero es que un poco más surrealista es que la subida de los costes derivados de los problemas viene derivada de un concepto que se llama “Prima de Riesgo”. La prima de riesgo es un tipo mayor que cobran las entidades financieras (o incluso los problemas), a empresas en dificultades, que provocan que las dificultades sean mayores, por lo que curiosamente el primer efecto es que ¡los trabajadores tengan que bajar el sueldo!. Curioso, ¿no?. Por que resulta que aquí tenemos a unas entidades asumiendo riesgos y justificando por ello unos beneficios y unos precios superiores; y luego resulta que se interviene (defendiendo la no intervención) para que los efectos se los coman los trabajadores.
Pero ya que estamos en el concepto de prima de riesgo, resulta que a nadie le extraña que las empresas paguen su prima, o incluso los estados; y todo el mundo entiende que los acreedores dicten las normas al deudor, (aunque se le obligue al suicidio). En aras al libre mercado resulta que todo el mundo entenderá esto y nadie intervendrá para por ejemplo conseguir que se paguen menos tipos de interés. De hecho se buscará la forma posible de contentar a “los mercados”, dándoles las reformas que piden, en la creencia absoluta de que esto servirá para bajar dicha prima de riesgo, (certeza absoluta que por otra parte todo el mundo ignora de donde sale, porque no se comprueba en la práctica).
Pero curiosamente cuando las entidades financieras son las que piden dinero, (por ejemplo ofertan depósitos), la circunstancia varía, y en este caso nos encontramos con la necesidad de intervenir ferozmente para reducir estos extratipos, (aquí no es la prima de riesgo por dejarle dinero al banco, sino que se llaman directamente intereses por encima de lo normal, y quiero que piensen la perversidad del lenguaje).
En todo caso extraña que aquí las entidades financieras no se verán obligadas a hacer ningún tipo de reforma, ni absolutamente nada. Se saca una norma de penalizar los extratipos, se elimina la competencia y punto. Alguien me dirá, que en todo caso las entidades financieras se ven obligadas a cambiar determinadas cosas; pero curiosamente serán reformas impuestas por ¡otros inversores!; o lo que es muy curioso; una caja que tenga un gran volumen de depósitos, podrá pasar de los depositantes y de los dueños, (todos nosotros), pero se verá obligada a tomar en consideración lo que “los mercados digan”.
Pues alguien puede llegar a pensar que las reglas no son las mismas para unos casos y otros, y que realmente estamos ante ciertas perversiones, en el caso de que estemos hablando de trabajadores, ciudadanos o propietarios colectivos de algo común.
No deja de llamar la atención de que analistas, expertos, defensores del libre mercado, organismos económicos, bancos centrales y gobiernos, se hayan puesto de acuerdo en intervenir, (con mayor o menor éxito), para que trabajadores y consumidores, se coman una serie de intervenciones salvajes en contra de sus intereses, que serían calificadas como una locura si se llamasen BANCOS.