Leídos los comentarios del post anterior parece que la opinión mayoritaria es que las subastas tienen mucho futuro y que quienes invertimos en ellas vamos a seguir lucrándonos con esta actividad, aunque solo si sabemos adaptarnos a las novedades que vayan llegando.
Ahora podemos pasar a discutir acerca de la controversia que Inversius suscitó hace algunos días cuando manifestó poco menos que los subasteros tradicionales somos zombies que todavía no saben que lo son y que el futuro de las subastas pasa por el Big Data.
No lo dijo así porque es una persona educada y con estudios, pero es lo que piensa y un pajarito me ha dicho que incluso tiene comprados un trozo de tierra y una pala para enterrarnos.
Pues no.
Que ni lo piense porque, aunque utilizar herramientas basadas en el Big Data puede ayudar al subastero artesanal, lo cierto es que lo harán solo como una herramienta más y que la primera premisa es que las subastas en España no están pensadas para grandes inversores institucionales sino exclusivamente para artesanos individuales, que se jueguen su propio dinero o el de otros, pero siempre en pequeñas cantidades.
Cualquier cosa que se intente al por mayor está condenada al fracaso.
He hablado de esto con Inversius varias veces e incluso me ha enseñado algunos de sus impresionantes avances.
El día que él me lo diga los expondré aquí y no dudo que dejaran con la boca abierta a más de uno.
Y desde luego que no niego que si tienes un buen sistema de valoración automática que haga que salte una alarma cada vez que se anuncie la subasta de un activo cuya deuda reclamada sea muy inferior al valor que el sistema le da al activo, ahí tienes una herramienta excepcional por la que muchos pagarían dinero.
Pero eso solo es valioso para los subasteros artesanales, que una vez avisados de que se va a celebrar una subasta muy interesante, centran su interés en ella, la investigan a fondo con las técnicas de siempre, renovadas por la increíble tecnología de los últimos diez años, y participan en la subasta con los márgenes de siempre.
Pero donde esté el trabajo artesano del inversor profesional, que investiga las subastas una a una, que se quiten algoritmos.
El beneficio del logaritmo solo alcanza hasta el momento en que te avisa de que se va a celebrar una subasta que cumple con los parámetros que le has indicado.
El resto de las cosas que hay que investigar son harina de otro costal.
Que sí, que hoy en día se puede avanzar mucho desde casa.
Y no te digo nada si lo haces con la tecnología que maneja Inversius.
Pero si compras desde Barcelona un piso que está en Madrid y ni siquiera has venido a verlo porque tu sistema ya te ha dicho que la media en ese barrio es de cuatro mil euros el metro cuadrado y luego resulta que en el mismo edificio y en los adyacentes alojaron a dos familias gitanas en cada portal, pues ya la tienes liada. Resulta que el piso que has comprado no solo no vale cuatro mil euros cada metro cuadrado sino que ni siquiera llega a 800 euros. Este es un caso real que sucedió en julio.
O sea, que no me trago que un fondo de inversión, con capacidad de invertir millones de euros pueda hacerlo reduciendo sus márgenes de beneficio hasta el punto de echarnos al resto a las catacumbas.
Que sí, que si llega un fondo de inversión que esté dispuesto a comprar ahorrando solo un diez o doce por ciento respecto al precio de valoración seguro que se queda con todo el mercado.
Pero la teoría de que si aumentas mucho la rotación puedes reducir mucho los beneficios solo vale para cuando vendes lejía.
En el negocio de las subastas judiciales esa teoría choca con la incompetencia judicial generalizada que padecemos en este país.
Me descojono de la risa de imaginarme el careto que se le quedaría a Joan Solotar, la directora gerente de Blackstone, el mayor fondo buitre del mundo, cuando fuese a preguntar al Juzgado de Primera Instancia número 31 de Madrid por su piso de la calle Serrano recién adquirido y le dijesen que la media para entregarle la documentación es de unos 20 meses y que para las llaves tendrá que esperar otros 10 meses más.
Y que, además, cualquier cosa que tenga que decirles lo haga por escrito, tardando el juzgado entre 6 y 8 meses en proveer cada escrito.
Ahí se le jodería al gran fondo de inversión toda la rotación que tuviera planeada.
Porque no es lo mismo obtener un 10% de rentabilidad cada seis meses (aunque incluso eso es demasiado poco), que obtener ese mismo 10% en treinta o cuarenta meses.
Por eso este no es un negocio para grandes grupos inversores sino para lobos esteparios que trabajen solos o en pequeños grupos.
Por mucho que Inversius nos recomiende leer el libro "La sociedad del coste marginal cero", de Jeremy Rifkin, cuya idea base es que el desarrollo de la tecnología y la competencia continua entre agentes del mercado, van a llevar a muchos sectores hacia productos y servicios casi gratuitos que reflejen el escaso coste marginal de producirlos, eso no es aplicable al negocio de las subastas.
Y la hostia que se va a pegar quien comience a invertir con esa filosofía va a ser aún más bigotuda que las que se están pegando los ciudadanos novatos que están acercándose a las subastas desde que se celebran online.
En los años noventa Kodak se desgañitó argumentando contra la fotografía digital, que ya no necesitaba de sus carretes.
¿Me pasará a mi como a los gerentes de Kodak y dentro de un par de años algún fondo de inversión se habrá comido el mercado español de las subastas?
Sinceramente, creo que no, pero ahora lo que quiero es conocer vuestras opiniones.
¿Subastero artesanal o Fondos Bigdata?
¿De quién es el futuro?