En cuanto di los buenos días a Tere la "Tetonas" supe que íbamos a tener problemas.
Y cuando le previne a Juan Ángel, mi amigo (y el agente inmobiliario que había intermediado en la venta del piso), me dijo que no lo creía y que le explicará el por qué de mi predicción.
Porque no me ha mirado a los ojos cuando la he saludado -le dije- sino que ha mirado al suelo. Y en vez de estar efusiva, ha mascullado sus buenos días entre dientes y por lo bajini. Eso no es normal en alguien que viene a vender su piso y a cobrar un cheque de más de doscientos mil euros. Sobre todo porque hace apenas un mes que lo puso a la venta y lo vende al precio que pidió, ni un euro menos. Esta tía no te va a pagar tus honorarios. Me juego lo que quieras.
Si yo estaba tan seguro de las malas intenciones de la "Tetonas" no es porque tuviera una bola de cristal, sino porque hace algunos años me sucedió algo muy parecido con un gabacho cabrito que vivía en Marbella, al que le había comprado un piso en una subasta de Madrid y que por la lejanía de su domicilio y porque el tipo se quejaba constantemente de una enfermedad degenerativa que sufría, no solo le hice todas las gestiones del pago de impuestos y de inscripción de su decreto de adjudicación (un servicio que nunca ofrezco porque para eso están las gestorías) sino que le di el piso para su venta a un agente inmobiliario de mi plena confianza.
Pues aquel tipo llegó a la notaría (a firmar la compraventa) con mirada huidiza y gesto de preocupación, como si en vez de venir a cosechar el digno fruto de sus desvelos viniera preparado para la guerra.
Y aquella preocupación y aquella mirada huidiza estaban motivadas por lo que vino después de la firma, que no fue otra cosa que su negativa a pagarle al agente sus más que merecidos honorarios. Le ofreció exactamente la mitad de lo que le correspondía, con el argumento de que en su provincia se pagaba solo el 3% y que el 6% de Madrid le parecía demasiado dinero, sobre todo teniendo en cuenta el poco tiempo y esfuerzo que le había costado al intermediario vender la casa.
- ¿Desde cuándo es un demérito y un motivo para no pagar los honorarios el hecho de que la persona a la que hemos contratado haga un trabajo excepcional en menos tiempo que el resto de sus competidores? ¿No sería, más bien, un motivo para que le pagases el doble?
- No obstante no te preocupes, Étienne, que ya verás como mañana por la mañana has cambiado de opinión y nos vas a llamar para pagarle al agente hasta el último euro que le debes.
- ¿Y si no , qué?
- Pues aparte de que el agente te podrá reclamar judicialmente y aunque no hayáis firmado nada, siempre me tendrá a mi por testigo de los honorarios que contrataste y del precio de venta, además de eso, digo, que si antes de mañana no le has pagado un cheque bancario con la cifra que prometiste, por mis muertos que voy a Hacienda y te denuncio por haber escriturado la compraventa un veinticinco por ciento por debajo del precio real. Y después de esa putada ten por seguro que el comprador también será un magnífico testigo cabreado contra ti por el lío en el que se verá envuelto con los señores de Hacienda.
- ¿Y le vas a perjudicar también a él?
- Por supuesto. Yo me debo al agente inmobiliario, a quien conozco y que se ha fiado de ti porque venías de mi parte. El comprador me importa un bledo.
Y pagó, vaya si pagó.
Y por supuesto, cuando intentó que yo siguiera comprando pisos en subasta para él le di un corte de mangas de campeonato. De verdad que la gentuza tiene poco que hacer conmigo. En cuanto les detecto les quiero bien lejos de mi.
Es acojonante el fenómeno de la deslealtad de los que contratan los servicios de un agente inmobiliario y luego consideran ese servicio como un gasto en vez de lo que en realidad es, el trabajo de un profesional que tiene perfecto derecho a ser retribuido por su trabajo.
Todo ello sin entrar en el fondo de lo que debería significar la palabra dada en un entorno de negocios.
Pero sigamos con el problema actual, que no es otro que la "Tetonas" y su mirada huidiza.
Mis sospechas sobre sus intenciones era tan fuertes que en cuanto llegó su marido me puse súper simpático con él, a ver si respondía a mi simpatía o si también hocicaba.
Y hocicó tanto o más que su mujer. Rehuyó mi mirada y respondió a mis alegres comentarios sin levantar la mirada del suelo.
Eso es porque ya estaba mentalizándose para la discusión a cara de perro que preveía para después de la firma de la compraventa.
Solo que en este caso yo ya estaba prevenido y lo que hice fue decir lo siguiente:
- Bueno, amigos, estamos aquí para celebrar uno de los mayores éxitos de Juan Ángel, pues no todos los días se vende un piso en la primera semana, sin regateos y sin que el comprador tenga que esperar a que el banco le tenga listo el crédito. Esto es algo que se ve muy pocas veces. Y la mejor forma de celebrarlo es pagando a este señor lo que se ha merecido, ¿verdad?
Y así saltó la liebre.
Tere la "Tetonas" y su marido estaban tan centrados en los argumentos que pensaban lanzar tras la firma que no se dieron cuenta de que todavía no habían firmado nada y ahí mismo sacaron su retahíla de quejas:
Que si el 6% es demasiado para un piso que se ha vendido sin apenas gasto en publicidad, que si se equivocaron al fijar el precio de venta y por eso se había vendido tan rápido, que si Hacienda se los iba a comer por haber tenido tantos beneficios y, finalmente, el gran clásico de siempre, que 13.500 euros era mucho dinero por haber hecho gestiones apenas una semana.
Mira Teresa, esos 13.500 euros dalos por pagados porque o los pagas ahora por las buenas o los pagas dentro de un par de años por sentencia judicial. Porque Juan Ángel tuvo la precaución de haceros firmar la orden de encargo y eso es una de las pocas cosas que los juzgados todavía valoran mucho. Así que sepas que pagar vais a pagar.
Y si no lo haces ahora, antes de la firma de la compraventa, te vas a quedar sin vender el piso y además eso no te va a librar de tener que pagarle a Juan Ángel porque el encargo de venta que le hiciste está cumplido y el Tribunal Supremo tiene jurisprudencia sobre esta situación.
Así que, Juan Ángel, muéstrales la factura y, vosotros, pagadla y luego nos bajamos todos a beber unas cerve-zorras para celebrar este fantástico negocio.
Reconozco que esta última frase se la dije mirándole el canalillo. No tengo remedio.