Patinetes eléctricos y el "efecto Jevons"
Fernando Esteve Mora
Fue William Stanley Jevons uno de los economistas más listos e influyentes del siglo XIX, tenido en gran estima por Keynes quien le dedicó uno de sus mejores ensayos biográficos. Pues bien, una de sus contribuciones a la tarea de desentrañar los asuntos económicos se ha ido haciendo cada vez más relevante conforme las preocupaciones ecológicas se han ido haciendo más acuciantes.
Se la conoce como "efecto Jevons" y viene a decir que un avance técnico en un sector productivo que disminuye la cantidad que se necesita usar de algún factor de producción (por ejemplo, de carbón, de derivados del petróleo, de electricidad) por unidad de producto final, puede, sin embargo, traducirse -paradójicamente- en un uso mucho mayor de ese factor. O sea, que la mayor eficiencia técnica en el uso de un factor no se traduce en una disminución en su utilización, en su demanda, sino en todo lo contrario, en su mayor uso. Ello sucede cuando la mayor eficacia en el uso de ese factor de producción en la producción de un determinado bien por un avance técnico se traduce en una disminución del precio de ese bien o producto final, lo que lleva a un aumento tal en la cantidad que se demanda del mismo que, al final, sucede que ello requiere usar mucha mayor cantidad del factor de producción cuya eficiencia ha aumentado. O sea, que un avance tecnológico que suponga una mayor eficiencia energética eléctrica, por ejemplo, no garantiza ni mucho menos el ahorro energético, o sea, que se use menos energía eléctrica, pues el mecanismo del mercado puede llevar a todo lo contrario abaratando los precios en los bienes en que la electricidad se usa como factor de producción.
David Owen en un breve pero enjundioso libro de 2012, The Conundrum: How Scientific Innovation, Increased Efficiency, and Good Intentions Can Make Our Energy and Climate Problems Worse, usando sistemáticamente del "efecto Jevons" ha echado un jarro de agua no fría, sino helada, sobre tantos tecnológos buenistas que sueñan con que hay soluciones exclusivamente técnicas a los problemas ecológicos asociados al cambio climático.
No. Las únicas soluciones realmente eficientes son económicas y pasan por restringir de modo eficaz el uso de las energías fósiles, y para ello -lo siento- sólo cabe un camino: subir de modo brutal el precio por su uso. Lo demás son paños calientes y prédicas de cura de aldea. Igual que el único medio en caso de sequía de hacer que disminuya el uso de agua es subir el precio del metro cúbico, lo mismo pasa con el uso del petróleo o el carbón. Porque la propaganda, o sea, las políticas psicológicas o de hoja parroquial dirigidas a "comer el coco" al personal sirven para muy poco.
(Incluso, con un cierto tipo de gentes, la política de subir el precio puede no ser eficaz, y haya que acudir a la prohibición o la restricción en el uso. Hace unos años, en un libro de Philip Slater titulado Wealth Addiction, me tropecé con un caso real que me dio y me sigue dando que pensar. Se trataba de lo que sucedió en una sequía que afectó hace unos años a la ciudad en que vivía. junto a las habituales medidas de propaganda, el ayuntamiento de la misma subió el precio del agua, y logró que el consumo de agua descendiera en todos los barrios salvo en los más ricos donde, por el contrario, aumentó el despilfarro. Estaba claro, cuando el ayuntamiento subió el precio del agua, esta pasó a convertirse en un bien Veblen, un bien que sirve para señalizar "status" o posición social. O sea, que los ricos, para que se notase más que lo eran, para distinguirse más de las clases medias, cuyos jardines empezaban a ponerse marrones por ausencia de riegos, los tenían más verdes si cabe pues aumentaron los riegos y el consumo de agua. En este caso real pensé cuando me enteré de que un buen número de los componentes de la buena gente - o, para muchos, gentuza- internacional, la antes llamada "jet-set", compuesta de esos intelectuales, artistas y politicos encantadores que salen en los "medios" como Barak Obama, Leonardo DiCaprio, Linda MacCartney, el "principe Harry, una tal Kate Parry, etc., todos sin duda buenos ecologistas hasta la médula, se reunieron en Julio en Verdura, un "resort" de lujo en Sicilia, para "debatir" acerca del cambio climático y diseñar medidas para concienciar al personal para hacerle frente. Perfecto, si no fuera porque llegaron allí en 114 jets privados y 40 superyates, echando a la atmósfera toneladas de CO2)
