Supongo que los que ya habéis hecho vuestros pinitos en el negocio de las subastas judiciales estaréis conmigo en que uno de los rasgos que más caracterizan a los demandados es su aversión a decir la verdad. La naturalidad con la que mienten. Su desparpajo largando historias que ni por asomo se acercan a la verdad.
Una de las mentiras más frecuentes es decirte, cuando les visitas antes de la subasta, que la subasta se va a suspender porque han pagado la deuda.
Respecto a esto, un ejemplo alucinante lo tuve hace unos años en una subasta en Badajoz, cuando el demandado me dijo que había pagado y se había suspendido la subasta, dos horas antes de celebrarse ésta.
Y yo me pregunto qué ganó el tipo aquel contando semejante mentira. Porque contar una mentira de la que se va a obtener un beneficio, está mal, pero se puede comprender, pero mentir por mentir, eso no lo entiende nadie.
Y la semana pasada me encontré con un Pinocho de los gordos, un campeón del mundo.
Sucedió cuando visitaba al demandado de una de las dos subastas que me he adjudicado este verano.
Por cierto, que la experiencia de adjudicármela fue estupenda, pujando con el móvil, en bañador entre chapuzones en la piscina.
Esto de las subastas electrónicas es una pasada.
Bueno, el caso es que esta adjudicación va viento en popa y hace unos días me contaron en el juzgado que ya está hecha la tasación de costas, está notificada y ya es firme, con lo que en pocas semanas me entregarán los mandamientos de cancelación de cargas y el testimonio del decreto de adjudicación.
Por cierto, que en julio os relaté en Subastanomics el subidón que fue esta adjudicación. Más sencilla de lo que esperaba.
El caso es que pensé que, siendo ya firme la tasación de costas y estando, por lo tanto, el demandado, ya rendido a la evidencia de los hechos, quizás sería el momento oportuno para hacerle una nueva visita (la primera fue antes de la subasta, obviamente), y quizás ofertarle unos pocos eurillos para endulzarle la inminente mudanza.
Y la sorpresa que me llevé fue mayúscula cuando el tipo me dijo que no sabía de qué le estaba hablando.
Y cuando le dije que la casa se había subastado y yo la había comprado...
- ¿Cómo van a subastar mi casa si yo estoy pagando religiosamente todos los meses? Es cierto que no puedo pagar las cuotas enteras, pero voy pagando lo que puedo.
- Y el otro día estuve hablando con los de los "servicios sociales" de la Comunidad de Madrid y me dijeron que es imposible que nunca nadie pueda echarme de mi casa por mi condición de minusválido.
Intentó demostrarme lo mucho que cojeaba, pero este tipo anda mejor que yo.
Pero en cualquier caso, ni aunque estuviera atado a una silla de ruedas sería eso motivo para impedir a un adjudicatario tomar posesión de su vivienda.
- Fíjate si estaré seguro de lo que te estoy diciendo que precisamente ahora me dirijo al IVIMA a recoger el permiso que me han dado para vender la vivienda.
(A ver, macho, que yo he pedido docenas de esos permisos y no hay que ir a recogerlos a ningún sitio. Los envían a tu domicilio).
Y la mayor de todas las mentiras, un gran clásico:
- Además, si lo que me dices fuera verdad, el juzgado me habría notificado algo y de verdad que yo NO he recibido ninguna notificación del juzgado.
¿Ah, sí? ¿me lo dices o me lo cuentas?
Esta mentira es un gran clásico entre los ejecutados que están implicados en alguna subasta judicial.
No solo te han hecho varias notificaciones, merluzo, sino que la última de ellas la acabo de ver y es de hace un par de semanas. ¡y está firmada por ti mismo, mendrugo!
Y ya para rematar el tipo se creció y desbordó los diques de la cordura:
- Y sabes qué? si me quitan la casa me da igual, porque yo tengo una casa en Marruecos y prefiero mil veces vivir allí.
Y ahí es donde aproveché mi oportunidad para, pasando por encima de tanta mentira, decirle que tuviera por seguro que su casa se había subastado y que yo era el nuevo propietario. Pero que no se preocupara de nada porque no quiero desalojarle inmediatamente sino que, ya que lo que él quiere es irse a vivir a su casa de Marruecos, yo puedo ayudarle organizándole la mudanza de todos los muebles y enseres que desee llevarse.
O bien dándole el equivalente en dinero.
Con la condición expresa de que lo hagamos dentro del mes de octubre.
Porque si no es así, pido al juzgado que le desalojen y en unas semanas más me entregan las llaves.
Y sí, queridos lectores, esta última baladronada, esta gran mentira la solté sin inmutarme.
Porque puesto a mentir, yo también se hacer mis pinitos.
¿Y vosotros?