En los primeras fases del estallido de esta crisis se oía con frecuencia un razonamiento que advertía de las consecuencias de tomar toda una serie de decisiones destinadas a salvar al sector financiero al precio que fuese. Esta frase hacía referencia al Riesgo Moral y hoy puede sonar incluso a chiste.
La frase riesgo moral, hacía referencia a la ecuación entre rentabilidad y riesgo. Esta ecuación es absolutamente necesaria para el funcionamiento de cualquier mercado, y de esta forma todo el mundo ha de saber que cuanta mayor rentabilidad, mayor riesgo. Pero es que además esta frase tiene que tener algún significado y no ser un mero argumento comercial.
La situación actual en todos los mercados, (y especialmente en los mercados financieros), es de una autentica esquizofrenia, y no se pretende salir de la locura más absoluta en la que se ha convertido el sistema económico sin recuperar la cordura, mucho menos imponiendo más locura.
En los periódicos de todo el mundo aparece un concepto que se llama “Prima de Riesgo”, que viene a ser la diferencia entre la rentabilidad de las distintas deudas y la alemana, (por convencionalismo). La rentabilidad en realidad no es más que el resultado de una fórmula matemática, porque en realidad estamos hablando del precio de los títulos financieros. De esta forma, cuando hablamos de que la rentabilidad de un bono español es mayor que la rentabilidad de un bono alemán, lo que estamos diciendo en realidad es que un bono alemán es más caro que un bono español similar.
Pues miremos como miremos, lo que no se puede entender es que se pretenda una rentabilidad determinada y por tanto cuando a las 10 de la mañana se diga que es normal que determinado país tenga que pagar un determinado tipo de interés por el riesgo que supone, a las 11 de la mañana contabilizar los títulos asumiendo que no hay riesgo y a las 12 de la mañana pedir una reforma en la constitución o todas las garantías del mundo para que este riesgo desparezca.
Es directamente una soberana tontería, y desde luego más allá de lo conceptual, desde el punto y hora en que luego pretendemos tomar decisiones en base a estos parámetros.
Si a esto le añadimos que los bancos centrales intervienen para modificar estos precios, el resultado es la situación actual, y es una situación en la que nadie puede valorar de forma adecuada nada.
Pero más allá de las valoraciones de activos en particular, el problema que nos encontramos es que al final los riesgos no desaparecen, sino que se esconden y traspasan; y este mero hecho, en conclusión los acaba incrementando. De hecho, esto es lo que se intentaba decir con aquello de que se habían asumido “riesgos excesivos”, o lo de la oscuridad de los balances o incluso aquello de los riesgos sistémicos.
Pues hoy, lo que estamos es ante una situación en la que los gobiernos y los bancos centrales directamente manipulan, (lo cual para la oscuridad es mano de santo), adquiriendo los riesgos del sector privado, (mal tratan de penalizar la asunción de riesgos), y repartiéndolo entre los distintos países a través de un sistema de avales mutuos, que básicamente lo que hace es distribuir los riesgos por todo el planeta.
Por supuesto esto afecta también a todas las recomendaciones, soluciones y medidas propuestas por el poder económico, que se ven muy claramente afectadas por esta ruptura de la rentabilidad-riesgo.
Por ejemplo, en estos días se ha conocido que Fischer, (de la FED), reconoce abiertamente que el QE2, no ha servido absolutamente de nada y que por tanto las compras de fondos por valor de 600.000 millones han sido inútiles. Lamentablemente, ni tan siquiera se tiene en cuenta que estos 600.000 millones no han sido algo que se ha tirado a la basura, sino que han provocado unos efectos secundarios que nadie parece comprobar.
¿Pedirían los mercaderes que habitan en los mercados el desmantelamiento de los estados sin la garantía explicita de que tendrán la máxima garantía?. Cualquier pequeño comercio tendrá que estar tan horrorizado de las medidas que se están tomando como lo están sus clientes, porque sabe que proponer determinadas medidas lo hunde en la miseria. Pero, al estar en la mejor situación posible, las recomendaciones emitidas se ven de otra forma.
No parece muy lógico recomendar flexibilizaciones laborales desde el punto de un contrato blindado y por supuesto, también sería más complicado hacerlo desde el punto de vista de alguien que dependa de la estabilidad de los ingresos de los clientes, (por ejemplo fabricantes de automóviles).
En definitiva, si antes nos preocupaba el riesgo moral, ¿Por qué estamos empeñados en olvidar este concepto y facilitar todas las redes de seguridad posibles y alguna imposible a las personas que deciden sobre las inversiones?.