Y, claro, también me ha venido a la mente el "efecto Jevons" cuando esta misma mañana he leído acerca de las quejas de las empresas y usuarios de patinetes eléctricos en las ciudades que buscan presionar a los ayuntamientos para que les dejen campar a sus anchas, más de lo mucho que ya lo hacen, por todo el espacio urbano sin restricción realmente efectiva, pues es de sobra conocido que los "patineteros" pasan sistemática y orgullosamente de toda ordenanza municipal (a fin de cuentas son "alternativos" ¿no?) . Por supuesto que ese "derecho" a usar de todo el espacio público urbano como les plazca estaría justificado por una buena causa: la ecología. El cambio climático, ¡mira por dónde! se enarbola por estos empresarios que sólo persiguen su propio beneficio como justificante de las tropelías sin cuento que los "patineteros" cometen en nuestras calles día sí día también
Pues bien, NO. Gracias a Jevons podemos empezar a desmontar tal justificación como lo que es, es decir, un argumento falaz para apoyar una causa ecológicamente ineficiente. Primero, y antes siquiera de ponerse con Jevons, hay que señalar que, como dice en El País, "se trata de dispositivos vulnerables y que precisan de reparaciones y recargas frecuentes. Un patinete de uso compartido tiene una vida útil media de tan solo dos meses por el desgaste y deterioro de componentes".
O sea, que cada dos meses hay que renovar toda la flota de patinetes. Y esto con certeza ello debe suponer un consumo de energía brutal. Me gustaría saber el coste total (económico + ecológico) asociado a tan alta tasa de depreciación. No lo sé. Pero estoy seguro que será elevadísimo. Dicho con otras palabras, estoy seguro que el coste FIJO energético de "hacer" un patinete cada dos meses (más los costes de recarga de sus baterías, que exigen el uso de vehículos de motor de combustión para llevarlos a los centros donde estas se recargan) más que compensa el bajo coste VARIABLE enérgetico del que tanto presumen las empresas de patinetes (1Kilowatio-hora por cada 100kilómetros. Medida esta curiosa, porque habría que saber cuántas horas emplea por término medio un patinete en recorrer 100km, si es que los recorre en sus dos meses de vida). En suma, que ni siquiera en términos tecnológicos puede ser que sea una innovación tan eficaz como se dice.
Segundo. Vayamos por fin con el efecto Jevons. Supongamos que sí, que el patinete eléctrico sí es tecnológicamente eficaz, lo que repito es más que cuestionable. Pero ahora vayamos a su uso para dilucidar si es además eficiente, que no es lo mismo. El caso es que su demanda ha aumentado de forma incontestable desde que se empezaron a ver en las calles y se preve que lo siga haciendo, por lo que tendríamos un caso de efecto Jevons "de libro".
Y más aún si tratamos de contestar a la pregunta de dónde viene esa demanda. Y es que sólo hay tres fuentes posibles. La primera es la "nueva" demanda de "transporte sobre ruedas con motor" que gracias a los patinetes ha "aparecido" y que proviene de aquellos ciudadanos que antes hacían los mimos traslados a pie (o en bicicleta). Sería consecuencia del efecto-sustitución que el patinete supone en la medida que el precio por usarlos fuese menor para aquellos ciudadanos que el coste de oportunidad del tiempo extra que tienen que emplear en un trayecto si lo hacen a pie en vez de en patinete.
Ahora bien, a la hora de evaluar esta "nueva" demanda satisfecha por los patinetes, esta ventaja económica que para algunos supone en ir en patinete en vez de ir andando hay que compararla con las ventajas de esa ecologísima y sanísima y antiquísima forma de transporte que es ir a pie (y también en bici, aunque esta forma de desplazarse no sea tan antigua).
