Existe una opinión generalizada que nos cuenta que cuando los mercados financieros caen tanto que comienzan a aparecer las noticias financieras en las portadas de los medios de prensa generalista, estamos ante una oportunidad de compra.
Tal circunstancia se explica normalmente por el pesimismo extremo o el pánico, que provoca una bajada extrema de las cotizaciones que nos lleva a la existencia por tanto de grandes oportunidades de compra. Los grandes beneficiados según estas teorías, son aquellas personas que tienen liquidez para invertir y por supuesto la sangre fría para detectar estos momentos de pánico extremo. En el ideario de esta teoría nos encontramos con la irracionalidad de los mercados que nos cuentan que simplemente acaban perdiendo la capacidad de valoración.
En este post voy a obviar una gran contradicción que subyace en todo este razonamiento, si además nos encontramos con que las personas que defienden esta teoría, a su vez defienden al mercado como único y exclusivo dios de la valoración de los mercados. Es difícil defender por un lado al mercado como único agente, (¡y eso que no existe!), con capacidad de valorar efectivamente una situación, y luego defender que los inversores, (¡que sí existen y que son los que en realidad constituyen los mercados!), se dejan llevar por las emociones hasta el punto de perder de vista las valoraciones de las cosas. En este post pretendo exponer mi opinión sobre la validez de esta línea de pensamiento.
¿Tiene sentido esta teoría?. Pues la realidad es que la respuesta es un “sí”, acompañado de un “no”. Y ambos no concluyentes por que las circunstancias hacen cambiar la respuesta. Como supongo que esta respuesta es absolutamente inútil, me tocará explicar esto un poco mejor. Y para esto vamos a ir por partes.
Sí estamos en una situación en la que los mercados financieros se derrumban, estamos sin ninguna duda en una situación en la que existe más oferta de activos financieros que demanda. Por tanto por el más elemental sentido común, lo que espera el conjunto del mercado es que estos bajen en el futuro, (en caso contrario subirían). Por lo tanto la bajada de los mercados financieros implica pesimismo, y desde luego se retroalimenta.
Pero los resultados de los mercados financieros no son el resultado de un partido de futbol, y desde luego tienen efectos sobre los fondos de inversión, sobre los fondos de pensiones, sobre las valoraciones de las empresas, (lo cual afecta a lo anterior), sobre las capacidades de endeudamiento, sobre la disponibilidad de fondos y en general sobre la economía en general. Es decir, las bajadas de los mercados, más allá de ser un resultado es un acontecimiento que nos marca de muchas y muy variadas formas, incluso aunque a veces no nos demos cuenta.
Pero además de estos efectos que desde luego son innegables, tenemos otro efecto que curiosamente es mucho más sutil. Y digo curiosamente, porque resulta que a pesar de que todos parece que tengamos claro que el desplome de los mercados financieros es algo que perjudica a la economía, tenemos un efecto que normalmente no se cuenta. El desplome de los mercados financieros perjudica al conjunto de los participantes en todo este juego. En este caso estamos hablando de intermediarios financieros, de analistas, de los propios fondos, de las entidades financieras, de las empresas, de los accionistas de las empresas y por supuesto de los gestores de todas las empresas, que directamente pierden en conjunto una gran cantidad de dinero. Incluso aunque exista la posibilidad de generar beneficios a la baja, debemos tener en cuenta que el que opera a la baja (con beneficios en una caída), lo que está es aprovechando la situación para conseguir un trozo mayor de una tarta que cada vez es menor.
Es fácilmente comprensible que todas las personas de este mundillo, no se van a quedar quietas y entonces van a tratar de hacer algo. Y este “algo” incluye con frecuencia lo que se llama la “formación de opinión”. Se comienzan a construir por tanto toda una serie de discursos con el “leiv motiv” de “para la sociedad esto es un desastre”, obviando por supuesto aquello de “para nosotros más”. En este sentido se exageran los efectos sobre la sociedad, que a pesar de que existen no alcanzan los niveles que nos cuentan, (ya hice en su día un post para explicar que un derrumbe financiero no es un apocalipsis), mientras se obvian completamente las perdidas del sector financiero.
Es entonces cuando comienzan a aparecer las noticias en los medios de comunicación generalistas, por las razones más que evidentes. ¿Cómo quedaría un periódico si no informase del fin del mundo?. En el momento en que la presión mediática, (tanto por la multitud de informes, analistas e informaciones alentando del peligro, como por el propio peligro), llega a un volumen elevado, se nos cuenta que están los mercados a punto de darse la vuelta, por el pánico y pesimismo extremo.
