En el siguiente gráfico, aparecido en este artículo del blog de IE Business School, muestra la evolución de la competitividad en los países de la zona euro desde 1998 . Los incrementos en el gráfico indican una pérdida de competitividad y las disminuciones un aumento.
Puede verse como España (ES) es el país que más competitividad ha perdido y Alemania (DE) el que más ha ganado.
Sorprende que únicamente Alemania haya mejorado de forma apreciable su competitividad en estos años. Los otros países que mejoran (Francia, Austria y Finlandia), han conseguido mejoras poco significativas. En cambio, los que empeoran (Grecia, Holanda, Portugal, Italia, Irlanda y sobre todo España) han perdido competitividad de forma apreciable. Irlanda ha invertido su tendencia en los últimos años, mejorando significativamente desde 2007. España perdió más competitividad que ninguno hasta 2006 y no ha recuperado nada desde entonces.
Este gráfico refleja que el modelo productivo español necesita importantes reformas. Pero, ¿cómo puede mejorarse? La competitividad de nuestro país mejoraría tomando alguna de estas medidas:
- Reduciendo el número de empleados públicos, ya que aportan menos productividad que los privados.
- Mejorando la mala gestión de las administraciones públicas. Una mejor organización permitiría prestar los mismos servicios con menos empleados.
- Mejorando la calidad de la educación y la formación de los trabajadores en activo, ya que, trabajadores más cualificados, suelen ser más productivos.
- Mejorando la organización y la productividad de las empresas privadas. Muchas empresas españolas (especialmente PYMES) están mucho peor organizadas que las Alemanas o las de USA. Adoptando sus métodos organizativos se mejoraría notablemente la competitividad de nuestro país. Las empresas grandes suelen ser más productivas que las pequeñas (es decir, se produce más por cada empleado), por sus mejores métodos organizativos.
- Bajando los salarios.
También se podría mejorar saliendo del euro, pero esa alternativa no creo que esté en la agenda de nadie. Todo parece indicar que la UE sigue avanzando, más o menos según el plan previsto. Además, a España tampoco creo que le interese salir. Teniendo en cuenta nuestra dependencia de la financiación exterior y nuestra elevada deuda externa, en cuanto se anunciara que España abandonaba el Euro, la salida de capitales sería tan rápida que habría que hacer auténticos malabares para que nuestro sistema financiero no quebrara (es decir, un corralito a la Argentina), la peseta se hundiría, los inversores internacionales huirían, los tipos de interés se dispararían, inflación por las nubes, desestabilidad financiera total, perdida absoluta de la confianza de los inversores internacionales... Además, no está claro cuanta de la deuda contraída en euros podría convertirse a pesetas (si un banco español ha pedido prestado a uno alemán, le debe euros y, aunque nos salgamos del euro, se supone que la deuda no podría convertirse a pesetas). Evidentemente, la deuda no convertida a pesetas supondría un aumento importante del endeudamiento para el deudor. En resumen, esa salida del euro que algunos han pregonado como posible solución, sería el camino más corto para convertir a España en un país tercermundista.
Como la economía cada vez está más globalizada (y no parece que ese proceso vaya a detenerse), cada vez tenemos menos protección frente al exterior, por lo que habrá que mejorar nuestra competitividad, queramos o no. Si no se realizan las reformas adecuadas, la única solución para mejorar la competitividad será una importante reducción de sueldos y del poder adquisitivo de la población. Si no se logra mejorar la productividad de nuestra economía, la reducción de salarios se terminará realizando de una manera o de otra, porque, aunque el gobierno y los sindicatos traten de impedir a toda costa que los salarios bajen, la elevada tasa de paro y el endeudamiento de buena parte de la población irá forzando a muchos a aceptar trabajos con sueldos más bajos. Las empresas que paguen menos a sus empleados podrán ofrecer sus productos a mejores precios, expulsando progresivamente del mercado a muchas de las empresas ya establecidas, que no puedan bajar sueldos debido a convenios salariales.
