Benito andaba detrás de la subasta de un piso de su barrio por el que se le iban los ojos. El caso es que la subasta presentaba algunos inconvenientes no menores como por ejemplo que el demandado no lo tenía inscrito en el Registro de la Propiedad o que se estaba ejecutando en otro juzgado una hipoteca anterior que estaba a nombre del anterior propietario.
¿Y cómo sabía el acreedor que el deudor era el verdadero propietario de ese piso? Pues muy sencillo, porque demandante y demandado eran hermanos. Estas situaciones son muy raras, pero tienen fácil solución si el juez ordena la inscripción de la escritura de propiedad del demandado, que por lo visto existe y obra en autos, de forma que es fácilmente inscribible si así lo ordena el juzgado. Una vez inscrito el título, no hay más que ordenar la anotación de embargo y asunto concluido.
Pero fuera porque a la parte actora no se le ocurrió o porque al juez no le dio la gana de hacerlo así, el caso es que el ático seguía a nombre del anterior propietario y que como el registrador había rechazado anotar el embargo que alucinantemente se le había ordenado (no se puede embargar algo a nombre de otro), al final se decidió sacar a subasta los "DERECHOS DE PROPIEDAD" en vez de la "propiedad" misma. Parece complicado pero es muy sencillo.
Sencillo de entender, pero con una tramitación posterior algo más que complicada y que se complicaba aún más si al guiso se le añadía una carga anterior con subasta en lontananza.
El caso es que Benito estaba tan encandilado con este piso y con su terraza de 20 m2 con orientación sur que decidió hacer algunas averiguaciones por internet para ver qué opciones tenía. Pero resulta que todo lo que Benito tiene de obstinado también lo tiene de tonto, de manera que al final decidió no hacer caso de los asesores que se había buscado y se tiró a la piscina, lo que probablemente no fue una buena idea. De hecho, en la escala de las buenas ideas, se situaba en algún punto entre intentar dialogar con un piquete "informativo" e invadir Rusia en invierno.
Desde luego que semejante subasta no sería la que yo le recomendaría a nadie que se iniciara en las subastas judiciales.
El caso es que ahora Benito se encuentra con que le han dado un Decreto de Adjudicación que el registrador no le quiere inscribir escudándose en el art. 20 de la Ley Hipotecaria. Y es que Benito nunca entendió qué líos eran esos del tracto sucesivo.
Y encima tiene que pagar la hipoteca anterior si quiere parar la subasta, que ya está solo a falta de señalamiento y a la que yo mismo tengo toda la intención de presentarme si es que llega a celebrarse. Nada, solo por conocer al tal Benito en persona.
Postdata (6-abril): Jejeje, el post dando los últimos coletazos y ahora me entero de que en realidad no hay escritura de propiedad, sino que lo que consta en autos es el CONTRATO PRIVADO DE COMPRAVENTA.
El juez pudo haber ordenado que se elevara a público, pero ahora es imposible y lo que a todos nos parecía solucionado desde la última intervención de Sáenz resulta que no lo está y que el problema es aún mayor de lo que parecía.