Y normalmente, los mercados financieros se dan la vuelta en este momento. Por lo que, la realidad es la que impone normalmente, (estoy redundando la palabra normalmente adrede), la validez de la teoría y por tanto es en este punto donde tenemos que poner el “sí” a la pregunta de si tiene sentido. Sin embargo, normalmente se olvida comentar el proceso que nos lleva a este “Sí”.
Para este olvido, tenemos que tener en cuenta dos olvidos previos; por un lado hemos olvidado que toda la presión mediática y todas las declaraciones advirtiendo del colapso o del fin del mundo, no eran un fin en si mismo, sino que eran medios. En realidad, en estos momentos olvidamos que la mayoría de las declaraciones no eran en el sentido: “nos vamos al fin del mundo”, sino que eran condicionales. “Sí los gobiernos no adoptan tal medida (a completar por el momento, lugar y intereses particulares del emisor de la declaración), la situación acabará siendo dramática”.
En consecuencia, lo que se busca en estos momentos en que los mercados financieros, (y por tanto los beneficios de un buen número de personas que de ellos dependen), caen hasta niveles de cierta gravedad, no es otra cosa que una intervención para que los gobiernos y los bancos centrales adopten alguna o algunas medidas que supongan un coste para la sociedad, a la vez que la modificación de las circunstancias que permitan que los mercados financieros suban. Es decir, están tratando de conseguir beneficios o trasladar pérdidas a la sociedad, y para esto es para lo que se ha construido todo el esquema dogmático.
Es fácil entender que cuando la sociedad en general entra en pánico, la posibilidad de que estas medidas sean implementadas es mayor. Es decir, es mucho más fácil que las autoridades sean proclives a aprobar cualquier medida que favorezca a los mercados financieros a costa del resto de agentes, en los momentos en que todo el mundo tema “el fin del mundo”.
En los momentos de pánico es donde nos encontramos con la adopción de medidas totalmente desquiciadas, y normalmente etiquetadas bajo las coartadas morales de “Es lo que teníamos que hacer”, “son medidas injustas, pero necesarias” y sobre todo aquella más curiosa que nos habla de “repartir de la mejor forma posible el coste de la crisis”.
Algunas personas hablan del momento en que los mercados comienzan a subir, en medio del pesimismo extremo como de un momento de claudicación, y lo cierto es que el nombre es muy apropiado, porque el segundo olvido es que llega un momento en que las autoridades económicas literalmente claudican e intervienen para rescatar, (aunque oficialmente no sean vendidos como rescates del sector financiero sino de la sociedad).
Por tanto, es cierto que en este momento los mercados suben, pero no desde luego por que el pesimismo extremo espolee las cotizaciones, (lo cual no tiene ningún sentido), sino porque se han tomado una serie de decisiones que favorecen a los mercados financieros, y que son acordes con el dramatismo. No hace falta más que analizar y recordar a que se han debido las mayores subidas del IBEX, y se comprobará perfectamente que siempre han coincidido con la adopción de medidas extraordinarias en tal sentido.
Y esta es la parte del “No” de la teoría; es cierto que existen subidas impactantes en estos momentos, pero desde luego, en mi opinión es un error atribuirlos a aspectos psicológicos, olvidando aspectos como los distintos QE, los TARP, los planes de ajustes, los planes de recapitalización, los programas de avalar las emisiones de las entidades, los rescates a la banca, los distintos pelotazos, las inyecciones monetarias, las relajaciones del mark to market, los bancos centrales manipulando, (aunque finamente lo llaman intervenir), y lanzando rumores para contener los mercados financieros y los políticos perdiendo el culo para asegurar el negocio de toda empresa o el valor de todo activo cotizado.
Y ya sé que esta discusión acerca del “porqué” puede parecer estéril, o incluso inconveniente, (sobre todo para aquellos casos en los que se discute lo de “dejar al mercado”, que parece que admite muchas excepciones según quien gane), pero es muy importante, para entender tanto lo que está ocurriendo, como un concepto también muy de moda, que se llama “sostenibilidad”, que al final me va a llevar a otro post para tratar de explicar una salvedad que he ido colocando a lo largo de este post, y es la palabra “normalmente” que acompañó al “Sí, pero no”.