Como resulta obvio que el uso de los patinetes que hacen los ciudadanos que antes usaban sus piernas y pies para esos trayectos es ecológica y médicamente ineficiente, no me detendré en esta fuente de demanda de patines pues está más que claro que el uso de los mismos sería un mal desde cualquier punto de vista social que, al igual que el tabaco o las drogas, debería estar enteramente desincentivado cuando no perseguido desde la administración pública.
La segunda fuente de demanda de patinetes es una demanda por sustitución y la hacen aquellos patineteros que antes, para trayectos equivalentes, usaban de nuestros buenísimos, ecológicos y económicos transportes públicos. A nadie se le ocultará que un autobús eléctrico o un metro supera de modo incontestable tanto ecológica y económicamente a un vehículo monopersonal. Así que tampoco aquí veo ninguna ventaja ni económica ni ecológica en el uso de los patines. Cierto es que yendo en autobús o en metro "padeces" en hora punta las desventajas de la aglomeración (un coste digamos que psicológico) y no disfrutas (beneficio psicológico) de los placeres de los de los patinetistas; el sentir el aire moviendo sus pelos así como del miedo que suscitan en los peatones cuando pasan junto a ellos (el beneficio psicológico del poder y del dominio).
Y la tercera fuente de demanda es también de sustitución. Sería la demanda de los patinadores que antes usaban de sus coches para esos transportes equivalentes. Es en esta demanda de sustitución en la que se fijan exclusivamente los defensores de los patinetes cuando recalcan las ventajas ecológicas de su uso. Pues bien. Mienten con entera seguridad. Mienten como bellacos. Y no sólo porque, como ya he dicho previamente, me parece que los patinetes no son técnicamente nada eficientes cuando nos fijamos en los costes fijos asociados a su elevada rotación por depreciación, sino porque estoy seguro de que la disminución en el uso de vehículos de combustión consecuencia de su uso ha sido, es y será mínima. Y ello por tres obvias razones: (a) los patinetistas no pueden llevar nada en las manos, por lo tanto no pueden sustituir a ningún trayecto que tenga que realizar alguien con cierto peso o más de un "bulto"; (b) los patinetes no sirven para ninguna otra estación que no sea primavera o verano; (c) tampoco es pensable que use un patinete quien haya de ir vestido o trajeado de forma medianamente formal pues el ir al aire libre supone arriesgarse a sufrir cualquier "desarreglo" en su indumentaria.
En suma, que sin exagerar y a partir de mi experiencia sufriéndolos, se puede concluir que los patinetes los usan mayoritariamente -siempre hay excepciones- quienes vemos cotidianamente que los usan: turistas del tipo "guiri" que, como lo son se hacen los "longuis" para no cumplir ninguna norma, jóvenes perezosos que se esfuerzan en lograr que España alcance las tasas de obesidad de Estados Unidos, y adultos ricos que van por ahí en patinete fundamentalmente para mandar señales a los demás y a sí mismos (el uso de los patinetes sería similar pues al consumo de bienes Veblen) imaginando que por ir en patinete siguen siendo todavía jóvenes, algo aventureros y "buenos", es decir, ecologistas de salón.
A partir de lo anterior, en mi opinión sólo cabe una conclusión: dado que los patinetes eléctricos son un engorro para la mayoría de ciudadanos, su uso debería estar muy estrictamente regulado y regimentado pues no suponiendo ninguna eficiencia ecológica digna de mencionar, caso de que tengan alguna lo cual es dudoso, su uso es siempre un abuso que se traduce en accidentes (incluso mortales), malestar de la mayoría de la ciudadanía y ocupación privada de un espacio público y común.
Pero me temo que mi oposición es una causa perdida. Al menos así lo hace predecir lo sucedido en el Ayuntamiento de Madrid. Antes, cuando quienes mandaban eran las buenas gentes de "Más Madrid", su buenismo congénito le llevaba a aceptar cualquier "innovación" que oliese a ecología, aunque como es el caso con los patinetes no lo fuera. Y ahora, cuando el ayuntamiento está en manos del antiecológico -que no antinatural- trío Almeida, Villacís y Ortega Smith. pues ni qué decir que lo de los patinetes les importa nada, o quizás sí les importe por poder ser un posible "busines" para algunos de sus amiguetes.
FERNANDO ESTEVE MORA