Aunque no se diga de forma explícita en los telediarios, es evidente que en Bruselas tienen esto muy claro. La única manera de mantener el estado del bienestar que promueve la Unión Europea es logrando mejoras continuas en la competitividad, y Alemania es el único país que lo está logrando. Por eso, todo parece indicar que las líneas generales de la política europea de los próximos años irán encaminadas a lograr aumentos en la competitividad, especialmente en los países más rezagados. Ya se está avanzando en esta línea, con medidas como la supervisión de los presupuestos nacionales por parte de la UE, o la amenaza de sancionar a los estados que no logren mejoras en su competitividad. La forma en la que funciona el fondo de rescate europeo lo deja bien claro: sin reformas, no hay dinero.
Sin embargo, mejorar la productividad no es sencillo. Buena parte de la población vive ajena a estos problemas y sólo les preocupa su bienestar personal, por lo que no dudan en criticar con dureza cualquier decisión de sus gobiernos encaminada a lograr mejoras en este sentido. En casi todos los países se han realizado multitudinarias manifestaciones (en muchos casos violentas) ante los primeros anuncios de medidas restrictivas (tal vez Grecia y Francia hayan sido los casos más representativos, aunque no los únicos). Por eso, las medidas necesarias requerirán tiempo para implantarse y probablemente se realizarán aprovechando momentos propicios. En este sentido, lo más probable es que situaciones como la vivida a principios de diciembre (pánico en los mercados, todos los medios de comunicación alertando sobre la gravedad de la crisis, etc.) se repitan en más ocasiones, incluso estas situaciones podría ser acordadas o fomentadas por algunos gobiernos o por la propia UE, para conseguir mentalizar a la opinión pública de que las reformas, aunque dolorosas, son necesarias.
Con estos razonamientos, el entorno que más probablmente se fomentará desde la UE y desde el gobierno en los próximos años, estará marcado por estar líneas:
- Los países perderán más y más soberanía (sobre todo económica) en favor de la UE. Se continuarán unificando las normas entre los diferentes países. Menos protección nacional y más libertad de juego, para que gane el más eficiente.
- Las subvenciones y ayudas tendrán menos peso en la economía, salvo en algún que otro sector estratégico para el futuro económico.
- Recorte de prestaciones, ayudas sociales y todo tipo de gasto público. Menos libertad de endeudamiento para los gobernantes (se aprobarán más leyes en este sentido, para impedir a los políticos gastar lo que no tienen).
- Despidos de empleados públicos, cierre o privatización de empresas públicas y simplificación de la Administración Pública.
- Cierre de empresas poco productivas. Las grandes empresas tendrán más peso en la económia (son más productivas que las PYMES), ya que se quedarán con el mercado de las pequeñas que cierren.
- Se dejará que el peso de la recuperación recaiga en la iniciativa privada (sobre todo, porque no hay otras posibilidades).
- La convergencia europea no se producirá, es decir, los sueldos y el nivel de vida seguirán siendo muy diferentes de unos países a otros, y no se hará nada para corregirlo. En EEUU, el PIB per cápita de los estados más ricos es más del doble que la de los más pobres, y en Europa pasará lo mismo. A nadie le extrañará que un alemán gane más del doble que un portugués, porque la productividad y la formación de uno y otro no tienen nada que ver. Sin embargo, aumentará notablemente la movilidad de la población entre países. Mucha de la gente más formada y capaz de los países periféricos se irá a vivir a los más desarrollados, para lograr oportunidades laborales que no tiene en su país de origen.
- La UE volcará su expansión hacia el este (Turquía probablmente no llegue a entrar), preparando el terreno para una posible incorporación de Rusia, dentro de 20 o 30 años. Sin embargo, las nuevas políticas, más austeras que las actuales, harán que los países del este ya incorporados no reciban tantas ayudas de la UE como recibieron en su día España o Portugal, y deban desarrollarse más por sus propios medios o haciendo concesiones a inversores extranjeros (lo que en parte, evitará el problema que tenemos aquí, de estructuras públicas engordadas de forma ineficiente, subvenciones absurdas, empresarios que viven casi en exclusiva de sus buenas relaciones con el gobernante de turno, etc.)
Cada vez más superada la la crisis financiera, ahora viene la económica, y parece que no queda otro remedio que unos años de humildad para digerir los excesos anteriores, y poder seguir adelante con el desarrollo económico. Por más que critiquemos a Zapatero, ser más productivos sólo se consigue trabajando más y mejor.
Y en ese entorno tendremos que decidir cuales serán nuestras inversiones para los próximos años.